«La arqueología es una cuestión de personas. Personas que, con rostros como los nuestros, hicieron realidad la ciudad en la que vivieron, levantando edificios, abriendo calles, construyendo cementerios, derribando casas, reaprovechando espacios, generando vertederos… una y mil veces se repitieron los procesos – construcción, demolición, transformación, ocultación, reutilización – a medida que cambiaban las costumbres, la mentalidad, los gustos, las normas, las actitudes, la tecnología, la industria, el comercio… Así hasta la ciudad que hoy conocemos, cuya estructura es herencia de esas otras ciudades anteriores, y en cuyos edificios, calles y plazas aún se puede reconocer ese pasado«.[1]

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Se encuentra situado en el Conjunto Histórico de Vegueta de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, en donde en esta última década se han realizado varias intervenciones urbanísticas con mejoras de peatonalización y accesibilidad; lo que ha incentivado la visita de público al museo. En la actualidad el Museo Canario se encuentra en la zona de influencia del proyecto arquitectónico “Zaguán”, propuesta que pretende convertir un edificio histórico de la zona (la antigua Biblioteca Simón Benítez Padilla) en centro de visitantes para promocionar y dinamizar la visita del público a los museos de la zona.

A mediados del s. XIX se había incrementado el interés por las antigüedades canarias debido al hallazgo de restos de la cultura aborigen; este interés junto al desarrollo de la antropología europea, en concreto la francesa con la que el Dr. Chil tenía relación debido a sus estudios en la Sorbona de Paris, fueron las causas que originaron la creación del museo.

El museo comienza su andadura en 1879 promovido por un grupo de intelectuales encabezado por la figura de Doctor Gregorio Chil y Naranjo. Desde un primer momento el objetivo de este proyecto era la difusión de las ciencias, las letras y las artes junto a la exposición al público de sus colecciones. Estos fondos tendrán como preferencia todo lo que atañe a la provincia y primordialmente a la isla de Gran Canaria.

La primera sede de este museo se ubica en unas salas de las Casas Consistoriales de la ciudad. Pero las colecciones – zoológicas, geológicas, prehispánicas y artísticas – crecen aceleradamente y en poco tiempo este espacio se hace insuficiente. Esta situación se soluciona cuando el DR. Chil en su testamento lega su propia vivienda para la ubicación definitiva del museo. Además, lega otros inmuebles y sus excelentes colecciones de arqueología y ciencias naturales, así como, su biblioteca. La institución comienza a prestar sus nuevos servicios en 1930, en esta primera etapa se consolidan sus fondos arqueológicos, antropológicos, y los de historia natural; también la biblioteca, la hemeroteca y el archivo. En este primer momento el museo se ve refrendado por René Verneau, antropólogo francés, que estudió y catalogó las colecciones antropológicas existentes. En esta etapa la institución se convierte en punto de encuentro de todo tipo de investigadores, se convierte en un referente es las islas como sede de la promoción científica y cultural.

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En la actualidad visitar este museo es entrar a un lugar entrañable. Parte de la edificación se realiza con la Arquitectura del Hierro desarrollada por los ingenieros del s. XIX, como se aprecia en los pilares que sustentan el patio central. Es un museo de pequeña escala, acogedor y bien conservado. El contenido expositivo se distribuye alrededor de este patio central cubierto y en salas aledañas en las dos plantas. Sus suelos de madera junto a sus decoraciones clasicistas generan una atmósfera que nos recuerda un pasado cercano.

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Sus recursos museográficos son sencillos, tradicionales, pero eficaces. La exposición de las piezas se resuelve con vitrinas de madera y cristal, dos materiales que dominan el recorrido de la exposición dando unidad estética. Todos estos aspectos tienen como resultado un espacio particular, y muy agradable de recorrer.

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El discurso expositivo se centra en la explicación de la cultura prehispánica de Gran Canaria, resaltando lo concerniente a las construcciones de sus viviendas, la explotación de los recursos naturales, los ritos mágicos-religiosos y la cultura funeraria, entre otros aspectos.

El recorrido comienza con una sala amplia, dos maquetas de gran tamaño muestran dos tipologías de viviendas muy características de la isla de Gran Canaria. Una vivienda cerrada con muros de piedra y techumbre de lajas y madera. Y otra tipología de viviendas excavadas en cuevas.

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En esta misma planta hay una sala destinada a los instrumentos líticos (tecnología lítica) donde podremos observar numerosos útiles de la vida diaria. En otra sala veremos que es una sociedad agrícola, pesquera y ganadera. La última sala de esta planta se destina a mostrar el mundo mágico religioso con numerosas pintaderas de un resultado estético exquisito. Los dibujos geométricos de estas piezas sirvieron de inspiración al escultor Martín Chirino. Es de destacar los idolillos, figuras especialmente delicadas por su pequeño tamaño, cualidad de abstracción y simbolismo.

En la planta alta se muestra la industria realizada con materiales vegetales y pieles de animales, cuyo resultado es un trabajo artesanal de alta calidad. Este material orgánico singulariza y distingue al museo frente a otros museos arqueológicos ya que es un material difícil de encontrar en otras geografías. En otra sala se expone la cerámica de todas las islas con sus diferentes formas y decoraciones. Resaltar la sala Vernau dedicada a la cultura funeraria con unos recursos museográficos de un acierto exquisito, en grandes vitrinas se muestran las técnicas de momificación y los diferentes tipos de enterramientos. Esta sala se encuentra en semipenumbra, un artilugio barroco que suma al material expuesto, con un resultado óptimo. En la pared de enfrente con un recurso museográfico tradicional, pero con un resultado plástico por el que Donald Judd sentiría admiración, se muestra una colección de cráneos de aborígenes colocados en estanterías de cristal. Es un lugar de un realismo impactante, donde se establece un dialogo con la muerte de forma natural y sublime a la vez.

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El museo va más allá de ser un centro de exposición y de investigación arqueológica, en sus instalaciones se encuentra un fondo documental muy extenso e importante. Este fondo viene definido por una biblioteca con 40.000 volúmenes que se nutre principalmente de la biblioteca personal del Dr. Chil y del bibliógrafo Luis Maffiotte La Roche. También posee una hemeroteca que es una de las más completas del archipiélago. Y un extenso archivo que está constituido por fondos públicos (Archivo del Tribunal del Santo Oficio de la Santa Inquisición de Canarias, entre otros) y fondos privados de numerosas familias de artistas, intelectuales y pensadores canarios.

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Un museo muy recomendable para visitar puesto que es posible acercarse de forma fácil al modo de vida del aborigen de Gran Canaria y conocer su cultura material, su habitar y su pensamiento metafísico.

El museo en estos momentos se encuentra en una primera fase de ampliación casi terminada. Quedan por desarrollar otras fases donde se contempla la rehabilitación de la sede actual y de otros edificios colindantes cuyas obras se ejecutarán a largo plazo.

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A este texto se le añade un audio donde se podrá escuchar una conversación que pude mantener con el director del museo Diego López y la arqueóloga Teresa Delgado, en el que se habla sobre museología, arqueología y los procesos por los que pasa el material arqueológico del museo, entre otros aspectos.

Escucha aquí la conversación:

[1] Texto extraído de la exposición temporal del Museo Canario UNA CIUDAD, MUCHAS CIUDADES.

Imágenes: © Fátima Luzardo.