Universidad de Cambridge

¿Cuál es el papel que debe desempeñar la universidad en el contexto de la sociedad del conocimiento? ¿Debe seguir desarrollando su labor exactamente igual a como lo ha venido haciendo hasta el momento presente o, por el contrario, debe modernizarse e ir acompasada con los nuevos tiempos?

Estas son algunas de las preguntas que muy probablemente estén haciéndose (o deberían hacerse) los responsables de estas instituciones académicas, el personal docente y el alumnado, ya que, en época de cambios tan radicales como los que estamos viviendo en la actualidad, es quizás el momento de parar, sentarse, dialogar y proponer aquellas mejoras que necesiten ser introducidas. De lo contrario, el prestigio de la universidad irá difuminándose progresivamente hasta desaparecer.

La sociedad del conocimiento

Vivimos inmersos en la denominada sociedad del conocimiento, propiciada en parte por el desarrollo tecnológico que hemos experimentado en las últimas décadas y que ha dado lugar a que la información sea ahora más accesible que nunca. Esto significa que el papel de la universidad no puede limitarse exclusivamente a transmitir información de profesores a alumnos, dado que esa misma información puede encontrarse con algo de investigación y una biblioteca pública con buenos fondos.

Entonces, ¿cuál debe ser el papel que desempeñe la universidad?

En mi opinión, no debe obviar la transmisión de conocimiento, ya que es una de sus actividades esenciales, pero debe hacer hincapié sobre todo en estos cinco aspectos:

1) Potenciar la creatividad del alumno.

2) Valorar el Know How de los profesores.

3) Valorar la labor de mentoring del profesor.

4) Valorar el espacio universitario como punto de encuentro.

5) Mejorar la inserción en el mundo laboral.

En principio, si uno analiza cómo se desarrolla el día a día en las universidades, podría parecer que esta cuestión está resuelta, pero no es así. Aunque el conocido y polémico Plan de Bolonia introduzca los debates en las aulas (lo cual es un avance significativo), aunque se reconozca la libertad de cátedra de los profesores, aunque existan tutorías, aunque los alumnos intercambien opiniones y se retroalimenten de sus avances y hagan contactos y aunque, por último, existan orientadores laborales, la universidad sigue siendo por encima de todo una institución fuertemente jerarquizada, con vocación predominantemente teórica, orientada a la obtención de un título.

1) Potenciar la creatividad del alumno

Ahora, se me preguntará cómo se puede potenciar la creatividad del alumno y mi propuesta es que nos hagamos esta pregunta: ¿qué somos capaces de hacer con la información que obtenemos de las clases?, ¿cómo podemos contribuir a introducir mejoras en el ámbito social, económico, tecnológico, etc.? Una vez respondida la pregunta debemos incitar a los alumnos a pasar a la acción, a transformar ese conocimiento en proyectos y, por lo tanto, en acción, en práctica. Se trata de que el alumno sea proactivo y que aprenda a no depender de otras personas para que lo contraten. Las normas del juego han cambiado, ahora nadie te contrata, tú realizas proyectos.

2) Valorar el Know How de los profesores

Cada profesor entiende la materia que imparte de manera diferente, por eso se concede la libertad de cátedra. Yo propongo que esa libertad de cátedra sirva para valorar el saber hacer de los profesores y, para eso, es preciso poder elegir. Sé que esto puede sonar un tanto idealista, pero no tiene por qué. No se trata de que existan varios profesores que impartan la misma asignatura en la misma universidad, sino de que puedas elegir, por ejemplo, los profesores de otros centros. ¿Es esto imposible? ¿No hablamos de la universidad pública? ¿No estamos en el mismo país? ¿No tenemos la tecnología necesaria a nuestro alcance? ¿Cuál es el problema? Dejo la cuestión burocrática-administrativa al margen del debate, si se quiere se puede llevar a cabo.

3) Valorar la labor de mentoring del profesor

La información está a nuestro alcance, no cabe duda, pero la información se presenta de manera caótica y, por lo tanto, ahora más que nunca necesitamos a una persona que nos sirva de mentor. Necesitamos a una persona que nos ayude a ordenar el caos, en definitiva, a convertir la información en conocimiento y, para eso, tenemos al profesor. ¿Por qué habría el profesor de resumirnos las teorías de dos o tres pensadores? ¿Acaso no podemos nosotros hacer lo mismo en una biblioteca? Lo que necesitamos es una persona, un profesor, un mentor que nos diga a qué pensadores, científicos o artistas debemos estudiar, cuáles son imprescindibles y de cuáles podemos prescindir.

Cada vez tiene menos sentido la clase magistral si sólo se limita a exponer lo que otros han dicho con anterioridad. Nos interesan las interrelaciones y las aportaciones personales del propio emisor del mensaje. Repito, nada nos impide leernos nosotros mismos esos libros y sacar nuestras propias conclusiones.

4) Valorar el espacio universitario como punto de encuentro

El campus universitario no es solo un lugar de conocimiento, es un lugar de encuentro entre alumnos. Pero no solo se trata de hacer amistades, que por supuesto son recomendables, sino que se trata de hacer contactos y alianzas para posibles proyectos de futuro. De hecho, Croma surgió así, todos nos conocimos mientras estudiábamos un máster sobre museos y patrimonio histórico-artístico en la Universidad Complutense de Madrid. Para que esto sea posible es completamente necesario saber trabajar en grupo y ese es otro de los “mantras” que deberían repetirse los responsables de las instituciones universitarias y aquellos que elaboran los planes educativos, aunque de estos últimos, yo no esperaría ningún avance en este aspecto sino todo lo contrario.

5) Mejorar la inserción en el mundo laboral

Si existe un punto flaco que tambalea todo el edificio universitario es este. Si no existe una inserción laboral alta, no habrá universidad. Para ponerlo lo más claro que se me ocurre: ¿qué es más importante, saber hablar inglés o tener un título que dice que sabes hablar inglés? Se podría dar perfectamente el absurdo de NO contratar a un nativo inglés para un puesto laboral por no tener el título correspondiente. Se acabó el juego de coleccionar títulos como cromos, en el mundo de hoy lo que interesa no es si tienes un título de informática, sino si sabes programar y, desgraciadamente, lo uno no implica lo otro. Si no, que se lo digan a Bill Gates, creador de Microsoft y la segunda persona más acaudalada del mundo.

«Se acabó el juego de coleccionar títulos como cromos»

La universidad ya no puede excluir este aspecto dentro de su estrategia general. Sé que el Plan de Bolonia trató de corregir estos problemas, pero es preciso seguir insistiendo porque es obvio que no se han logrado los resultados esperados. No hablo exclusivamente de hacer prácticas en empresas o instituciones al finalizar la carrera o máster (que es muy beneficioso para ambas partes si se hace correctamente), hablo también de que se fomente la creación de asociaciones profesionales y, cómo no, de empresas.

«Recuerda, el conocimiento está ahí fuera»

Ya sé que este último aspecto es prácticamente un tabú en las universidades y, en general, todo lo que tiene que ver con asuntos económicos. Es necesario romper ese tabú ¡YA! Me reafirmo en mis primeras líneas, o mejoramos la inserción laboral o no habrá universidad. Recuerda, el conocimiento está ahí fuera.De otra forma, será imposible justificar los precios de las carreras y de los cursos académicos, ya que todo apunta a que las tasas seguirán aumentando su cuantía. Los universitarios llegarán a plantearse las siguiente preguntas:

¿Merece la pena gastar esta suma de dinero en una carrera?

¿Merece la pena dedicar tanto tiempo a una actividad que no me va a permitir insertarme en el mercado laboral?

Ya sabemos que el saber no ocupa lugar, pero yo añado que ocupa tiempo y dinero. El tiempo siempre es escaso y sobre el dinero mejor no hacemos comentarios.

En resumen

Soy un pro universidad convencido, la universidad me ha aportado muchísimos conocimientos, me ha permitido hacer muchas amistades, organizar grupos de trabajo, hacer prácticas en instituciones culturales, incluso encontrar los empleos que de otra forma no hubiera logrado obtener. Pero como sé que la situación se puede tornar irreversible para la universidad, no tanto porque no tenga calidad (que es una de las críticas más habituales y que yo no comparto), sino porque no potencia todos los puntos que he explicado en los párrafos anteriores y, sobre todo, porque no satisface las necesidades finales de los alumnos, que es desarrollar la profesión que han estudiado.Si la universidad no se actualiza y camina firmemente acompasada con los tiempos presentes, estos espacios libres que no cubre serán ocupados por otros.

Ahí tenemos iniciativas como Uncollege: Hack Your Education o Khan Academy, sobre las que hablaré próximamente. Ahí tenemos las numerosas plataformas de e-learning como, por ejemplo, Udemy. Y lo que es mucho peor, ahí tenemos la reciente demanda de los alumnos de la Escuela de Leyes de la Universidad de San Francisco, que han demandado a su universidad porque prometieron unos porcentajes de inserción laboral que no se han cumplido y actualmente se encuentran en situación de desempleo o desempeñando trabajos poco cualificados, al tiempo que tuvieron que invertir la nada despreciable cifra de ciento cincuenta mil dólares para finalizar sus estudios universitarios.No podemos seguir estando ciegos ante un problema de tal magnitud, yo lo dejo por escrito, para que en el futuro no se me acuse de no haberlo advertido con anterioridad.