Las Presencias

Conocí a Pompeyo en 2005, cuando estudiaba cuarto de carrera en Historia del Arte y él era mi profesor de la asignatura Historia de la Música. Recuerdo que desde las primeras clases quedé fascinado por la forma de impartir las clases, siempre aderezadas con datos históricos, anécdotas, costumbres, corrientes artísticas y, en definitiva, con todo aquello que rodea a la música, que no es música, pero que ayuda a comprenderla mejor.

Allí se hablaba de polifonía, de contrapunto, de Monteverdi, de Josquin Des Prés y recuerdo especialmente las semanas que hablamos de Café Zimmermann y de Bach. Creo que desde entonces tengo más aprecio por el buen café y, sobre todo, por Bach.

Precisamente, hoy tenemos el placer de contar en Croma Cultura con Pompeyo Pérez Díaz, profesor titular del área de Musicología en la Universidad de La Laguna (Tenerife), guitarrista y escritor.

Pompeyo Pérez Díaz

En esta ocasión no viene tanto en calidad de músico sino de escritor para desvelarnos algunas cuestiones relativas a la reciente publicación del libro Las presencias, editado hace escasos meses. Sin embargo,  como veremos más adelante, la música siempre está presente de una forma u otra en todos sus proyectos.

No es su primer libro, antes escribió Once Poemas (Premio Félix García Casanova) y, el más conocido Terciopelo y Fascinación (Premio Ciudad de La Laguna), una obra de reminiscencias postpunk y con algunos elementos que continúan en éste más nuevo y que iremos desvelando a lo largo de las siguientes líneas.

Sin más preámbulos, te dejo con la entrevista. Espero que la disfrutes.

Entrevista

1.- ¿Qué papel juega lo sensorial en tu poesía? Por supuesto, debido a tu background musical está presente el sonido, pero quiero ir más allá. Me refiero al gusto (pasteles, hojaldre, vino), al tacto (terciopelo, la piel, las caricias…), etc.

Al escribir poemas intento captar lo que llamo “momentos poéticos”. Me refiero a situaciones de duración variable, que experimento intensamente y que dejan huella en mi memoria. Intento darme cuenta de las situaciones que pueden ser recordadas en el momento de vivirlas, para disfrutarlas más.

Me percaté a los diecinueve años de que a menudo las cosas se recordaban tiempo después con nostalgia, pero que mientras se vivían no se tenía conciencia de que eran uno de “esos” momentos a recordar. Intento evitarlo. Las sensaciones asociadas a los mismos los caracterizan y al tiempo me ayudan a recrearlos para mí mismo y para las posibles lectores.

2.- ¿Qué hay en la noche que tanto te atrae?

Me siento más cómodo con luz tenue o, ya en esa línea, con el atardecer y la noche. Tal vez porque soy fotosensible la luz del sol me debilita, a veces me marea si me da directamente, y los días soleados afectan muy negativamente mi estado de ánimo (cuando hay muchos seguidos, al dormir empiezo a soñar con nubes y con lluvia, no falla).

Por contra, un día nublado, o la luz tenue al caer la tarde, me provocan satisfacción no sólo estética (los colores me parecen más bellos, incluso las personas lucen más guapas) sino física. Mi organismo reacciona así. Con esa base, no es de extrañar que mi mente se haya configurado con una clara predilección hacia lo poco luminoso.

3.- Otros elementos que encuentro interesantes en tu poesía son el cine y las artes plásticas (Jim Jarmusch, Odilon Redon…). Me imagino que ser profesor de Historia de la Música en la carrera de Historia del Arte te condiciona o alimenta esas referencias, ¿verdad?

Lo del cine me viene desde niño. Desarrollé una vena cinéfila viendo cine clásico en televisión, en casa de mis abuelos. Luego, ya en la época del instituto, comencé a comprar revistas de cine y a leer algunos libros al respecto. En los últimos tiempos incluso he incorporado esta afición a mi vertiente académica, y he acudido a varios congresos con temas más o menos cinematográficos.

Lo de las artes plásticas se ha visto incrementado trabajando con estudiantes de Arte, en efecto. A la hora de buscar ejemplos y referencias que pudieran entender, o de escuchar las analogías sugeridas por ellos (solo los idiotas creen que no tienen nada que aprender de sus alumnos), mi propio bagaje al respecto se ha desarrollado mucho. Es algo que agradezco, estas cosas siempre mejoran la calidad de vida.

4.- Esta es mi pregunta favorita. ¿Qué te atrae de las flores y por qué están presentes en tu poesía? las rosas salvajes, las malvas…. existe todo un repertorio de flores pero no vistas desde un punto de vista cursi (como podría pensar alguno). Todo lo contrario, tus flores me parecen más una vanitas barroca, unas flores bellas pero que se marchitan. ¿Existe algo más detrás de esas flores?

Es una pregunta muy buena. Lo de la vanitas barroca es cierto. Es una idea que está siempre presente no solo cuando escribo, sino en mi actitud vital. Creo que a muchas personas les sentaría bien un poco de eso.

Y algo agitaba los regueros de pétalos

cuando partíamos el ocaso entre escombros

los inquietos rayos rebotando estandartes

de reflejos de dulces pupilas que aletean

los jirones de nuestra memoria intensos

los versos y llamas en los sueños

la silenciosa floresta las malvas

diminutas las calles arrasadas

sólo el crepúsculos nuestras siluetas

atrapando los restos de gloria

Pompeyo Pérez, Restos de Gloria I, Las Presencias

Más allá de ello, las flores son muy adecuadas para evocar sensaciones: hay formas, colores, olores y texturas al tacto. Son muy útiles para ayudar a crear la atmósfera del poema, además de que me gustan realmente. Luego hay analogías que no puedo evitar. Cuando comparo la música de Chopin con las orquídeas, por ejemplo, es porque siempre me ha parecido que hay una similitud. Existe un sensualismo morboso en ambas cosas -sin ninguna connotación negativa, al contrario- que para mí las emparenta.

5.- Háblanos un poco de la libertad de verso y de métrica y de la forma tan visual en la que organizas estos poemas.

Me parece que cada época tiene su lenguaje, y de igual modo que la música contemporánea no utiliza el mismo lenguaje armónico que las de siglos anteriores, yo siento lo mismo con respecto a la poesía. De todos modos pienso que no es algo que llama la atención, la mayoría de las personas que escriben poesía actualmente usan el llamado verso libre.

En mi caso, pese a esa apariencia de “libertad”, hay mucha preocupación por la sonoridad, el ritmo y la solidez de la estructura final. También rimas internas “ocultas”, para favorecer esos ritmos, y a veces juegos métricos con versos que aluden, por ejemplo, a un poema anterior y recrean algo de su contenido pero adaptado al pulso del poema nuevo en el que aparecen.

Claro que es muy posible, y probable, que nadie se de cuenta de eso al leerme, pero tampoco resulta estrictamente necesario. Cada poema normalmente me exige muchas versiones (más de quince casi siempre) y correcciones hasta que me parece que los versos fluyen como si cada uno tuviera que desembocar ineludiblemente en el siguiente. Es posible que tenga una percepción exageradamente musical del tema, pero qué puedo decir, básicamente me siento como un tipo que toca la guitarra. También cuido mucho dónde cortar el verso, para inducir una pequeña pausa, y uso espacios en blanco como si fueran silencios en una partitura.

Se acaba de publicar Las Presencias y ya me gustaría modificar el pulso de dos de los poemas… Aunque eso es buena señal, significa que estoy a punto para escribir otros nuevos.

La disposición visual creo que influye también en la percepción de los versos durante la lectura, en el ritmo del lector, de algún modo. Si eso no ocurre, al menos el resultado en la página tiene cierta elegancia.

6.- Ahora nos toca hablar sobre la belleza. A pesar de toda la melancolía, la noche, lo oscuro, etc., observo que en todo lo que haces existe un intento por buscar la belleza. ¿Es así?

Absolutamente. Me considero un buscador de belleza. Con ese término no me refiero estrictamente a cosas “bonitas”, sino a los momentos intensos ya mencionados más arriba en la primera pregunta. Sirven para aliviar el hastío, de alguna manera son como pequeñas victorias contra la muerte.

La noche, lo oscuro o la melancolía no están reñidas con la belleza. Para mí más bien al contrario. De hecho hay algo intrínsecamente bello en la melancolía. Una vez me hicieron notar que cuando quería elogiar la belleza de alguien solía incluir una mención a “su mirada triste”.

No había caído hasta que me lo dijeron. De Las Presencias debo decir que, pese a lo que piensan algunos de sus lectores, yo no lo encuentro un libro especialmente oscuro o melancólico. Casi diría que es lo más alegre que he escrito, lo cual podría hacer pensar que debo ser más lúgubre que el cuervo de Poe, pero no es así en absoluto. Hay algo de melancolía en el libro, pero también mucha celebración de la vida, y ningún lamento. Incluso creo que algunos fragmentos tienen bastante sentido del humor, como los preludios a los tres poemas “góticos”, o la manera de contar cosas que me han pasado y que de alguna manera me asombra que hayan ocurrido.

7.- En cuanto a la música, quería dedicarle un apartado especial. Cole Porter, Nick Cave o Mauro Giuliani son algunos de los artistas que mencionas en tu poesía. ¿Quieres crear una especie de banda sonora evocadora en tu poesía? ¿Crees que ayudan a «situar» mejor el contexto de la poesía?

A veces es un contenido más del poema, como los olores o las imágenes, así que sí podría decirse que ayuda a “situar”. Recurro a músicas que forman parte de mi bagaje personal, de igual modo que me refiero a algunos de mis instrumentos en varias ocasiones. Las alusiones musicales no actúan estrictamente como una banda sonora, pero para quien conozca las músicas que menciono (o las busque, aunque no estoy especialmente interesado en los libros “multimedia”) son un elemento que puede ayudar a comprender la atmósfera evocada, claro.

Cuando aparecen como cita al principio de un poema, es porque las tengo asociadas a la escritura del mismo o porque me parece que entroncan perfectamente con su contenido. Es similar a cuando en otros momentos pongo una cita literaria de otro autor. En Terciopelo y Fascinación hay muchas más citas musicales explícitas que en Las Presencias, aquel era un libro muy asociado a las sonoridades de la música postpunk.

8.- ¿Cómo te iniciaste en la poesía y por qué ahora dedicas casi el mismo tiempo a la poesía que a la música?

Siempre me ha gustado escribir. Cuando tenía seis o siete años llamaron a mis padres al colegio. Si mandaban una pequeña redacción sobre las cosas que hacíamos en vacaciones y cosas así, yo escribía un cuento de terror, y mis dibujos iban en el mismo sentido. Parece que básicamente estaban preocupados por si era un psicópata. Mis padres tranquilizaron a la dirección, por lo visto.

Con la poesía empecé como a los trece años, aunque desde entonces tengo la costumbre de destruir la mayoría de lo que escribo. Solo se van salvando del filtro pocas cosas, no tengo ningún interés en que se lea algo que no me parece bueno (otro tema es que lo que publico pueda disgustar profundamente a algunos lectores y que piensen que es malísimo, pero no se puede gustar a todo el mundo. Lo básico es pasar el examen de uno mismo).

No dedico el mismo tiempo a escribir que a la música, aunque ahora que varias editoriales parecen haberse interesado un poco, intento disciplinarme y ser algo más prolífico. Me decidí a escribir Las Presencias en 2016. Estuve casi todo ese año seriamente enfermo por un virus que me atacó de manera muy agresiva (y tal vez se combinó con algo más que nunca se descubrió). Pasaba muchas horas leyendo o escribiendo todo tipo de cosas (tenía poca movilidad), no sabía si me iba a curar, así que pensé en sacar una nueva entrega de poemas y mantener mi mente ocupada. Curiosamente, los poemas más vitalistas y los guiños de humor son todos de ese periodo de enfermedad.

Retomé el título de un libro anterior (del que hubo dos versiones que nunca llegaron a publicarse) y alguna pequeña porción de ese material ya escrito, que reelaboré casi por completo. De cualquier modo, la mayor parte del libro es totalmente nuevo. Me sorprendió un poco lo relativamente fácil que conseguí que se publicara, no me lo esperaba.

9.- ¿Cuáles son tus principales influencias? ¿En qué poetas te inspiras o de cuáles tomas elementos o formas de componer?

Mis influencias son todo lo que compone mi bagaje cultural, no sólo literarias. Ahí entran la música y el cine, ya nombrados, pero también otras artes, y por supuesto las experiencias vividas, que son parte esencial de lo que escribo.

A nivel literario tengo influencias muy asentadas, pero creo que se plasman más en mi manera de pensar y entender la literatura y el mundo que en cómo escribo. Hablo de Thomas Mann, Albert Camus, Scott Fitzgerald o Dostoievsky, que leo desde la adolescencia. Podría nombrar otros, por supuesto, pero esos han estado muy presentes mucho tiempo. Con Dostoievsky, por ejemplo, empecé a los trece años, cuando leí Humillados y ofendidos (leía tanto sus novelas que incluso indagué para familiarizarme con el plano de San Petersburgo en su época).

Con Camus cuando un amigo me regaló La peste el día que cumplí catorce años, y pronto se convirtió en uno de mis referentes morales. Llegué a La montaña mágica de Thomas Mann cuando estaba en COU (equivalente al 2º de bachillerato actual) y una parte de mí se quedó en ese berghof de Los Alpes para siempre. Contestando esto tomo conciencia de haber sido un lector un tanto precoz, y como era de ciencias puras, mis compañeros no es que leyeran demasiado (aunque posiblemente los de letras tampoco), y eso me convertía en un ser extraño. Por contra tocaba la guitarra y no era del todo malo jugando al baloncesto; supongo que eso ayudaba a que no fuera un apestado social, pese a todo.

Luego he tenido enamoramientos de adulto con autores como Patrick Modiano o Proust (empezó como una relación amor/odio, pero superada esa fase he leído prácticamente todo lo que escribió). Me gusta recordar que soy lector de ciencia ficción, pues es algo que mucha gente no entiende (la desconocen y critican desde la ignorancia). No me imagino sin la compañía que durante años me han proporcionado Arthur C. Clarke, Robert Heinlein, Philip K. Dick, Brian Aldiss o Ursula K. Le Guin, por decir algunos nombres. O la de David Goodis y Jim Thompson en novela negra.

A nivel poético, aunque los ambientes urbanos sobre los que suelo escribir pudieran hacer pensar lo contrario, la poesía española de los siglos XVI y XVII me ha influido mucho. Siempre nombro a Garcilaso, porque ha sido uno de mis modelos para entender cómo deben tratarse el ritmo y la cadencia de los versos. También he aprendido de autores como Pere Gimferrer, Luis Alberto de Cuenca o José María Álvarez, con su capacidad para mezclar con naturalidad la voz personal con riquísimas influencias culturales de todo tipo.

10.- ¿Consideras que este libro es una especie de continuación de tu anterior «Terciopelo y Fascinación» o, por el contrario, has querido ir más allá y explorar otros campos?

Bueno, no sé si más allá. Desde luego es muy diferente, aunque casi como una personal broma lánguida decidí que el primer verso de Las Presencias fuera una alusión al último de Terciopelo y Fascinación. Aquel era un libro donde se recogen sobre todo mi mundo cultural, mis obsesiones artísticas y una visión más oscura de las cosas. Además, todos los poemas están relacionados y en conjunto cuentan una historia bastante sombría. Está lleno de guiños, juegos de espejos y referencias entre unos poemas y otros. A veces he pensado que necesitaría ir acompañado de un manual de instrucciones para descifrarlo del todo (aunque no hace falta, admite una lectura externa sin entrar en todos esos recovecos). Quizá por esa cualidad un tanto enigmática se ha leído tan poco.

Las Presencias es bastante autobiográfico, aunque sin caer en la pornografía emocional, y he intentado resultar menos críptico (creo que eso lo he conseguido), pero también he experimentado con otros ritmos y otras estructuras. A veces esa experimentación surge de una búsqueda interna, y otras la desencadena un estímulo externo. Pongo un ejemplo: en un par de poemas intenté imitar un ritmo como el de Allen Ginsberg cuando se grababa leyendo Aullidos.

Sin embargo lo de Ginsberg era una cadencia aplicada a una manera de leer y lo mío a la escritura; aquello en inglés y esto en castellano, con todas las diferencias fonéticas y gramaticales; con unos contenidos que no tienen nada que ver en un caso con el del otro.

¿Entonces cómo funciona el mecanismo? Pues con el impulso que me generó para empezar con ese juego de una imitación imposible, que acaba dando un resultado completamente distinto.

Por cierto, he detectado una sorprendente paradoja que me desconcierta un poco. Aparentemente todo el mundo encontró Terciopelo y Fascinación un libro difícil. Sin embargo ahora varias personas me han dicho qué poemas de Las Presencias les gustan más, y son precisamente aquellos que más se parecen a los de aquel. A mí me ocurre al contrario, creo que lo mejor de esta entrega está en los nuevos elementos de estilo trabajados. Supongo que cuando publique el próximo gustarán estos, en lugar de las posibles novedades de ese futuro libro. O no, pero es un hecho curioso. Una vez más acabo sintiéndome extraño frente al sentir general, como si nunca fuéramos al mismo ritmo.

Deseo añadir que me han parecido unas preguntas muy buenas, muchas gracias por darme esta oportunidad de expresarme a través de cuestiones tan bien planteadas.

Cómo conseguir el libro

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