A continuación, y siguiendo con esta serie de artículos dedicados al pintor Giorgio de Chirico, nos introduciremos en otra de sus grandes aportaciones, la descontextualización de los objetos. En realidad, podemos concebir las imágenes ya comentadas como los inicios de este fenómeno, sobre todo en lo referente al tratamiento escultórico de las personas, o a las plazas vacías y silenciosas. La contemplación de las plazas está acentuada por la inexistencia de seres que paseen por ellas, el espacio está concebido como lugar de tránsito, de esparcimiento, lugar de socialización e intercambio. Cuando no existen personas que caminan por allí, el ambiente y la atmósfera (el stimmung) se enrarece y se vuelven misteriosa porque el sentido de una plaza no es su vacío. La plaza ha sido entonces sacada de su cotidianidad, ha sido extraída de su contexto.

El sueño transformado

Giorgio de Chirico, El sueño transformado, 1913, Museo de Arte de Saint Louis, Estados Unidos.

Giorgio de Chirico, El sueño transformado, 1913, Museo de Arte de Saint Louis, Estados Unidos.

En torno a 1913, De Chirico empieza a desarrollar mucho más esta cuestión y a crear una serie de asociaciones libres entre los objetos. Una obra manifiesto en este sentido es El sueño transformado, que es un óleo rectangular apaisado que muestra en primer plano y sobre el marco de una ventana una serie de objetos entre los que no parece existir ninguna relación:

  • Varias manillas de plátanos.
  • Dos piñas.
  • Una cabeza que representa a Júpiter.
  • Al fondo, una misteriosa plaza entre la sombra y la luz, un muro perimetral y el vapor de un tren en último plano.

Sigue existiendo el misterio en la composición, deberíamos pensar que la imagen está cargada de símbolos a interpretar pero, en realidad, éstos pueden no tener una lectura unívoca ni simple. Se ha creído ver aquí una extrapolación de las conquistas de Italia en el norte de África, sugerida por los frutos exóticos de la imagen, una visión aparentemente válida pero que encierra, sin embargo, el problema de la descontextualización.

Para maravillarse hay que olvidar: el arte del olvido ha de proceder al arte de la maravilla. Pero los hombres pasan junto a los misterios sin volver la cabeza. Creo que el terror es mayor cuando está producido por la reflexión sobre cosas o hechos que son de todos.

Se trata de ver los objetos con otra mirada, con la mirada de un niño desmemoriado. Es preciso olvidar las relaciones que nuestra memoria nos había hecho establecer según un orden lógico, para entender el significado de los objetos o hechos contemplados. Al sacar a los objetos de su entorno se puede apreciar el ser de los objetos. Los objetos utilitarios o aquellos que no tienen una función de contemplación per se pueden resultar especialmente atractivos. Así, tenemos este bodegón con escultura y paisaje urbano, que fue interpretado como una escenografía, pero que De Chirico no aceptó como interpretación válida.

Marcel Duchamp y la descontextualización de objetos

Esta obra se creó en el ambiente parisino en el que se movió el gran descontextualizador de objetos, Marcel Duchamp. Obviando el hecho de que se conocieran o no, lo que nos interesa resaltar es que estas ideas estaban circulando en la misma época. Cuando Duchamp expuso su Rueda de bicicleta o La Fuente, no hizo más que seguir en esta línea de sustracción de los objetos de su realidad cotidiana, planteando además el problema de lo que es arte y lo que no lo es.

Rueda de Bicicleta

Marcel Duchamp, Rueda de Bicicleta, 1913, Museum of Modern Art (MoMA), Nueva York.

La Fuente - Duchamp

Marcel Duchamp, La Fuente, 1917.

La incertidumbre del poeta

Giorgio de Chirico, La incertidumbre del poeta, 1913, Tate Modern, Londres.

Giorgio de Chirico, La incertidumbre del poeta, 1913, Tate Modern, Londres.

De Chirico participó también en esta línea de investigación, en obras como la ya mencionada o, por ejemplo, en La incertidumbre del poeta donde las asociaciones las establece el contemplador, más allá de las que pretendiera el propio pintor. Son asociaciones libres de una imagen inacabada en la plástica y evocadora en la mente del espectador.

Un torso femenino y una manilla de plátanos a su alrededor puede tener inmediatas connotaciones sexuales, igual que las torres de los paisajes urbanos, pero también se ha querido ver en esta imagen, una vez más la colonización italiana de países exóticos. En cualquier caso, creo necesario mencionar la extraordinaria relación que se establece entre los objetos:

  • Una escultura de mármol sin extremidades ni cabeza.
  • Un estatismo solitario y silencioso de una figura con la que NO nos identificamos, puesto que no puede mirarnos a pesar de que su giro corporal nos señala.
  • Plátanos sobre el alféizar, que son el único resquicio de vida arrebatada a la naturaleza y que son el alimento.
  • Un equilibrio entre ambas formas, entre la vertical de la estatua y la horizontal de la fruta que se desparrama.

La perspectiva es extraña, inquietante, el margen derecho se nos cierra con la arquitectura clásica, que proyecta una sombra sobre la plaza. Ya hemos aludido al problema de la sombra como lo conocido y lo desconocido, que podríamos interpretar aquí como el desconocimiento de la mitad de la escena, ya que hay una zona en penumbra y otra llena de luz. No podemos conocer la totalidad del cuadro, hay una parte que nos está vedada. El tren, como siempre, se encuentra al fondo, representando siempre el misterioso sinsentido de la vida y la carencia de destino.

La escena es un enigma en sí mismo, los objetos no significan nada y no resuelven nada pero, al menos esta vez, no hemos pasado al lado del misterio sin detenernos en él sino que hemos tratado de desentrañar sus problemas, aún cuando lo único que hemos hecho es darnos cuenta de que su interpretación plantea todavía más interrogantes, pero es ahí donde reside el juego, que será la siguiente cuestión que trataremos de analizar dentro de la extensa producción del pintor metafísico.

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