William Hogarth, El análisis de la belleza, 1753.

William Hogarth, El análisis de la belleza, 1753.

Terminamos la serie de artículos dedicados al periodista, escritor y teórico del arte Joseph Addison con un post sobre el concepto de belleza en el siglo XVIII. Si te ha interesado el tema te recomiendo que leas el libro de los Placeres de la Imaginación, editado por La Balsa de la Medusa y comentado en profundidad por la historiadora del arte Tonia Raquejo. Para realizar esta serie me he basado en muchos de sus escritos, así que desde aquí mi reconocimiento a su labor.

El concepto de belleza en el siglo XVIII

Si hasta el siglo XVII la belleza había sido la categoría central (o la única), una centuria después otras empezarían a formar parte del debate estético. Hablamos, claro está, de lo sublime, lo pintoresco e incluso lo cómico.

Resulta muy complejo desentrañar qué se esconde tras el concepto de belleza del dieciocho, pero lo que sí está claro es que estamos empezando a asistir a un proceso de subjetivación de dicho concepto o, lo que es lo mismo, la belleza ya no es algo objetivo sino que, por el contrario, la noción de belleza está en el individuo que lo mira.

Hutcheson

La propia estética inglesa parece renunciar a dar una definición de lo que en sí mismo es la belleza. Son varios autores los que tratan este tema, Hutcheson, por ejemplo, distingue entre dos tipos de belleza:

  • La belleza absoluta: aquella que es percibida por el sentido interno en objetos en los que hay uniformidad en la variedad. Esta tipología haría alusión a ese lastre que la belleza de tipo clásica venía imponiendo desde tiempo atrás, es decir, la belleza objetiva.
  • La belleza relativa: en la que el individuo goza de la representación de un objeto. Ésta sería una novedad en cuanto a la concepción de la belleza, puesto que, trata la belleza como algo subjetivo, remitiéndonos a la percepción del placer que nos produce la representación de cierto tipo de objetos.

Addison

Addison, por su parte, sostiene de forma implícita que la belleza no tiene que ver con la razón, ya que es una cualidad que reconocemos instantáneamente sin la necesidad de indagar sus causas. De esta manera, adelanta el concepto de la belleza como pasión, desarrollado posteriormente por Edmund Burke.

En realidad, poco más habla Addison sobre la belleza, a la que, en realidad, no llega a definir como categoría sino que más bien reduce a un adjetivo que a menudo compara con lo grande y lo singular, términos que desde el punto de vista estético le interesan mucho más.

En Los Placeres de La Imaginación hallamos escasos indicios de la concepción de lo bello en Addison, pero intentaré en los siguientes párrafos extraer las ideas principales:

No hay nada que más directamente camina el alma que la belleza, la cual difunde luego una satisfacción y complacencia secreta por la imaginación, y da la última perfección a todo lo que es grande o singular. Basta descubrirla [la belleza] para que el ánimo se llene de una alegría interior y para que se esparza un agrado y deleite por todas sus facultades.

Como vemos, la definición de la belleza no está clara, y se confunde con lo grande y lo singular. Pero, por otro lado, la describe como una especie de emoción interior, lo que luego motivaría a Burke a entender la belleza como emoción.

Luego, Addison reflexiona sobre la belleza como lo opuesto de la deformidad, pero argumenta también que la belleza es una adquisición cultural por parte del individuo –algo muy novedoso-, ya que:

Pudiéramos haber sido formados de manera que lo que ahora nos es molesto, pudiera habernos parecido agradable.

De otra parte, el escritor inglés, se centra en el hecho artístico y particularmente en lo que significa la belleza en este contexto y nos dice que tanto en la naturaleza como en el arte puede haber belleza, pero que siempre la contemplación de la naturaleza será más bella porque es una creación del Dios creador. Sin embargo, la belleza en el arte consiste en la alegría o variedad de los colores, en la simetría y proporción de las partes, en la ordenación y disposición de los cuerpos o en la adecuada concurrencia de todas estas.

Esto demuestra que Addison todavía no se desprende de ese ideal clásico de belleza, entendido tal como la simetría, proporción y orden, etc. No obstante, introduce una novedad muy interesante, cuando se centra en el color. Recordemos que los pintores neoclásicos abogaban por una pintura donde el dibujo fuera el elemento principal de la composición, dejando el color en un segundo plano. Sin embargo, Addison, escribe que el color es el tipo de belleza que más complace a la vista, algo que luego los románticos tomarán como modelo a seguir.

Por último, Addison proclama que:

El Hacedor ha hecho agradable lo que es bello en otros objetos, o más bien ha hecho que parezcan bellos tantos objetos, para que la creación entera resultara risueña y deliciosa…

Esto significa que Dios (lo más sublime) está detrás de la belleza, y la crea para hacer un mundo más placentero a los seres humanos. Más tarde, Nietzsche cambiaría radicalmente el pensamiento estético al eliminar a Dios de la ecuación, pero esa es otra historia…

Referencias

ADDISON, Joseph: Los Placeres de la Imaginación, [Tonia Raquejo ed.], Visor, Madrid, 1991.

BOZAL, Valeriano: Historia de las ideas estéticas y de las teorías estéticas contemporáneas, Visor, Madrid, 1996.

BURKE, Edmund: Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y lo bello, Tecnos, Madrid, 1985.

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(*) Imagen: Wikimedia Commons. Public Domain.