Hace unas semanas (Cultura + IVA ¿Entretenimiento o Espectáculo?) estuvimos analizando si era incompatible que existieran actividades culturales que fueran al mismo tiempo educativas y entretenidas. Hoy queremos indagar más en esta cuestión ahondando en la consideración de la cultura como juego y, en particular, sobre cómo el juego forma parte de una de las actividades culturales por excelencia: el arte. Y en concreto, en el arte actual.
Hace tiempo que ha ido cuajando en mí la convicción de que la cultura humana procede del juego y en él se desarrolla. Johan Huizinga
En CROMA Comisarios Culturales nos interesa especialmente esta cuestión porque en muchas ocasiones hemos planteado varios juegos culturales, como es el caso de los videos retos que realizamos periódicamente y a los que, por cierto, te animamos a participar. Creemos, además, que el conocimiento no tiene por qué circunscribirse exclusivamente al ámbito académico o institucional sino que existen otras posibilidades para difundir y poner en valor la cultura, como es la educación a través del juego.
De hecho, tomamos como referencia el juego entendiéndolo desde una triple perspectiva:
- Como el ámbito propio de la creatividad.
- Como una actividad biológica imprescindible para el individuo y la comunidad.
- Como el escenario que condiciona y permite la propia actividad cultural.
Esta última acepción es la que nos interesa en esta ocasión, ya que nos servirá como marco de referencia para analizar en qué condiciones se desarrolla el “juego” del arte actual, cuáles son sus normas y quiénes participan en él. Todo ello con el objetivo de saber si es el ambiente adecuado para el desarrollo de las artes o si por el contrario pueden introducirse algunas mejoras.
¿Cuáles son las normas del juego del arte actual?
Primero indiquemos quiénes son los participantes de la partida:
Artista, comisario, crítico, instituciones y público.
Ahora veamos el papel que se le ha asignado a cada uno:
Papel del artista
En teoría: producir obras de arte que se adscriban a una corriente estética determinada o que rompan con cualquier canon preestablecido. Representar en esas obras la naturaleza, los afectos humanos, la belleza, la fealdad, conceptos abstractos de cualquier índole, etc.
En la práctica: el sistema premia a aquellos que realizan obras rupturistas, preferiblemente conceptuales, no figurativas, etc. Todo ello desde el paradigma del genio creador y con el objetivo de pertenecer a un selecto grupo de artistas bien considerados y altamente cotizados en el mercado del arte.
Rafael Canogar, artista que perteneció al famoso Grupo El Paso en una entrevista reciente confirma todo esto cuando dice que una buena del arte que se produce hoy en día busca deliberadamente “la transgresión por la transgresión” (Minuto 7:15) y que “el arte está muy manipulado por el mercado y por las esferas de poder” (Minuto 9:35).
Papel del comisario
En teoría: interpretar las obras mediante la palabra escrita o hablada, componer un discurso explicativo y disponer las piezas en un espacio público o semipúblico (véase museo, galería, centro cultural, etc.) con un sentido determinado.
En la práctica: elaborar un discurso en el que no participa el público, hacerlo desde una posición de superioridad frente a éste, y justificar mediante la palabra esa determinada visión que se refleja en la colocación de unas piezas en un espacio.
Papel del crítico
En teoría: evaluar la obra de los artistas desde el punto de vista de un entendido, escribir textos que expliquen y ayuden al público a comprender la relevancia de la producción artística de un autor y su relación con el contexto.
En la práctica: escribir textos obviando al público general y dirigido a elites, con una narrativa recargada y una retórica que pierde por momentos su sentido y no busca tanto la verdad como el encumbramiento del autor.
Papel de la Institución
En teoría: establecer las condiciones para que los artistas puedan exponer sus obras al público, es decir, un espacio, unas condiciones de conservación, exhibición y seguridad óptimas, etc. Si se trata de una casa de subastas, por ejemplo, establecer el precio de salida del objeto artístico que se desea vender y ver si esa cantidad es asumible por el mercado.
En la práctica: influir en la cultura para condicionar el comportamiento colectivo (Para más información consultar el artículo La Financiación de la Cultura y, en particular, la posición de John Holden) y, por otra parte, intervenir en el mercado mediante operaciones de marketing, con el beneplácito de terceros, para lograr altas cotas de rentabilidad en las operaciones de compra venta de arte.
Papel del público
En teoría: en el caso de un asistente a una exposición, museo, galería, etc., hablaríamos de un consumidor de arte, cuyo rol consistiría en contemplar las obras de arte expuestas, entender su significado profundo, sus valores estéticos, etc., y en el caso de un comprador, adquirir obras de arte de máximo valor al mínimo precio posible.
En la práctica: el público general no entiende un porcentaje muy alto de lo que observa debido a, entre otras cuestiones, la falta de formación, complejidad de las obras expuestas, incapacidad de las instituciones para explicar las obras, o simplemente porque existe una falta de conexión entre artista y público. Con respecto a los compradores, al margen de sus propios gustos estéticos, el problema es que dependen en gran parte de la opinión de los expertos, es decir, críticos, comisarios, personal de las casas de subastas, propietarios de galerías, etc.
En Conclusión
Decía Huizinga que para que la cultura pudiera entenderse como juego, era necesario que reuniese dos requisitos previos:
- Que todos los participantes conocieran las reglas.
- Que las aceptaran libremente.
Esto nos plantea varios interrogantes:
- ¿Estamos contentos con el rol que desempeña cada uno o podrían intercambiarse los papeles?
- ¿Podría ser el público un buen crítico de arte en la era de la información?
- ¿Podría el público participar en el comisariado de una exposición para aprender más?
- ¿Podría el público convertirse en artista en la época de la creatividad?
- ¿Podría el artista ponerse en el lugar del público para comprender sus inquietudes?
- ¿Podría hacerse todo esto sin caer en el populismo?
Las respuestas no son nada fáciles, pero es preciso hacer un esfuerzo colectivo para conocer y redefinir estos papeles en estos momentos en que parece que están cambiando todos los paradigmas que venían funcionando hasta el momento actual. ¿Tú qué opinas?
(*) Imagen de Portada: Andalusia. Creative Commons License.
Croma Comisarios Culturales
8 octubre, 2012 |
No cabe duda de que son tiempos para la reflexión, y en concreto para señalar el papel de la cultura actualmente. Ello requiere un esfuerzo de las dos partes: una debe esforzarse en ser más comunicadora; la otra debe esforzarse en conocer y tener inquietud para conocer.
Natalia García Barriuso
8 octubre, 2012 |
Gran artículo. Siempre hay que tener en cuenta el conjunto cuando analizamos el detalle para poder comprenderlo mejor. Esto nos ayudará a enteder mejor ciertas cosas cuando observemos la obra de un artista o acudamos a una exposición.
José Enrique García Pascua
9 octubre, 2012 |
Idealmente, el arte es la expresión de la pasión del artista, en búsqueda no de lo bello, sino de lo que le emociona. Para cumplir con este empeño, no es necesario el entramado posterior, críticos, comisarios, público…, el artista se basta a sí mismo. Sin embargo, el arte también tiene una función social, puesto que sirve de vehículo a ideas y sentimientos colectivos, y aquí ciertamente son necesarios los demás actores, en especial el público, destinatario último del mensaje artístico. No creo que un arte incomprensible para el público pueda cumplir con su función social, por lo que sería responsabilidad del artista en cuanto comunicador ofrecer al público una obra de arte asequible.
Existe un arte popular, asequible a la mayoría, y existe un arte culto, que precisa de la previa educación del gusto para ser entendido, y críticos y comisarios tienen como misión colaborar, mediante la educación del gusto, a que la obra del artista resulte finalmente asequible al mayor número de personas.
Canogar habla de la transgresión por la transgresión, y esto nos lleva a plantearnos la pregunta de si el artista del siglo XXI no está obsesionado con la originalidad, con ofrecer constantemente un producto nuevo, como reflejo de la sociedad de consumo en que vivimos. Quizás en este punto es en donde críticos y comisarios, y el público en general, deberían reclamar que el arte volviera a su función primigenia, la de excitar emociones, puramente satisfacer el goce estético.
Pero me estaba olvidando de la tercera función del arte, ser depositario de los ahorros, y, en relación con esto, los que marcan el derrotero por el que se desenvuelve el arte son únicamente los inversores, los cuales buscan el beneficio monetario, que no se consigue más que en el seno de un mercado en continuo desarrollo, y, por esto, el arte actual parece que tiene como objetivo prioritario producir bienes culturales que generen plusvalía. El público, si quiere comprender cabalmente el arte de nuestros días, debe tener presente que, en efecto, por encima de las funciones expresiva y comunicadora de éste, se encuentra la función económica.
J.
12 octubre, 2012 |
Estimado José Enrique es un placer leer tus comentarios. Esa era precisamente la idea que quería transmitir en el artículo. Estamos en un momento histórico en el que es necesario revisar cuál es la función que cumple el arte. Las tres que propones son fundamentales: la expresión del artista, la función social (para transmitir ideas) y la función económica. El problema es que no existe un equilibrio entre las tres y claramente predomina la función económica. No digo que todos los artistas trabajen de esta manera ni mucho menos, pero el sistema del arte es el que es. Por eso probablemente existe un divorcio tan fuerte entre artista y público con respecto al arte actual, que en la mayoría de los casos es incomprendido incluso por personas muy formadas. La tarea es gigantesca, porque cambiar el sistema del arte resulta prácticamente imposible. Ahora bien, ¿qué diríamos de un arte que sea apoyado por el público y que sea de calidad? ¿Daría lugar a un nuevo sistema?
Javier Albelo