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Galería central del Museo del Prado, Madrid.

Mientras que se tomaban medidas de reparación y prevención ante posibles ataques sobre el Museo del Prado, el gobierno de la República iniciaba los preparativos para su traslado a la ciudad de Valencia. El 5 de noviembre de 1936, antes del ataque del 16 de noviembre, se había tomado la decisión de evacuar las piezas más destacadas de la colección del Museo del Prado a Valencia. La razón: todos los objetos de valor que formaban el Patrimonio Artístico debían estas en el mismo lugar que el Gobierno de la República.

El Traslado a Valencia

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Traslado de San Francisco el Grande.

A pesar de que no hubo acuerdo unánime, y de las condiciones de precariedad y urgencia en los primeros momentos del traslado, el trabajo de selección, embalaje -destacando la labor de la familia Macarrón- y transporte fue digno de mención. Entre el 10 de noviembre de 1936 y el 8 de enero de 1939 se registraron 26 expediciones con obras seleccionadas del Museo del Prado.

Las obras fueron depositadas en las torres de Serranos y la iglesia monasterio del Patriarca, tomándose las correspondientes medidas de seguridad y acondicionamiento, sin reparar en gastos y con las últimas innovaciones; un detalle significante, si pensamos en las prioridades bélicas del momento.

¿Por qué no hace el pueblo íbero un poco el chamarilero?
¿Por qué no cambia Tizianos por bombas para aeroplanos?
¿Por qué no cambia Murillos por material de gris brillo?
¿Por qué no cede algún Greco por rifles de tiro seco?

La primera expedición

La primera expedición, dirigida por María Teresa León, miembro de la Alianza de Intelectuales Antifascista, tuvo lugar el 10 de noviembre de 1936, sin control técnico ni gubernamental, fruto de la improvisación debido a la situación de emergencia; el convoy estuvo acompañado por artistas, intelectuales y científicos de la época, en un acto propagandístico dirigido por la Alianza de Intelectuales, cuyo lema era Valencia como foco cultural republicano.

Las órdenes de traslado se iban sucediendo

  • El Emperador Carlos V a caballo en Mülberg, de Tiziano.
  • La rendición de Breda, de Velázquez.
  • El dos y el tres de mayo, de Goya.
  • La Sagrada Familia del roble, de Rafael.
  • Las Tres Gracias, de Rubens.
  • Adán y Eva, de Durero.
  • Hasta un total de 457 obras, 181 dibujos, y el conjunto artístico del Tesoro del Delfín.

Reacciones nacionales e internacionales

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Sociedad de Naciones en Valencia.

La reacción ante los traslados no se hizo de esperar. Desde el bando franquista se levantaron voces de protesta, acusando al bando republicano de pretender vender las obras evacuadas para comprar armamento. Incluso hubo en las filas republicanas quienes exigían la venta de algunas de las obras para solucionar la citada escasez de armamento.

No faltaron las voces desde el extranjero; la preocupación por parte de la Sociedad de Naciones y de la Oficina Internacional de los Museos se hizo notar. Pero el gobierno republicano no aceptó una intervención directa en un asunto que consideraba cuestión exclusiva de estado; así que la intervención extranjera se limitó a consejos e inspecciones que evidenciaron la buena gestión del Gobierno. Lejos de canjear balas por pinturas, y no tanto por la conservación y protección de la colección, la actitud del Gobierno residía en seguir ejerciendo el control directo sobre el tesoro artístico español.

No sólo el gobierno republicano llevaba a cabo labores de salvamento del patrimonio histórico-artístico español. A pesar de que no era su prioridad, y que los resultados no fueron tan significativos, el bando franquista creó las Juntas de Cultura Histórica y del Tesoro Artístico, cuya misión era la conservación del patrimonio.

A esta situación de salvaguarda por parte de los dos bandos enfrentados cabe añadir la aparición de un mercado clandestino de obras robadas en España o exportadas ilegalmente, resultado de una falta de coordinación del resto de los gobiernos occidentales, y de la situación bélica del momento.

El Traslado a Cataluña

Volviendo a Valencia, el avance del bando franquista hacia el Levante durante el mes de marzo de 1938 provocó la decisión de trasladar las obras hacia Cataluña. Los traslados fueron precipitados e improvisados, sin contar con los medios adecuados, en una situación cada vez más precaria. Ejemplo de ello fue el accidente que sufrieron el Dos y Tres de Mayo, de Goya, cuyo camión en el que viajaban chocó contra una casa bombardeada, desprendiéndose un balcón que caería sobre los lienzos, provocando serios daños.

Tres fueron los nuevos depósitos de las obras:

  1. El Castillo de Peralada, a las afueras de Figueras, donde fueron destinadas las obras más importantes provenientes del Museo del Prado, de El Escorial, de la Real Academia de Bellas Artes y el Palacio de Liria.
  2. El Castillo de San Fernando, también en Figueras.
  3. La mina de talco de La Vajol, cerca de la frontera.

Tanto el Castillo de Perelada como el Castillo de San Fernando suponían un riesgo -a pesar del acondicionamiento, de la instalación de un taller de restauración y del destacamento de soldados que vigilaban-, ya que albergaban gran cantidad de material bélico, convirtiéndolos en objetivo militar.

A finales de 1938 se elaboró un proyecto de depósito especial a prueba de bombas, destinado a concentrar todas las obras de arte distribuidas por el territorio catalán; un proyecto que no pudo llevarse a cabo. La derrota republicana en la batalla del Ebro supuso un cambio de planes. El 26 de enero de 1939, el bando franquista entra en Barcelona. Arrinconado en la región norteña del Empordà, y ante el posible peligro que corría el Tesoro Artístico Español, Azaña, auspiciado por Timoteo Pérez Rubio, decide permitir la intervención extranjera.

Referencias:

AA VV, Arte protegido: Memoria de la Junta del Tesoro Artístico durante la Guerra Civil. Museo Nacional del Prado del 27 de junio al 14 de septiembre de 2003.