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Edvard Munch, El grito, 1893, Galería Nacional de Noruega. (*)

Las previsiones de Simon Shaw, jefe de la sección de arte moderno de Sotheby’s, no iban mal encaminadas. Cualquier cosa podía pasar, y así fue. El grito, de Munch, estimado en 80 millones de dólares, alcanzó los 119.9 millones de dólares (91 millones de euros), superando el record de venta en subasta que ostentaba Desnudo, hojas verdes y busto, de Picasso, vendido por 106.5 millones de dólares.

La subasta realizada ayer día 2 de mayo, en la sede de Sotheby’s de New YorK, reunió en cónclave a un elenco de artistas, tan mediáticos como difuntos, para dar rienda suelta al arte, y al dólar: Munch, Picasso, Miró, Dalí, Magritte, Soutine, de Lempicka, Brancusi o Rodin, fueron los nombres más destacados de la subasta.

«Estaba yo caminando por la carretera con dos amigos a la puesta del sol, el cielo se tornó rojo sangre y sentí un aroma de melancolía. Me quedé parado, muerto de cansancio – por encima del negro-azulado de las leguas de sangre y fuego del Fiordo y la Ciudad – Me quedé atrás temblando de ansiedad – y sentí el gran grito de la Naturaleza”      E. Munch

Mujer sentada en una butaca, de Picasso, alcanzó la cifra de 29.2 millones de dólares; dos obras más de Picasso fueron puestas a la venta: Bañista en taburete rojo llegó a los 2.7 millones de dólares, mientras que Dos mujeres se quedó en 2 millones de dólares. Primavera necrofílica, de Dalí, fue vendida por 16.3 millones de dólares. Cabaña sobre los árboles, de Gauguin, llegó hasta los 8.4 millones de dólares. Por el Joan Miró, Cabeza humana, pagaron 14.8 millones de dólares. Pero la obra que centralizó toda la atención del evento fue El Grito, de Munch, que superó expectativas con 119.9 millones de dólares.

Se trata de una de las cuatro versiones realizadas entre 1893 y 1910 por el pintor noruego. Una de las versiones de El Grito se encuentra en en la Galería Nacional de Noruega; otras dos versiones se exponen en el Museo Munch; la cuarta versión pertenecía a Peter Olsen, cuyo padre fue vecino y amigo de Munch. El cuadro había pertenecido a la familia desde hacía más de setenta años.

La versión en cuestión vendida data del año 1895, y tiene como exclusividad una tonalidad de colores más viva, así como un marco elegido por el propio Munch donde se muestra un poema del pintor que explica la historia que más tarde inspiraría la obra. El cuadro que reflejaría la experiencia del propio Munch en una tarde de paseo, formó más tarde parte de una serie titulada Amor, donde Munch trataría de representar las diferentes fases de un idilio, siendo El Grito la representación de la ruptura dramática como última etapa.

Previa a la subasta realizada ayer en Sotheby’s, el 1 de mayo la casa de subastas Christie’s ofertó unas piezas no menos importantes. Entre ellas cabe destacar un boceto de la serie Los jugadores de cartas, de Cézanne, vendido en 17 millones de dólares; Las peonías, de Matisse, también por 17 millones de dólares; Las señoritas de Giverny, de Monet, por el que se pujó hasta 8.5 millones de dólares; y así hasta 28 obras vendidas, con una recaudación total de 117 millones de dólares.

La abrumadora cantidad de cifras puede provocar aburrimiento al lector; un hecho que no ocurriría si asistiéramos a un evento de tal magnitud, pintoresco de presenciar, y dinámico gracias al jefe de subastas quien es capaz de encarnar al mejor de los showman del momento. Esto ocurre cuando el arte se transforma en espectáculo, y eso fue lo que se presenció ayer en Sotheby’s: espectáculo, y también un despliegue de medios económicos que a primera vista extraña, pues ¿desde cuando el arte resulta rentable? ¿Es que hay dinero de sobra para andar comprando cuadros?

Se trata de un negocio bien estudiado, sin sobresaltos aunque con alguna que otra sorpresa; todos saben muy bien por qué pujan y cuánto han de pujar. La otra cara de la moneda va más allá que espectáculo y términos tan redundantes como el de “crisis”. Por encima está la inversión de un producto que no se devalúa tan fácilmente como la moneda. Sería arriesgado decir que en tiempos de crisis el arte crece, pero no sería del todo incorrecto.

Precursor del espectáculo y del poder del dinero, está el poder mediático que dicen solo es superado por la Gioconda de da Vinci. El Grito es más que una obra de arte, es una de esas obras que se podrían tildar de icono artístico, reconocible a nivel mundial, y que ha provocado un cambio de sensaciones a la hora de presenciar el cuadro, transformado ese sentimiento de angustia en algo familiar, perdiéndose por otro lado el trasfondo de la obra.

Volvemos a incitar a la reflexión, a ir más allá del espectáculo, y a no caer en el tópico. Poder mediático, herramienta de medios, el arte mueve más que conocimiento y pura filantropía de unos pocos. Y esto no es más que una de las caras de este mercado del arte.

(*) Imagen de Portada: Public Domain (Wikimedia Commons). Creative Commons License.