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Iniciamos una semana temática dedicada al comentario de obras de arte. En esta ocasión comenzamos hablando de una interesante obra que conserva el Museo del Prado: La Crucifixión de Juan de Flandes. A lo largo de la semana seguiremos publicando otros comentarios de obras relacionadas, dentro de este programa de difusión de obras de arte que hemos querido llamar 1 Día 1 Obra de Arte. Lo hacemos, además, con dos objetivos:

  1. Para hacer más inteligibles los museos. Queremos que cuando vayas al museo entiendas lo que ves.
  2. Para que puedas imprimir esta información y llevarla contigo al museo.

La Crucifixión de Juan de Flandes

La escena representa la Crucifixión de Cristo. Es una imagen que presenta una gran monumentalidad y una gran originalidad en la composición. Se advierten ya ciertas influencias del arte italiano, sobre todo de Mantegna. Reduce considerablemente el número de personajes y tiene un punto de vista bajo debido a su colocación.

Escena Principal: Cristo crucificado

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En el eje de la composición, en un plano paralelo al de la superficie del cuadro, Juan de Flandes dispuso a Cristo clavado con tres clavos a la cruz, de acuerdo con una iconografía fijada desde el siglo XIII. Lo muestra muerto con la corona de espinas y la sangre manando de sus heridas. Al insistir en los aspectos emocionales trató de dar una imagen lo más conmovedora posible. El Cristo es de carácter ecléctico, que toma influencia de distintos autores primitivos flamencos. El cuerpo aparece siguiendo la verticalidad de la cruz sin flexionar las piernas pero esta frontalidad inmóvil se compensa con el dinamismo del paño de pureza y la filacteria que está sobre su cabeza. Se sabe que está representado ya muerto porque está atardeciendo.

Los parientes y discípulos de Cristo: La Virgen, San Juan, la Magdalena y las dos Marías

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Destaca la Virgen sentada sobre una piedra con el rostro cubierto de lágrimas, a punto de perder el sentido. El modo en que Juan de Flandes representa a María en esta tabla se aleja del de otros artistas flamencos, en lugar de mostrarla desfallecida al ver que atraviesan el costado de su hijo, permanece aislada en su propio dolor. De espaldas a Cristo se encuentran las dos Marías, María Cleofás y María Salomé con el rostro cubierto de lágrimas. Una está de pie, junto a la Virgen, en un nivel más bajo que ella, con las manos juntas en actitud orante y la otra, tras ella, de pie sobre la terraza rocosa. A la izquierda, en el extremo de la tabla, se representa a San Juan, el amado discípulo. Al pie de la cruz aunque sin abrazarse a ella, aparece la Magdalena, ricamente vestida a la moda castellana de la época, con las manos separadas en actitud de oración y levantando su rostro dolorido hacia Cristo. Pese a que no necesita el tarro de ungüentos, se incorpora su atributo para subrayar la idea del perdón de los pecados.

Los convertidos: soldado con lanza, centurión a caballo y jinete

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El único identificado es el centurión a caballo, que, convertido por la muerte de Cristo había exclamado: “Verdaderamente Éste era el hijo de Dios”. También puede identificarse con el soldado anónimo, el soldado con armadura de época y una lanza en la mano, de espaldas, en primer plano, a la derecha de la tabla. Según el Evangelio de San Juan fue el encargado de que se cumplieran las profecías del Antiguo Testamento: “No romperéis ni uno solo de sus huesos”. Al estar Cristo ya muerto, no le rompió las piernas como a los dos ladrones, sino que le atravesó el costado con su lanza y al instante salió sangre y agua, como la que Juan de Flandes hizo manar de la herida de su costado.

Calavera y fémur

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En el centro de la composición, en primer plano, dispone una calavera y un fémur. Los destaca al situarlos en alto, por encima del nivel de la terraza, y separarlos de las otras dos calaveras y los huesos que aparecen semiocultos sobre ella. Sin duda, la primera calavera es la que la leyenda identifica con la de Adán, que habría sido enterrado en el Gólgota, en el mismo lugar en que se elevó la cruz de Cristo. Se incorporan además una serie de piedras preciosas que evocan el Paraíso.

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