Rothko

Visitantes del MoMA de San Francisco contemplan una obra de Rothko.

A menudo visitar un museo se convierte en una experiencia estresante, ya sea por las colas que se forman para comprar la entrada o porque queremos ver toda la colección en un par de horas. Sin embargo, como dice el refrán popular: «las prisas son malas consejeras». Significa que para ir a un museo es necesario tomárselo con calma y, en la medida de lo posible, no ir corriendo de una sala a otra para tratar de verlo todo.

Esto puede ocurrir porque en el museo se produce la ilusión de que con el simple hecho de recorrer las salas ya se ha visto todo el museo. Sin embargo, esto no es así, porque al final acaban fatigándose el cuerpo y la mente. Por eso, nuestra primera recomendación al respecto consiste en no recorrer los espacios del museo como se recorren los pasillos del suburbano, ya que de lo contrario no veremos las piezas y, lo que es más importante, tampoco las contemplaremos.

¿Cómo?

El simple hecho de verlas no garantiza ni que se aprenda de ellas ni que se disfruten, pero lo importante es saber diferenciar si se están viendo las obras o si se están contemplando. Y aquí es donde te proponemos una técnica: si estás delante de la obra y mentalmente la estás describiendo es que la estás contemplando, mientras que si solo te limitas a leer una cartela explicativa y a deambular por las salas, entonces solo estarás viendo las obras, lo que equivale a olvidarlas o a retener muy poca información sobre ellas.

No obstante, con esta técnica de la descripción, es posible sacar más provecho a la visita y disfrutar, porque le estaremos asignando nombres a las cosas. Por ejemplo, si nos encontramos visitando un museo de ciencias naturales, como el Natural History de Londres, y ante nuestra vista se muestra un ejemplar de una ave disecada, prenderemos mucho más si durante uno o dos minutos describimos mentalmente aquello que vemos, porque de esa forma descubriremos muchísimos más detalles que anteriormente y podremos diferenciarla de otras aves.

¿Por qué?

Caspar David Friedrich, Monje mirando al mar.

Caspar David Friedric, Monje en la orilla del mar, 1808-1810.

Lo mismo ocurre con respecto a un museo de arte, como puede ser la Alte Nationalgalerie de Berlín; si estamos contemplando una pintura de Caspar David Friedrich (como Monje a la orilla del mar), no es lo mismo pasear los ojos por el cuadro sin fijar la mirada que describir minuciosamente todo lo que se ve. Es la diferencia que existe entre ver un árbol o ver un naranjo que ha dado sus frutos, y de lo cual deducimos que la escena se desarrolla en un lugar de clima templado.

Al ver un retrato, la situación es la misma, podemos ver a una persona o podemos ver el rostro de un escritor del siglo XIX con un nombre determinado y que escribió unos libros que pudieron haber cambiado la historia de la humanidad.

Si vas acompañado al museo, la técnica de la descripción es todavía más efectiva, ya que el simple hecho de enunciar en voz alta la descripción hace que el conocimiento se fije mucho más en nuestra mente y, además, la persona que nos acompaña puede advertir detalles ocultos que no habíamos detectado.

Pero si de verdad quieres que esta técnica sea muchísimo más efectiva todavía, se pueden realizar dos ejercicios más:

  • El primero consistiría en poner por escrito lo que se muestran ante nuestros ojos.
  • El segundo, en dibujarlo. No es nada descabellado ni ridículo, los estudiantes de diseño de Londres acuden frecuentemente al Victoria and Albert Museum a dibujar piezas de forja, tallas, o vidrios para aprender más. No se limitan a mirar sino que tratan de dibujarlo.

Por otra parte, no puede pasar desapercibido que para disponer del suficiente tiempo para describir las obras es casi imprescindible sacrificar la observación de otras obras. Es mejor asumir esto: los museos no se pueden ver de una sola vez, exceptuando aquellos que poseen una colección muy pequeña o de escasa relevancia. Por lo tanto, aunque en el apartado referido a la planificación del museo ya sugerimos una selección previa de obras, volvemos a indicarlo ahora añadiendo que, para evitar este problema, una vez que te encuentres en el museo te hagas con un plano y delimites claramente qué salas no vas a ver o, por lo menos, en cuáles no te vas a detener durante
demasiado tiempo.

Ese extraño lugar llamado museo

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(*) Imagen: Cloud2013. Creative Commons License.