Camus

Albert Camus (el primero, con gorra) Portero del Racing U. de Argel

En tierra de héroes y dioses del balón nació Jorge Luis Borges, rioplatense como Di Stéfano. Paradójicamente, siempre estuvo tan en las antípodas del gusto por el balompié que llegó a considerarlo como algo verdaderamente estúpido o el haberlo inventado «el mayor de los crímenes cometido por Inglaterra». Quizá voces tan acreditadas como la suya tradicionalmente han hecho que el mundo del arte y la cultura tratase con no poco desdén el fútbol. Y sin embargo, Albert Camus (gran portero, según se dice), consideró que «lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol».

Cultura y fútbol, pareciera ser que son enemigos irreconciliables, incompatibles. Pero de repente vemos a Rafael Alberti en la final de copa de 1928 jugada en Santander, entre el Barcelona y la Real Sociedad de San Sebastián, emocionarse con un portero húngaro hasta tal punto que le compuso un poema. Entre las furiosas olas del Sardinero, las brechas que los delanteros vascos abrieron en el cráneo del meta culé y su suicida obstinación, casi de aires épicos clásicos, a que su arco permaneciera inviolado, nació la famosa Oda a Platko del genial poeta de El Puerto de Santa María. Curiosamente y sentado aquel día a su lado, Gabriel Celaya, como decidido simpatizante txuri-urdin, del partido solo resaltaría la actuación del árbitro. No hemos cambiado tanto, pues. En cualquier caso, fútbol y cultura aparecen de la mano. ¿Amantes ocasionales? Quizá. Pero una infidelidad bastante más prolongada de lo que pudiéramos pensar. Y fructífera.

Saltando décadas en el tiempo y viajando a Londres, nos topamos con quien quizá formalizó el matrimonio entre fútbol y cultura. Nick Hornby, conocido por obras como Alta fidelidad, producto de la mezcla de su pasión por el Arsenal y de su propio día a día escribió el que quizá sea el libro de referencia de todo fanático del deporte rey: Fiebre en las gradas, donde a modo de autobiografía, nos narra cómo su vida sentimental, familiar o profesional se entrelaza con las peripecias del Arsenal, del siempre desdichado Arsenal.

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Michael Cane y Bobby Moore durante el rodaje de Evasión o Victoria.

De vuelta a la patria de Borges, nos encontramos a Roberto Fontanarrosa, rosarino y febril hincha de Rosario Central. Su cuento sobre el viejo Casale el día del derbi contra Newell´s en Buenos Aires, de nuevo de obligada lectura para el futbolero. O no, porque tanto el inglés como el argentino no escribían en exclusiva para aquellos que conocen cómo funciona una defensa adelantada, sino que son historias humanas, como pudieran ser la del mendigo que deambula por Oslo creado por Knut Hamsum o la del viejo pescador de Hemingway, quien por cierto tiene como referencia en su particular odisea a otro deportista como Joe Di Maggio, en este caso jugador de béisbol. Historias nacidas de vivencias personales, cercanas, donde el balón y once tipos que visten los mismos colores adquieren su cuota de protagonismo. Y cuando digo cercanas me refiero también al lector o al espectador.

Y no sólo en la literatura, sino que la relación entre fútbol y cultura aparece plasmada en otros campos, como la música. Desde la mítica delantera del Barça de los años cincuenta citada de carrerilla por Serrat en Temps era temps hasta, viajando de nuevo a Londres y yéndonos a otro extremo musical, el himno del West Ham en versión punk de clase obrera por los Cockney Rejects. Por no hablar de las innumerables canciones y referencias a Maradona, desde Andrés Calamaro a Manu Chao.

En el cine, aunque esta historia de amor no ha sido tan fructífera, algunos frutos sí nos ha relegado. El más famoso, Evasión o victoria, donde Sylvester Stallone y Michael Caine junto con Pelé, Bobby Moore u Osvaldo Ardiles desafiaban al poder de la Alemania nazi sobre el terreno de juego, rememorando una historia real ocurrida en Ucrania durante la II Guerra Mundial, con un final bastante más triste. De factura más reciente son Buscando a Eric o The Damned United. En la primera, dirigida por Ken Loach, aparece el fabuloso y no menos polémico delantero del Manchester United, Eric Cantoná, haciendo de… Eric Cantoná, aconsejando a un cartero en crisis. La segunda narra la larga trayectoria del peculiar entrenador Brian Clough en el Leeds United, que no duró ni cincuenta días. Muy intensos, eso sí. Hoy, la carretera que va de Derby a Nottingham lleva su nombre.

Y es que en cualquier lugar puede brotar un enfebrecido del deporte rey, por muy insospechado que parezca. En el Museo del Ché en La Habana aún hoy reside la camiseta de Rosario Central que el mismo Guevara atesoró. Así que tal vez la historia que Borges narra entre Ulrica y Javier Otárola durante una sola noche en la oscura York no fuera un amor fugaz, repentino y efímero, sino bastante más duradero y productivo.

 Colaboración

Juan Antonio Parejo Delgado