Fundación Mapfre Guanarteme Las Palmas

Un mismo edificio y tres espacios: clasicista, contemporáneo y neogótico.

La recuperación y conservación de los edificios que conforman los cascos históricos es uno de los retos con el que se encuentran hoy nuestras ciudades. Aunque la sensibilidad cada vez es mayor hacia éstos, sin embargo, cuando ésta se omite las intervenciones suelen llevarnos a soluciones funestas y en ocasiones irreversibles.

Es cierto, que en el plano teórico y legal la protección de los mismos está cubierta –y que en el caso específico de Canarias- viene regulada por la Ley 4/1999 de 15 de marzo de Patrimonio Histórico de Canarias, donde se fija la redacción de un Plan Especial de Protección para los municipios que contengan Conjuntos Históricos. Se trata de una figura urbanística que desarrolla entre otros aspectos un catálogo con una ficha específica para cada inmueble, donde se establecen los diferentes niveles de protección, criterios de intervención, etc.

No obstante, también es cierto que si en la práctica no se actúa en estos edificios, el paso del tiempo siempre corre en su contra, llevándolos a situaciones de ruina parcial o total, y como consecuencia su inevitable demolición y desaparición para siempre.

Sin embargo, las diversas administraciones públicas, consorcios, fundaciones, museos, grandes empresas, etc., son los organismos que generalmente debido a su elevada solvencia económica, van acometiendo estas obras de rehabilitación o restauración según proceda, en los edificios históricos.

Tal es el caso de la Fundación Mapfre Guanarteme en las Palmas de Gran Canaria que a la hora de ampliar su sede, optó por la rehabilitación y recuperación de un edificio histórico con un óptimo resultado. Una entidad que tiene como objetivos la difusión de la cultura y el desarrollo de recursos sociales.

Alrededores Fundación Mapfre

Lugar donde se encuentra la fundación, con un apacible ambiente decimonónico muy bien conservado. Obsérvese el detalle de la fuente cubierta y la potencia arquitectónica de sus fachadas con una notable ornamentación realizada en piedra basáltica.

La sede de esta fundación se encuentra en una zona privilegiada dentro del casco histórico de Vegueta en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Se trata de un espacio triangular de gusto neoclásico muy bien conservado, donde la ostentación de la sociedad acomodada decimonónica aún se encuentra patente. A este lugar se le conoce con el nombre de la plaza del Espíritu Santo, en realidad, es una plazoleta con su solemne fuente y una humilde ermita que contrasta con la edificación burguesa que circunda el espacio. Un sitio, en donde aún se puede oír el rumor del agua e impregnarte de la sensibilidad y la exquisita factura arquitectónica de sus fachadas, dentro de esta populosa ciudad.

Fachadas de la Fundación Mapfre Las Palmas

Fachadas actuales de la fundación (principal y trasera), conservan el mismo diseño que el de los planos originales.

El proyecto del edificio original fue redactado en su conjunto por el arquitecto no titulado Manuel Ponce de León y Falcón en 1867, el cual realizó también la fuente y otras fachadas de este lugar. Se trata de un edificio residencial entre medianeras, encargado por D. Agustín Manrique de Lara y Castillo, y proyectado con un lenguaje ecléctico de gran riqueza ornamental, tanto en sus fachadas como en sus interiores. Debido a que también fue pintor, se conservan varias pinturas murales en la zona noble de la casa. El eclecticismo en este caso se construye con una miscelánea de elementos clasicistas y góticos.

Patio de la Fundación Mapfre

Patio noble con ornamentación ecléctica: los huecos se enmarcan con pilastras clásicas sobre plinto, su fuste se decora con el círculo y semicírculo- elemento que se repite e numerosos lugares del edificio- el capitel jónico con voluta y ábaco, el remate se realiza con frontón liso y cornisa a modo de entablamento clásico. Los montantes de las ventanas de inspiración gótica: medios rosetones y vidrio de colores. La rejería imita al “candelieri” renacentista. El patio se cubre con un gran lucernario a cuatro aguas perforado en su base para el paso del aire y evitar condensaciones.

Si bien el edificio fue concebido como vivienda, sin embargo su uso ha ido modificándose a lo largo del tiempo. En 1936 pasa a ser Escuela de Altos Estudios Mercantiles, luego en los años setenta alberga de forma provisional al colegio Viera y Clavijo. Ya en 1983 es cuando se realiza una primera rehabilitación con algunas actuaciones desatinadas, y se modifica de nuevo su uso para albergar la sede de las oficinas de la empresa Guaguas Municipales, su nuevo propietario. Todo este periplo del inmueble, aunque en un primer momento pueda parecer que solo ha sufrido avatares, es a la vez lo que le ha permitido seguir en pie. Es decir, el patrimonio arquitectónico mientras no lo fustigues en sus partes esenciales, es preferible que sufra este tipo de trasiegos que dejarlo intacto hasta su ruina.

El edificio tal como lo conocemos en la actualidad, es fruto de una segunda rehabilitación realizada en el año 2000 por el estudio de arquitectos formado por Oswaldo Rúa- Figueroa Hernández y Francisco José Herrera Pérez, que comienzan su andadura profesional a principios de los años noventa. Con una formación vinculada al posmodernismo, han realizado proyectos de toda índole, trabajando en los ámbitos de la edificación tanto pública como privada.

Acometer las tareas de rehabilitación de este edificio en principio no es empresa fácil, ya que el inmueble llega con un bagaje que contiene modificaciones en su distribución, con zonas de ruina parcial y un estado de conservación general muy deficiente.

Vestíbulo Fundación Mapfre Las Palmas

Vestíbulo de entrada. Obsérvese el colorido de los vidrios que nos ofrece el contraluz en la puerta neogótica rematada en arco apuntado. Arco en techo de escalera con decoración de bolas, propio del gótico Reyes Católicos.

¿Pero cuáles son los principales problemas a los que se enfrentan los arquitectos a la hora de intervenir?

  1. En primera instancia es el cambio de uso, es decir, partir de un uso residencial desvirtuado a través del tiempo, para adaptarlo y dotarlo de una nueva funcionalidad. Con el objetivo de desarrollar un programa que viene definido por oficinas, aulas, sala de conferencias, sala de exposiciones, elementos de comunicación vertical y horizontal, etc.
  2. Problemas estructurales en zonas ruinosas que hay que restaurar.
  3. Establecer un diálogo estético y funcional entre la nueva intervención y lo existente, a través de los nuevos materiales que se van a usar y los que se van a recuperar.

Al extraer distintos párrafos del texto del Proyecto de Viabilidad de la Rehabilitación del Edificio, que los arquitectos presentan a la propiedad, podemos hacernos una idea de cuáles son las premisas de su pensamiento a la hora de la actuación:

Es posible la reconversión del edificio privado a edificio público sin variar la tipología inicial, adaptando las nuevas funciones a los espacios existentes, mediante los mecanismos de proyectación necesarios para lograr los objetivos deseados.

O sea, se puede realizar una nueva revisión del inmueble respetando lo esencial, lo peculiar, pero sin renunciar a dotar al edificio de una vida y un nuevo uso. Y continúan:

Es necesario apostar por un proyecto de recuperación, devolviendo en lo posible a su estado original los elementos arquitectónicos, tanto estructurales como a los materiales de acabados, sin renunciar a las nuevas tecnologías necesarias para adaptar la edificación al nuevo uso; teniendo siempre presente los requisitos de las normativas actuales de obligado cumplimiento en los edificios públicos.

Este último párrafo es muy ilustrativo, de forma resumida podríamos interpretar que en toda actuación hay que equilibrar y lidiar con tres aspectos esenciales:

  1. Lo original más lo heredado de otras intervenciones (lo existente).
  2. La funcionalidad y diseño del nuevo uso.
  3. El cumplimiento de las distintas normativas tanto de la edificación como las que regula el patrimonio histórico.

Es en estos aspectos en donde se encuentra todo el grueso de cualquier intervención en un inmueble histórico. No cabe duda de que lo existente, siempre que tenga valor, debe respetarse. No obstante, el ejercicio de adaptación y actualización de un edificio decimonónico a uno de principios del siglo XXI, exige unas nuevas funciones y unos nuevos materiales; ya que muchos de ellos ya no se fabrican, al igual que muchas técnicas de construcción utilizadas en períodos anteriores ya no existen en la actualidad.

Es por ello, que un edificio histórico en su avance en el tiempo siempre tendrá que sufrir nuevas conciliaciones, con la aparición de nuevos materiales y nuevos espacios, esto en definitiva le permitirá sobrevivir. Claro está, que todo esto no se sustenta si no se tiene una sensibilidad y el conocimiento necesario para jugar de manera razonable con estos tres aspectos.

Escalera Fundación Mapfre

Detalle de la escalera noble en mármol y su barandilla ecléctica que se inspira en la decoración renacentista “a candelieri” combinada con roseta gótica. Detalle de puerta neogótica con despiece de tracería a base de arcos lobulados.

Techo de la escalera de la Fundación Mapfre

Techo de la escalera noble con falsa bóveda nervada gótica. Los nervios en este caso se realizan en madera y se remata con pinjante central. En primer plano arco rebajado que descansa en ménsulas a modo de capiteles clásicos. Los montantes de las ventanas con vidrieras góticas. En resumen, un espacio con un marcado carácter ecléctico.

También es preciso citar que en 1867 cuando esta casa comenzó a construirse, aún no existía el servicio de luz eléctrica en la ciudad de Las Palmas que llega en 1899. Por el contrario, un edificio del siglo XXI de estas características es un objeto absolutamente tecnológico, equipado de numerosas instalaciones reguladas por una normativa (Código Técnico de la Edificación, CTE) que van desde: aislamiento sonoro y térmico, contraincendios, sistema de evacuación, abastecimiento, electricidad, saneamiento, climatización, sonorización, telecomunicación y hasta diversos dispositivos para la accesibilidad, como ascensores, etc.; además del cumplimiento de superficies mínimas de los distintos espacios. Es decir, un sinfín de requisitos que hay que ir ajustando en el edificio para poder realizar una rehabilitación respetuosa pero funcional a la vez, sin desvirtuar su esencia, axioma que los arquitectos han sabido interpretar adecuadamente.

Veamos como los autores hacen una lectura del edificio, a través de la cual desarrollaran todo el proyecto de rehabilitación:

Ponce de León organizó el edificio con dos patios no alineados, siendo habitual esta tipología en la época de su construcción. El patio principal próximo a la calle ordenaba la zona noble de la edificación, en donde se hacía la vida cotidiana del propietario, rico en vidrieras neogóticas y cubierto con un lucernario a cuatro aguas, hoy prácticamente desparecido. El patio interior, con corredores perimetrales articulaba las áreas de servicio, y estaba conectado con la entrada de los carruajes en uno de los laterales de la edificación…

Los arquitectos son conscientes de este esquema esencial del edificio, debido a ello, se propone conservar la zona noble tal cual, que abarca las dos primeras crujías, realizando obras de remozo y puesta a punto de los elementos ornamentales además de la recuperación de suelos, carpinterías, barandillas, rejerías, lucernario y las pinturas murales realizadas por Ponce de León. Además, se añadirán todas las instalaciones anteriormente citadas. En planta baja tendríamos vestíbulo, escalera noble y patio principal que siguen funcionando como tal. Al otro lado, se encuentra la antigua entrada de carruajes hasta el patio de servicio que se transforma en una sala de exposiciones.

En la planta primera, nos encontramos con el salón de la vivienda donde se acometen obras de recuperación de su ornamentación y que en la actualidad se utiliza como sala de conferencias. Toda esta zona del edificio aún conserva los materiales, espacios y ambientes originales que retienen la atmósfera del siglo XIX.

Salón de la Fundación Mapfre

Antiguo salón de la casa, hoy sala de conferencias. Decoración en “pan de oro” con motivos clasicistas como la hoja de acanto y “a candelieri” en el friso. Al fondo una pintura simbolista de Néstor Martín-Fernández de la Torre, adquirida por la fundación.

En el paso de la zona noble a la de servicio se planteó realizar un gesto expresivo, para ello se actúa descarnando las paredes creando una geometría de líneas sencillas, se descubren los dinteles de madera y se colocan unas grandes pantallas de iluminación con diseño contemporáneo, la intención es crear un espacio intermedio para anunciar el tránsito del espacio del siglo XIX al espacio del siglo XXI.

Pasillo de la Fundación Mapfre

Pasillo de tránsito del la zona noble a la de oficinas y aulas. Aún el edificio conserva el ambiente de casa solariega.

El antiguo espacio de servicio de la casa es actualmente la zona moderna del edificio, en donde se ubica el sector administrativo con sus despachos, oficinas, y el docente con sus diversas aulas. Esta zona se organiza también alrededor de un patio, y se realiza una actuación mucho más profunda, ya que se tuvieron que realizar de nuevo todos los corredores que rodean al patio, debido al estado ruinoso que presentaba este espacio de la casa. Para ello, se utilizó una estructura mixta realizada con perfiles metálicos y de madera, dos materiales que se encuentran en las barandillas, ménsulas, y suelos de la casa originaria. También se cubrió el patio con un nuevo lucernario para protección de las lluvias, y además se proyecta un nuevo corredor interior, para comunicar los extremos de la planta segunda realizado con el mismo lenguaje que en la planta inferior.

Zona de servicio Fundación Mapfre

Antigua zona de servicio, hoy lugar de oficinas y aulas. Obsérvese como en los lugares que no se pudo recuperar la barandilla original se coloca un elemento neutro como el vidrio traslúcido. Los dinteles de madera se descubrieron y se descarnan sus paredes, producto de un gesto romántico de los arquitectos, como forma de descubrir y tener contacto con unos materiales y técnicas del pasado, pero que a la vez le imprime solera al edificio.

Corredores de la Fundación Mapfre

Nuevos corredores realizados con el mismo sistema constructivo que los originales: apoyo en ménsulas y perfiles embutidos en pared, terminado con tablón de madera. Estructura mixta realizada con perfiles de acero y madera. Obsérvese la limpieza en el diseño.

Esta segunda rehabilitación ha sido muy beneficiosa para el edificio, no solo por su puesta a punto, sino porque los arquitectos corrigieron una intervención desacertada de la primera rehabilitación. En la construcción original, la fachada trasera se remata con dos torres en sus extremos, pero en la primera rehabilitación se realizó un añadido de volumen que unió estas dos torres, desvirtuando la idea original que Manuel Ponce de León había proyectado para el edificio. En este sentido Rúa-Figueroa y Herrera hicieron un trabajo de restauración, llevando a su estado original esta fachada con el derribo de este volumen y resaltando de nuevo las torres. Sin embargo, fueron más allá rematando estas torres con cúpulas y pináculos, tal como había dibujado Manuel Ponce de León en el proyecto original, pero que nunca se llegaron a construir.

Podemos decir que la idea de mantener la tipología en la medida de lo razonablemente posible sin llegar nunca a desfigurar su esencia, así como el respeto absoluto de sus fachadas, o la utilización de sistemas y técnicas constructivas acordes o similares con las existentes, y el gusto en la introducción de nuevos materiales y su diálogo con los existentes, hace de esta intervención un ejercicio de beneficiosos resultados para el inmueble. Todo tutelado por un pensamiento lleno de sensibilidad y elegante sobriedad por parte de los arquitectos Rúa- Figueroa y Herrera.

(*) Imágenes: © Fátima Luzardo.