museum

Se tiende a pensar en el museo como un espacio de contemplación estética donde no sucede la interacción del usuario con las piezas expuestas. Según esta afirmación -que no comparto- el visitante de museo es un ser pasivo que se limita a observar. Sin embargo, la realidad es bien diferente, ya que una buena parte del público está conveniente formada y leída. Gracias a las mejoras educativas de las últimas décadas y, sobre todo, a la abundancia y libre circulación de la información, los ciudadanos curiosos disponen de una serie de recursos que les permiten interpretar con mejor criterio las colecciones artísticas, científicas, naturales, etc., que se hallan en los museos o que se exhiben en las muestras temporales.

Ciertamente, no todo el público se acerca al museo con los «deberes hechos», es decir, sabiendo de antemano qué es lo que se expone, ya sea por dejadez o porque no se les ha indicado que es muy conveniente realizar unas pesquisas previas a la visitas. Otros, en cambio, apuestan por acudir al museo con una mirada limpia y realizar una visita estética, una visita sensorial donde no intervenga la razón. Cada uno es libre de hacer lo que le plaza, faltaría más. Ahora bien, si me preguntan, yo no propondría un paseo estético sin más, porque considero que el logos debe estar presente para que la experiencia sea completa. En otras ocasiones y, refiriéndome, a los museos de arte, he sugerido que el visitante debería disponer de unas nociones básicas de historia del arte, historia, filosofía y mitología para comprender debidamente las obras de arte. Ahora, y basándome en las nuevas tendencias del diseño expositivo, quiero reflexionar sobre un enfoque completamente diferente que está cambiando el devenir del museo. Se trata del llamado «Museo participativo» o el «Museo colaborativo».

El museo colaborativo/participativo

Nina Simon, directora del Santa Cruz Museum of Art & History en California, escribió en el año 2010 el libro The Participatory Museum, una obra ensayística revolucionaria, con la que pretende cambiar la concepción tradicional del museo como lugar exclusivamente contemplativo, para convertirlo en el espacio de la construcción de diferentes narrativas colectivas.

En realidad, este ideal participativo no es en absoluto nuevo. De hecho, una de las grandes aspiraciones de los museos ha sido siempre el estar siempre disponibles al público y ser accesibles. Esto es así desde los orígenes mismos del museo moderno a mediados del siglo XVIII, cuando empezaron a abrirse las colecciones de la realeza y la burguesía al público. Al principio a un público muy formado y progresivamente al conjunto de la población. Es verdad que tenemos que remontarnos a la segunda mitad del siglo XX para empezar a leer teorías museológicas más inclusivas, con la aparición de la Nueva Museología de Georges Henri Rivière o más recientemente la Museología Crítica o la teoría del Post-museo de Hopper-Greenhill.

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Lo que deseo expresar con esto, es que más que una irrupción, el museo colaborativo es una consecuencia de las teorías anteriores. Sin embargo, es revolucionaria en un sentido: porque rompe un tabú. Hasta ahora, la figura del especialista emergía como la única autorizada para emitir un mensaje y construir un discurso. Ahora, en un mundo más colaborativo, o más 2.0 si se quiere, todos somos emisores de mensajes y, por lo tanto, la situación cambia y mucho. Si la información está a disposición de todos, en principio, todos pueden construir el discurso. O esto es, al menos, lo que propone Nina Simon, quien afirma que el museo es una «institución que sirve como una plataforma que conecta a diferentes usuarios que actúan como creadores de contenido, distribuidores, consumidores, críticos y colaboradores».

Lo que propone Simon es, dicho con otras palabras, que los diferentes usuarios del museo creen comunidad entre ellos (aunque no se conozcan personalmente) y creen un discurso en el escenario museístico y que el diseñador de las exposiciones sea la mano invisible que permita estas interrelaciones e interacciones. Esta estrategia sí que es significativamente más rupturista que las enunciadas con anterioridad, dado que parece que cada vez más, la figura del comisario se diluye, dando todo el protagonismo al usuario del museo.

Con esta estrategia se conseguirá:

  • Implicar al usuario del museo.
  • Mejorar la inclusión de diferentes colectivos.
  • Mejorar la accesibilidad.
  • Crear una comunidad activa.
  • Tener visitas recurrentes.
  • Aumentar las ventas.
  • Hacer más sostenible el museo.
  • Observar el museo desde diferentes perspectivas.

Aunque la teoría de Nina Simon ahonda muchísimo más sobre estas cuestiones y, de hecho, te recomiendo la lectura de su libro (que es gratuito), mi objetivo con este artículo no era entrar a valorar toda su obra sino plantear unas preguntas que den pie a un debate:

  • ¿Debe ser el museo un espacio colaborativo?
  •  ¿Debe el comisario situarse en un segundo plano respecto del visitante?
  • ¿Está capacitado el usuario de museos para construir un discurso?
  • ¿No es posible que se desvirtúe por completo el significado de las piezas expuestas?
  • ¿Tiene un límite lo colaborativo?
  • ¿Es acaso una moda pasajera?
  • ¿Querrá el usuario participar?

Espero tu respuesta.

Referencias

Desde el año 2006, Nina Simon ha estado reflexionando sobre estos temas en su blog «Museum 2.0». Aquí encontrarás cientos de entradas sobre este tema.

Blog de Nina Simon

Muy recomendable su libro «The Participatory Museum». Puedes leerlo on-line o comprarlo a través de los principales distribuidores digitales si estás interesado.

Libro «The Participatory Museum»

Hooper-Greenhill, E., Museums and the Interpretation of Visual Culture, Routledge, Londres, 2000.

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(*) Imagen de Portada: Ryan McGuire. Creative Commons License.