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Números 23 y 25 de Brook Street, Londres. (*)

Las casas museo son, por definición, aquellos lugares de residencia donde se instala un museo en honor a su antiguo inquilino. Son importantes porque permiten conocer la historia más íntima del personaje recordado. Equivalen a la lectura de su correspondencia, en una suerte de cotilleo que tanto interesa a los historiadores. El inconveniente es que, al contrario de lo que sucede con el intercambio epistolar (que permite una mayor fidelidad de interpretación), las casas museo no suelen conservarse en la forma en que el difunto las abandonó.

No se trata de una crítica destructiva, es más, es un reconocimiento al esfuerzo de los conservadores y restauradores que hacen posible la difícil labor de recrear los espacios de habitación. Es lógico, por ejemplo, que no se conserven todos los muebles de la casa o que hayan desaparecido los objetos de uso cotidiano de la persona porque en su momento no se consideraron de valor. No es el caso, por ejemplo, de la excelente casa museo del arquitecto Sir John Soane, que se conserva prácticamente idéntica a como la dejó en 1837, por deseo expreso de su propietario.

Casa Museo Georg Friedrich Händel

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George Friedric Händel retratado por Balthasar Denner. (*)

Sin embargo, por avatares del destino, desafortunadamente no podemos decir lo mismo de la casa museo del compositor alemán nacionalizado inglés Georg Friedrich Händel, cuya vida estuvo muy ligada a la ciudad de Londres. El famoso músico, autor del Mesías, compuso esta obra en 1741 cuando residía en el número 25 de la calle Brook Street en Londres, en el acomodado barrio de Mayfair.

Händel ocupó esta vivienda desde 1723 hasta el final de sus días en el año 1759, es decir, treinta y seis años. Se trataba de una casa de tres plantas con buhardilla y un sótano donde se ubicaba la cocina. En la primera planta se encontraba la recepción y las habitaciones de entretenimiento, donde Händel ensayaba y ofrecía pequeños conciertos a sus amigos más cercanos. En la segunda planta se encontraba el dormitorio del compositor y en la buhardilla dormían los sirvientes del maestro.

Tras la muerte de Händel en 1759, la casa pasó a manos de otras personas, hasta que en 1905 fue reconvertida en una tienda que ocupaba la primera y segunda planta. No fue hasta 1959 (bicentenario del fallecimiento de Händel), cuando el musicólogo Stanley Sadie propuso que el inmueble fuera reconvertido en un museo. Sin embargo, hubo que esperar hasta 1990 para que el proyecto empezara a tomar forma, ya que era necesario reunir los fondos públicos necesarios para su apertura, que tuvo lugar en 2001.

La casa museo ocupa actualmente las plantas superiores de los números 23 y 25 de Brook Street, el primero como espacio de oficinas y el segundo como museo propiamente dicho. Los interiores fueron completamente reformados, para que volvieran a tener el aspecto que lucían en su origen. Algunos elementos presentaban un buen estado de conservación, como la escalera. Sin embargo, otros tuvieron que ser restituidos siguiendo la estética georgiana primigenia. Afortunadamente se contaba con un inventario fechado en 1759, justo el año de fallecimiento de Händel, por lo que pudieron acometerse las intervenciones con un menor margen de error. No obstante, el mobiliario utilizado no es el original y los clavecines que allí se exponen no pertenecieron al compositor.

Al margen de los problemas técnicos que planteó la rehabilitación y sus consecuencias en la fidelidad de la recreación de los espacios, es preciso enunciar dos debates paralelos que surgen en torno a este museo. El primero de ellos, alude a la cuestión de la rehabilitación de espacio museístico dedicado, en principio, a la música; y, el segundo lugar, se refiere al tratamiento que recibe el inmueble situado en el número 23 de la misma calle, lugar que sirvió de residencia al guitarrista virtuoso Jimi Hendrix desde 1968 hasta 1970.

Sería extremadamente problemático abordar el primero de los debates en tan corto espacio, pero sí queremos al menos esbozar la complejidad de llevar a la práctica un museo cuyo objeto de exposición sea intangible, es decir, la música. Sería imposible concebir la casa museo de Händel sin elementos que nos remitieran a la música. El problema es que no se trata de un arte visual sino sonoro, por lo que es importante agudizar el ingenio para dotar al museo de referencias explícitas a la música.

En este caso, se ha resuelto de forma adecuada porque, además de los clavecines, los espacios se han revestido de óleos que representan escenas musicales e incluso algunas partituras están a la vista del visitante. Pero para completar el discurso museístico, se hacía necesario introducir el sonido, porque de otra manera, un museo de la música habría sido en realidad un museo del silencio. Por ello, el museo ofrece periódicamente recitales en los que se interpretan obras de Händel, que además, son ejecutadas con instrumentos de la época, lo que nos indica que hay una intención de preservar el rigor histórico en estos conciertos.

La Casa de Jimi Hendrix

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Jimi Hendrix Experience. (*)

Ahora bien, si todo (o casi todo) son elogios para este lugar, no podemos opinar lo mismo con respecto al tratamiento que ha recibido hasta el momento la que fue la residencia oficial de Jimi Hendrix desde 1968 hasta su muerte dos años más tarde. Las comparaciones son odiosas, pero son inevitables, y no es lo mismo una casa museo que una placa conmemorativa, que es el elemento que se ha utilizado para recordar al compositor de Voodoo Child o Purple Haze.

Probablemente, no es de justicia que dos músicos (algunos dirían que uno de música culta y otra popular) de importancia vital para comprender la música del siglo XVIII y del XX respectivamente reciban un tratamiento tan dispar. Incluso para entender el propio devenir de la ciudad de Londres como lugar ciertamente vinculado a la música popular, sería interesante valorar más la posibilidad de abrir de forma permanente una casa museo de Jimi Hendrix. No sólo por razones históricas sino incluso de explotación turística, ya que seguro que sería un foco de atracción de admiradores del artista.

En cualquier caso, es preciso reconocer también que desde el año 2010, al menos se le dedicó una pequeña exposición que llevó por título Hendrix in Britain, para conmemorar los cuarenta años del fallecimiento del artista, lo que quizás indica un cambio de mentalidad y quien sabe si en un futuro cercano podremos visitar de forma permanente el lugar en el que Hendrix pasó los últimos años de su vida.

(*) Imágenes: David Holton London. National Portrait Gallery. Public Domain. Creative Commons License.