Os voy a contar una situación real que, tristemente, pasa con demasiada frecuencia y es extrapolable a muchas otras profesiones. Es un granito de arena que, espero, genere una reflexión que ayude al cambio.
Mi marido y yo vamos con otra pareja al bar que ha montado un amigo, para que conozcan el lugar y, si les gusta, pues mejor que vayan a comer allí que a otro sitio, ¿no? Dejamos que nuestro amigo nos aconseje y nos trae entrantes, algunos platos para picar entre todos y varios postres, y nosotros no escatimamos con las bebidas. Al acabar, viene a nuestra mesa y nos pregunta qué tal todo. Exageramos con los cumplidos de su comida, que total, él es también el cocinero y se está esforzando.
Hasta ahora, todo parece normal, pero nos acercamos al momento que justifica que haya escrito este post. Me dice que como trabajo haciendo recorridos culturales por la ciudad y le interesa mucho el tema, a ver si quedamos algún día que descanse y le hago una visita por el centro a él y a su novia, así podemos echar una buena tarde, sin prisas, y aprovechamos para tomarnos unas tapitas cuando acabemos. Por la conversación, queda claro que lo que él me está proponiendo es que les haga una visita privada y gratis. Por supuesto, no entra en su cabeza pagarme por pasarme varias horas contándole cosas que he tardado años en aprender, verificar, adaptar, unificar en un discurso estructurado y condicionarlo a un recorrido factible. Algo por lo que cobro. Fuerzo una sonrisa y le digo que claro, que cuando tengamos un rato que nos venga bien a ambos, lo que en mi mente suena a que trabajaré gratis para él en mi día libre.
Pero bueno, es mi amigo. Que podría haberme preguntado por los horarios de los grupos y haber pagado como cualquier otro. Y yo le habría hecho un descuento o no le hubiera cobrado, por ser quien es.
Llegamos al cenit del asunto. Tras la conversación, nos trae la factura y está todo incluido en ella, todo y cuanto nos ha ido poniendo en la mesa, elegido por él, para sus amigos. No falta nada, ni uno de los postres, ni una bebida, no hay ningún descuento por ser quien soy. Y para colmo, es demasiado caro para la calidad que ofrece. Eso sí, nos agradece que hayamos traído a más gente y nos dice que espera que volvamos pronto.
Pagamos, nos despedimos y cuando estoy en la puerta me recuerda que en cuanto tenga una tarde libre me avisa para la visita que tenemos pendiente. Intento que mis facciones no denoten lo que estoy pensando mientras salgo lo más rápido posible de ese lugar, sintiéndome humillada.
¿Y por qué? Porque acaban de menospreciar mi trabajo, y lo peor de todo, que ni siquiera ha sido queriendo. Es evidente que si voy a comer a un bar tengo que pagar lo que consumo, hay un intercambio de un producto físico que tiene un precio y nadie se lo plantea. Mi trabajo no es así, el producto que yo ofrezco no es palpable, pero eso no implica que se minusvalore hasta el punto de que se dé por hecho que voy a trabajar gratis. Es más, no ha sido considerado trabajo, sino dar un paseo con amigos mientras hablo.
Duele y enfada a partes iguales. Si yo he pagado por su trabajo cada céntimo del precio desorbitado que me ha pedido, sin cuestionárselo, por qué no se cuestiona que ha dado por hecho que voy yo a regalarle el mío.
Hasta aquí mi historia. Ojalá fuera un caso aislado, pero todos sabemos que no. ¿Habéis vivido una situación parecida? Éste es el momento y el lugar para compartirla. Unamos otros granitos de arena.
Postdata: No he hecho esa visita. Ni he vuelto al bar.
(*) Imagen: Wikimedia Commons. Public Domain.
Alegra García
21 julio, 2015 |
Triste pero real. Yo también lo he sufrido con las visitas y los conocidos y, lo que es peor, con instituciones que piensan que estás desesperado por tener un papelito y que trabajarás gratis para ellos todo lo que haga falta. El problema es el que indicas: al ser algo intangible cuesta que se le dé valor, cuando todos sabemos lo que supone preparar un itinerario (en condiciones) o un material didáctico; no es algo que se haga en cinco minutos. Supongo que hay gente que piensa que uno nace sabiendo todos los datos del mundo mundial por el simple hecho de ser historiador. Adquirir esos conocimientos y «tratarlos» supone tiempo, capacidad y, en ocasiones, dinero. Sin embargo, siempre habrá alguien que lo haga gratis: al amigo o al museo de turno…Es un círculo vicioso difícil de romper. ¡Un saludo!
Pepe Hernández
21 julio, 2015 |
Muy de acuerdo con tu postura, es más, me gustaría añadir una pequeña faceta sobre el trabajo gratuito dentro del mundo de la cultura. Porque ya no son las personas ajenas al sector las que menosprecian esas habilidades o conocimientos, sino las mismas galerías, ferias de arte, museos… el mismísimo sector. Me refiero ni más ni menos que al voluntariado. Ese gran negocio que se han montado alegando que los recién salidos de la carrera no tenemos experiencia y debemos hacer voluntariados para cogerla. Y el susodicho voluntario trabaja, sin seguro, sin sueldo y haciendo los trabajos que obviamente nadie quiere hacer. Es el mejor invento desde el becario (nótese la ironía).
Por suerte o por desgracia yo he sido voluntario en varias ocasiones debido a diversos factores que no vienen al caso y nunca más, recomendaría a cualquiera que pueda leer esto que jamás haga un voluntariado, aunque os amenacen con falta de experiencia, si nadie lo hace gratis se verán obligados a contratar. El problema es el que han dicho en anteriores comentarios, siempre habrá alguien que lo haga gratis, y no sería caso extraño que un museo tenga guías voluntarios no especializados que se aprenden el discurso de memoria, lo sueltan y adelante. Realmente vergonzoso, sobre todo porque deberíamos apoyarnos unos a otros, ya que desde otras esferas nos apoyan bastante poco, más bien se apoyan en nuestras cabezas para aplastarnos.
¡Un saludo, y ánimo!
Myosotis
21 julio, 2015 |
TO-TAL-MEN-TE
identificada. No sólo con el cliente, que me llega a decir que 5€ por
el grupo si quiero y, si no, también, que me han llegado a preguntar
enfadados qeu entonces yo cuánto gano en una hora (no cuentan o no saben
lo que es ser autónomo), que me han llegado a gritar en la cara que no
piensan pagar por todo y mil cosas más, sino por familiares, que piensan
que cobro un montón por no hacer nada. Que creen que yo estoy de paseo
por Sevilla pasándolo genial, que mi trabajo es secundario y que puedo
pasarme un par de día sin ir a trabajar, porque, total, ¿qué hace?
¿estar en la puerta como están las que venden romero? Para eso no hace
falta tanta parafernalia… y nadie ve, ni sospecha, todo el trabajo,
las horas que hay detrás de estudios, de ponerse al día, de contrastar
información, el desgaste de voz, que a lo mejor 20€ es lo que se cobra
ese día, y de ahí hay que pagar impuesto, que se puede quedar la
ganancia total de ese día en menos de 15€.
Y
extrapolo esto también a los artesanos. Los que aún hacen artesanía y
les dicen en la cara que es muy caro cuando venden, sin querer ver el
coste del instrumental y la materia prima, sin querer ver la cantidad de
pruebas que hay detrás para que salga el trabajo perfecto (el que se
ofrece al público).
La gente en general no suele apreciar nada de esto. Luego, hay días en que sí que te valoran, pero los días como éstos en que no… te preguntas qué le pasa a la gente por la cabeza.
Myosotis
21 julio, 2015 |
BRAVO POR LO DEL VOLUNTARIADO O LA HORAS DE PRÁCTICAS SIN COBRAR. Hay trabajos que se han llegado a comer una semana entera de horas de prácticas y yo no he visto un duro. Con la tontería de la experiencia, como bien dices. Llega el final de la práctica y te dicen que, a pesar de haber hecho ventas muy buenas, que no das el perfil y se buscan a otra pardilla. Eso me pasó en una tienda de ropa, que ha quebrado Y ME ALEGRO. ni una vez más. Yo ya hice mis prácticas. Quien quiera que trabaje, que me pague.
Alegra García
22 julio, 2015 |
Veo que todos tenemos nuestros típicos clientes del «qué caro eres», cuando, como indicas, no saben lo que es pagar el autonómos, el iva, el irpf, el seguro de responsabilidad civil, los materiales (si usas durante la visita), etc, etc. La ganancia bruta es a veces irrisoria. Porque uno tiene vocación, que si no… Pero ahí el fallo está en el cliente, que no tiene la educación suficiente como consumidor para valorar estas cosas. Somos el país del todo gratis y esa mentalidad, tan arraigada, ha hecho demasiado daño…