Lo reconozco, soy un sibarita, tanto en lo que se refiere a la gastronomía como en lo que respecta a las artes. Y es que, esta palabra, la de degustar, se suele utilizar muy a menudo en el ámbito culinario y se refiere, según la Real Academia Española, a:
- Probar o catar, generalmente con deleite, alimentos o bebidas.
- Saborear y percibir con deleite otras sensaciones agradables.
Por eso me permito la licencia de usarlo aquí para compartir contigo una serie de consejos que he ido aplicándome a mí mismo durante los años que llevo estudiando las obras de arte y los museos que las albergan. Además, este léxico, el gastronómico quiero decir, no me es ajeno, ya que otra de mis grandes pasiones es la buena cocina, así que a lo largo de estas líneas que me dispongo a escribir utilizaré términos como paladear, saborear, degustar, etc.
¿Quieres saber cómo degustar una obra de arte en un museo?
Comienzo ya a exponer estos tres consejos, pero no sin antes advertir dos cuestiones: la primera es que no todos ellos sirven para todas las personas y que es posible que a ti te funcionen otras maneras de saborear el arte (y que estaría encantado de leer en los comentarios). Yo sólo propongo una cierta fórmula o método para degustar una obra de arte que a mí me funciona. La segunda cuestión, es una grata sorpresa que quiero compartir contigo, y como tal la dejo para el final. Espero que seas capaz de leer primero los consejos y no saltar directamente al último renglón, ya que para degustar, es preciso tener paciencia.
- Consejo #1: Calma, Calma, Calma (slow movement total)
Para degustar una obra de arte expuesta en un museo se necesita congelar el tiempo, que todo transcurra en la quietud y en la calma. Ya sé que esto es casi imposible en los museos en los que existe una afluencia masiva de visitantes, pero es completamente necesario que así sea. Esto no tiene nada que ver con la rentabilidad económica ni con cuestiones mundanas de ese tipo. Aquí hablamos del disfrute de los sentidos y, para eso, todo debe transcurrir a cámara lenta.
Aquí hablamos del disfrute de los sentidos y, para eso, todo debe transcurrir a cámara lenta
Así como en la gastronomía tenemos el slow movement frente a la comida rápida, aquí tenemos que pensar de igual manera, no valen los museos rápidos sino los museos lentos. Ir al museo debería ser muy parecido a asistir a una tradicional ceremonia del té en Japón, donde cada movimiento tiene un significado, donde cada elemento se combina sabiamente para obtener los aromas y sabores más deliciosos, donde la quietud se vuelve introspección interior y comprensión del ser. Yo propongo una verdadera degustación sin prisas que permita apreciar las cualidades de la obra de arte, los materiales, las formas, su esencia, sus valores más profundos, casi una teletransportación al tiempo que la hizo posible.
- Consejo #2: Minimalismo contemplativo (La manera zen)
En la degustación de las obras de arte me considero un minimalista, mejor en pequeñas dosis. No se puede saborear una obra de arte si no es de una en una. Cada obra es un universo en sí mismo, casi podría escribirse una tesis doctoral de cada una de ellas (dependiendo de su importancia, claro), por lo que es completamente necesario según mi experiencia, seleccionar un pequeño grupo de obras.
Yo no recomiendo nunca sobrepasar la cifra de 50 obras de arte por visita a un museo, pero tampoco recomiendo limitarse exclusivamente a una obra de arte, ya que una degustación es precisamente eso, “probar” no una sino varias obras para luego seguir aprendiendo de ellas en nuestras casas a través de la lectura o en posteriores visitas al museo.
Así que para mantener un cierto equilibrio, suelo establecer un rango aproximado de unas 25-30 obras por visita. De esta manera, me aseguro no solo de no saturar mis sentidos con una orgía de líneas, colores, temas y contextos históricos distintos. De hecho, procuro siempre que esas obras estén bien relacionadas entre sí y que pertenezcan a un mismo periodo.
En la degustación de las obras de arte me considero un minimalista, mejor en pequeñas dosis
La mejor metáfora que se me ocurre para explicar esto de una forma más evidente es la de las tiendas de perfumes: si uno quiere comprarse un perfume y acude a una tienda, no podrá oler más allá de un cierto número de perfumes porque acabará no diferenciando unos de otros, se mareará o, incluso en un caso extremo podrá llegar a sentir náuseas. Esto no es ninguna exageración, ocurre exactamente lo mismo en un museo, la saturación estética nos conduce a la fatiga física y mental. Por favor, hazme caso en esto: DOSIFICA.
- Consejo #3: Pon nombre a lo que ves (si no lo nombras no existe)
Éste es probablemente el consejo que más me ha ayudado a degustar una obra de arte cada vez que visito un museo. Si tratas de describir lo que ves acabarás apreciando detalles que antes no habías advertido.
¿Cómo vas a degustar una obra si no aprecias los matices? Esto es como el vino (ya sé que la metáfora es recurrente, pero qué le vamos a hacer), ¿Cómo vas a saber de vinos si no eres capaz de reconocer en él los aromas afrutados, el color caoba, etc., que tanto aparecen en las etiquetas de las botellas? Pues aquí es casi lo mismo, ¿cómo distingues una buena obra de arte de otra que no lo es? Muy sencillo: por los detalles.
Si tratas de describir lo que ves acabarás apreciando detalles que antes no habías advertido
Párate (o mejor, siéntate) delante la obra y empieza a describir lo que ves. Es una tarea fácil y entretenida. Puedes empezar describiendo la escena que representa la obra, decir si aparecen personajes o no, luego nombrar los colores…. y más tarde ya habrá tiempo de leer las cartelas y saber de qué trata la obra. Ya verás que con la práctica empezarás a detectar los estilos artísticos más fácilmente, incluso podrás ver rasgos distintivos de los creadores, verás aspectos técnicos en la pincelada, en el cincelado, etc.
La prometida sorpresa final
La sorpresa que tenemos preparada para los lectores de este blog que ya lleva un tiempo en funcionamiento y que ha cosechado muy buenos resultados es que hemos estado preparando un libro que se titula Ese extraño lugar llamado museo.
Como sociedad, ya hemos conseguido que los museos sean accesibles y que la afluencia a algunos de ellos sea masiva, pero nunca nos hemos detenido a pensar cómo se debe visitar un museo y si existe un método más o menos eficaz para sacar el máximo rendimiento a esas visitas
Con este libro pretendemos tratar uno de los temas sobre el que menos se ha hablado en estos años ¿Cómo se visita un museo? Como sociedad, ya hemos conseguido que los museos sean accesibles y que la afluencia a algunos de ellos sea masiva, pero nunca nos hemos detenido a pensar cómo se debe visitar un museo y si existe un método más o menos eficaz para sacar el máximo rendimiento a esas visitas.
Con este libro pretendemos aportar nuestro pequeño granito de arena para mejorar la accesibilidad a los museos y hacer posible que un mayor número de personas saque provecho de las visitas y cómo no, que los deguste convenientemente.
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Luis M. García
22 febrero, 2013 |
Muchas veces es complicado dosificar, aunque sé que es necesario porque uno se colapsa de ver piezas de museo como se puede colapsar de cualquier cosa.
El problema es que los amantes de los museos, cuando vamos de viaje, no nos queremos perder ninguno porque no sabemos cuando vamos a poder volver si el destino es lejano. En este caso suelo moderar la visita a los museos a 1 de la misma temática por día. Por ejemplo, cuando estuve en Milán, donde está la imagen que has puesto, un día visité la Pinacoteca Ambrosiana y otro la de Brera.
Cuando estoy en mi ciudad y voy a los museos no veo más de dos o tres salas de los museos. Siempre busco mis obras-fetiche, por llamarlas de alguna forma, y después me dirijo a otras zonas a las que no voy siempre.
Y si hay un grupo visitando el museo lo rehuyo tanto como puedo. Me gusta hacer las visitas a mi velocidad y según mis necesidades.
José Enrique García Pascua
22 febrero, 2013 |
Los viajeros de antaño –me refiero a las épocas anteriores a la invención del ferrocarril– dedicaban al menos un año entero a realizar un viaje, aunque fuese de turismo, porque no tenían más remedio, dados los medios de transporte a su alcance. La ventaja de esto es que podían deleitarse con, quiero decir, degustar, sus descubrimientos en tierras extranjeras todo el tiempo que deseasen, además de tener un trato profundo con la gente que se encontraban en el camino.
Hoy en día, a los turistas se les mete en un avión y en una semana se les enseña un país entero. Gracias a la industria turística, muchas más personas pueden viajar y conocer lejanos monumentos y museos, pero me temo que lo que se ha ganado en cantidad se ha perdido en calidad: la primera vez que viajé a Atenas, visité en un solo día siete museos o monumentos, lo que todavía dudo de que sea una actividad razonable, por eso, regresaré próximamente a Grecia, para contemplar con reposo las maravillosas obras de arte de este lugar, aunque me temo que, de nuevo, sufra un empacho, puesto que se trata de un viaje en grupo.
Claro, si la obra de arte forma parte del patrimonio cercano a ti, puedes y debes dosificar el recorrido por un museo, lo que sí te está permitido por las reglas de juego con que se maneja el turista postmoderno.
Javier Albelo
1 marzo, 2013 |
La dosificación es esencial para poder degustar las obras. Estoy de acuerdo en que es muy complicado contenerse a la hora de visitar un museo, sobre todo si estás de viaje porque quieres verlo todo y aprovecharlo al máximo la entrada. Pero precisamente en esa contención, a mi modo de ver, reside el placer y, quien sabe, siempre se puede volver.
Javier Albelo
1 marzo, 2013 |
Tu reflexión me ha dado mucho que pensar, igual que con el comentario de Luis Miguel. Los dos habláis de lo difícil que es dosificar y entiendo perfectamente el problema que supone llegar a ese ideal que propongo. Ojalá todos fuéramos aristócratas del siglo XVIII y pudiéramos viajar durante meses o incluso años aprendiendo de las obras de arte, sin las prisas de esta época frenética. Esperemos que progresivamente se vaya implantando el llamado turismo inteligente y que consigamos no darnos esos empachos de arte a los que estamos acostumbrados.