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¿Cuántas horas al día pasamos delante de una pantalla de ordenador, móvil, i-pad o simplemente un televisor? Muchas, más de las que deberíamos seguramente. Durante las horas de trabajo estamos frente a un ordenador; cuando nos dirigimos a casa vamos mirando el móvil si vamos en transporte público o caminando; una vez que hemos llegado a casa volvemos a encender un ordenador, o un televisor, o seguimos con el móvil…

Estos hábitos de conducta seguro que no son demasiado saludables, no solo porque agotan la vista, sino también porque fomentan el sedentarismo y poco a poco comprobamos que van decayendo las facultades mentales y físicas. Por este motivo, me propongo con este artículo una noble labor: intentar reivindicar las actividades culturales analógicas en contraposición a aquellas que son digitales.

He de advertir, antes que nada, que no me considero un tecnófobo ni nada por el estilo. Es más, me encanta la tecnología y, en parte, este artículo lo escribo para obligarme a aplicar estas medidas porque, como a todos, la tecnología nos tiene un poco absorbidos. Además, considero que la tecnología tiene muchísimos beneficios, sobre todo para estar en contacto con personas lejanas, para estar bien informado o para dar a conocer tu trabajo, por ejemplo.

Me propongo con este artículo una noble labor: intentar reivindicar las actividades culturales analógicas en contraposición a aquellas que son digitales

No obstante, hemos llegado a un punto de saturación tal que considero que es necesario re-humanizar (si se me permite el término) la cultura y, más concretamente, las actividades culturales. Soy consciente de que no es una labor fácil y que la tecnificación sigue su curso, pero también percibo por mis propios ojos que la cultura mediterránea, la cultura latina, sigue valorando los espacios abiertos y la calidez de las relaciones humanas, por lo que todavía existe la esperanza de que esta tendencia no sea irreversible.

Hablaré de lo que conozco en calidad de usuario, en el ámbito de la formación y en el ámbito profesional. Me centraré en las exposiciones que llevan a cabo los museos, porque me parece que siguen siendo el paradigma de actividad cultural analógica, en el sentido de que es una actividad en la que no existe un medio que se interponga entre la obra de arte y nosotros, excepto nuestros propios sentidos.

Mis 7 propuestas

No quiero ponerme filosófico (aunque disfruto con ello) ni adentrarme en el fascinante mundo de las percepciones sensoriales, lo haré lo más simple que pueda:

  1. Quiero estar directamente frente a la obra de arte sin nada que se interponga ante mi mirada.
  2. No quiero la frialdad del escritorio ni pantallas de ninguna clase.
  3. Quiero que sólo me engañen mis sentidos.
  4. Quiero recorrer una sala, caminar por los pasillos, detenerme cuando yo quiera.
  5. Quiero sentir el cansancio en las piernas.
  6. Quiero comentar la experiencia con un/a acompañante y hablar.
  7. Quiero salir del museo, salir a una terraza, seguir charlando, tomar algo y seguir aprendiendo rodeado de buena compañía.

Hacia una cultura humana y analógica

Esta es la cultura que quiero promover y que promueve Croma, una cultura humanizada, de personas para personas. Nada de cultura industrial ni enlatada, eso suena al pasado, al siglo XX, a las Sopas Campbell de Andy Warhol.

Estamos en la era postindustrial, donde lo humano debe estar siempre en primer plano y donde los medios no deben convertirse en el fin. Los medios son sólo medios, la tecnología es sólo un medio, no un fin en sí mismo. El fin es la belleza, el fin es el conocimiento, el fin es la libertad. Por eso, cuando la tecnología parece que empieza a esclavizarnos, es preciso alzar la mirada, salir de la Matrix y contemplar el mundo con nuestros propios ojos.

Y tú…

  • ¿Qué opinas?
  • ¿Crees que la cultura se está deshumanizando?
  • ¿Crees que hacemos un buen uso de la tecnología para acceder a la cultura?

(*) Imagen de portada: JoJan. Creative Commons License.