Este consejo es la continuación natural del que te propusimos en este artículo y se refiere a la necesidad de darnos cuenta de una obviedad que normalmente pasa desapercibida: las piezas de un museo se encuentran en el interior de un museo. Esto es lo mismo que afirmar que la mayoría de estas piezas se encuentran fuera de su contexto original, es decir, no están en el lugar en que fueron creadas ni en la época en que fueron creadas. Una escultura destinada a ocupar un lugar en el foro de una ciudad romana, un cuadro enmarcado en el retablo de una iglesia, incluso una cerradura de una puerta antigua o una ave disecada, no se encuentran en su contexto original.

Quatremère de Quincy y la teoría del contexto

Quatremere de Quincy

Grabado realizado por Simonet Adrien Jacques representando a Quatremère de Quincy.

Este problema ha sido motivo de discusión académica desde la propia formación del museo moderno, en torno al siglo XVIII. Fue Quatremère de Quincy, un arqueólogo y arquitecto francés de época napoleónica, quien inició un debate en torno al museo como lugar de descontextualización de piezas artísticas. Se manifestó en contra de las expoliaciones patrimoniales que llevó a cabo Napoleón cuando invadió Italia, y escribió un libro llamado Cartas a Miranda para denunciar estas malas prácticas.

La idea de Quincy era favorecer la contemplación de las obras en el lugar en el que fueron concebidas para que no perdieran su significado y su relación con el entorno. Una idea que, posteriormente, fue retomada por los representantes de la llamada Nueva Museología, una corriente de pensamiento también de origen francés que en la década de los años setenta del siglo XX introdujo el concepto de ecomuseo con similares pretensiones.

Por tanto, es preciso darnos cuenta de que, cuando asistimos a un museo, en ningún caso vemos las piezas en su contexto original, ya que ninguna de ellas fue concebida para estar situada dentro de una vitrina. Algunas sí fueron realizadas para estar dentro de un museo, pero puede que estén a miles de kilómetros del lugar en que se realizaron, más aún cuando la venta de piezas artísticas constituye un negocio extremadamente rentable y el traspaso de unos propietarios a otros está a la orden del día.

No es casualidad que las mayores riquezas del país se encuentren en estas avenidas: desde Atocha hasta la Torre Picasso, pasando por los tres emblemáticos museos de Madrid:

  • El Museo Thyssen-Bornemisza.
  • El Museo Nacional del Prado.
  • El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Pero en donde también se ubican:

  • El Museo de Ciencias Naturales.
  • La Biblioteca Nacional.
  • El Museo Arqueológico Nacional.
  • La Fundación Mapfre.
  • El Museo Naval.
  • El CaixaForum.
  • Casa de América.
Mapa de Madrid

Plano del centro de la ciudad de Madrid. Observa cómo se distribuyen los museos a lo largo del eje del Paseo del Prado.

De hecho, la pregunta que deberíamos hacernos sería: ¿valoraríamos las piezas que contiene ese museo si se encontrara en una zona deprimida económicamente de Madrid? O, dicho de otra manera, ¿influye el entorno en la valoración de esas obras de arte?

La respuesta contundente es sí, y el mejor ejemplo para ello, sin desviarnos del citado eje madrileño, sería la continuación desde Atocha hasta Legazpi, donde se encuentran lugares cuyo programa cultural goza de calidad y gran acogida de público, como son el centro social y cultural la Casa Encendida y el Centro de Creación Contemporánea Matadero, así como otros centros y entidades cuyas actividades se enfocan a la cultura en general.

El museo como contenedor de obras de arte

Sucede exactamente lo mismo con respecto al edificio que cobija las piezas. Este desempeña un papel esencial en la apreciación de las obras, ya sea por sus propias características arquitectónicas, su tipología o por su estilo. Del mismo modo, puede contribuir a explicar mejor la obra, pero puede también confundir al usuario del museo si su concepción es errónea.

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Museo Guggenheim, Bilbao.

La arquitectura puede ser resultado de un proyecto preconcebido para albergar una colección concreta, como el proyectado por el arquitecto Juan de Villanueva, una propuesta de edificio durante el siglo XVIII, pensado por Carlos III como Real Gabinete de las Artes y las Ciencias, y que acabaría siendo el Museo Nacional del Prado; o bien, el edificio proyectado por el arquitecto Frank O. Gehry para el Museo Guggenheim de Bilbao destinado al arte contemporáneo y actual.

Pero, ¿debe un museo de arte contemporáneo estar emplazado en un edificio moderno? En realidad no existe una respuesta correcta o incorrecta y depende mucho de las características de cada museo. El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía está emplazado en el antiguo Hospital de San Carlos, un edificio del siglo XVIII construido por el arquitecto italiano Sabatini, y se trata de un museo que alberga colecciones de arte contemporáneo. Sin embargo, el Museo de Arte Romano de Mérida se encuentra en un edificio moderno pero que está construido siguiendo los patrones de la arquitectura romana tradicional.

Por tanto, las respuestas siempre serán abiertas, pero lo que realmente importa es que nos planteemos estas preguntas y pensemos si influye la arquitectura en la contemplación, entendimiento y disfrute de las piezas. Incluso, si puede representar un obstáculo para que esto suceda, ya que es posible que el museo sea inaccesible para personas con discapacidad, o que no disponga de lugares de reposo, o que, por ejemplo, su iluminación resulte totalmente inadecuada.

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(*) Imágenes: eltercero y David Castañón. Creative Commons License.