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Panorámica de Valencia con la Ciudad de las Artes y las Ciencias.

La elaboración del proyecto de urbanización del solar que ocupa la Ciudad de las Artes y las Ciencias data de 1991, momento en el que el arquitecto valenciano Santiago Calatrava ganó el concurso convocado por la Generalitat Valenciana. Sin embargo, desde finales de los años setenta, empezó a cobrar fuerza la idea de que la ciudad de Valencia debía cambiar su modelo de crecimiento urbanístico ilimitado (derivado del Plan General de Ordenación de 1966) para adaptarse a una nueva realidad social más concienciada con el Medio Ambiente.

El Plan General de Ordenación Urbanística de 1988 (del desarrollismo de Franco al desarrollismo de la pseudodemocracia)

Así, desde 1984 y tras la celebración de las primeras elecciones tras el franquismo, se suprime el antiguo organismo dedicado a las tareas urbanísticas, conocido con el nombre de Gran Valencia -demasiado vinculado a las actuaciones urbanísticas de la época del desarrollismo- para instaurar el Consell Metropolitá de L’Horta, compuesto por los cuarenta y cuatro municipios de la comarca de L’Horta.

El nuevo organismo, supuestamente más democrático, surgía con la intención de implicar a los ayuntamientos en la redacción de proyectos urbanísticos y de esta forma, involucrar también a la ciudadanía en la construcción de la ciudad de Valencia. El inconveniente es que, aunque existía un órgano creado ex profeso para coordinar las actuaciones de todos los ayuntamientos y favorecer una serie de intervenciones coherentes entre sí, lo cierto es que no existió tal coordinación y cada ayuntamiento actuó según sus propios intereses.

A pesar de estas circunstancias, siempre estuvo presente en el pensamiento de la clase política, cualquiera que fuera su signo, la necesidad de redactar un Plan General de Ordenación Urbanística que sirviera de base para ordenar el entramado urbano de la ciudad de Valencia. De esta forma, el texto definitivo fue aprobado en el año 1988 y publicado en el Boletín Oficial del Estado el 14 de enero de 1989 . Este nuevo PGOU, en palabras del entonces alcalde Ricard Pérez Casado:

No nace con vocación de ser uno más en la larga cadena de planes que Valencia ha tenido (y sufrido) desde finales del siglo XIX. No puede ser uno más y, de hecho, sólo tendrá efectividad si sabe ser profundamente distinto y a la vez profundamente respetuoso con la ciudad actual.

Esa necesidad de mantener las distancias con el Plan de 1966 quedó reflejada en las líneas maestras del nuevo Plan, que consistían en la “descalificación del excesivo suelo del PGOU del 66, la protección de la huerta, la primacía del transporte público y la conexión de áreas centrales con poblados marítimos”.

No obstante, pese a las más o menos buenas intenciones con las que se elaboró el proyecto, en la práctica fue casi una continuación de su antecesor y acabó primando la incentivación económica, a través de la realización de nuevos puentes sobre el antiguo cauce del río, numerosos túneles, rotondas y vías para el tráfico privado (restringiendo las del transporte público), o la proliferación de grandes superficies comerciales en el Saler.

A veces la corrupción deja algún espacio a la belleza

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Ciudad de las Ciencias y las Artes, edificio de l’Hemisferic, el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, el Puente de l’Assut de l’Or y el Ágora.

Por otra parte, se inician otra serie de actuaciones más respetuosas con el espíritu del texto, como el ajardinamiento del antiguo cauce del río Turia, el Palau de la Música, el plan de rehabilitación del casco antiguo (Plan Riva), la construcción del Parque Central, la Avenida de Francia o el proyecto, entonces todavía no construido, de la denominada Ciudad de las Ciencias.

Este proyecto de creación de una ciudad dedicada a las ciencias, será retomado posteriormente en el año 1991 tras el cambio de gobierno, que había estado hasta entonces en manos del Partido Socialista y ahora en la coalición del Partido Popular y la Unión Valenciana. Pero desde el primer momento recibirá fuertes críticas debido al inmenso coste y el consiguiente beneficio económico para las grandes constructoras.

Además, la huerta del sur (protegida específicamente por el PGOU) se transformó en una zona de expansión de la ciudad gracias al trazado de una nueva arteria que recibió el nombre de Avenida de Francia y alrededor de la cual se fueron erigiendo toda una serie de infraestructuras como:

  • La Ciudad del Transporte.
  • MercaValencia.
  • La Logística del Puerto.
  • El Centro Comercial El Saler.
  • La Ciudad de las Ciencias.

La idea era que la ciudad se fuera expandiendo para poder ofertarse como una gran metrópolis y, con ello, poder competir con Madrid, Barcelona, Bilbao o Sevilla. Una operación de marketing en la que estaban presentes unas buenas infraestructuras, unos servicios modernos y, en definitiva, una nueva imagen favorable a inversiones extranjeras y al turismo de masas.

¿Cual es el balance final?

Toda esta serie de actuaciones, analizadas a posteriori y comparadas con el texto original redactado en la década de los ochenta, nos muestran un panorama bastante diferente a las pretensiones con las que se elaboró el Plan. No sólo no se contuvo el crecimiento poblacional sino que aumentó considerablemente y esto, en parte, fue motivado por el ensanche hacia el norte y el sur de la ciudad. Aunque también es cierto que se dotó a la ciudad de una potente infraestructura cultural que ha conseguido ser efectiva como atractivo turístico.

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(*) Imágenes: Oscar Anton e Irene Grassi. Flickr Commons, Creative Commons License.