Venus del espejo

Diego Velázquez, Venus del espejo, 1647-51, National Gallery, Londres.

El museo es lugar de disfrute sensorial, o siendo más precisos, de disfrute multisensorial. Se trata de un goce que tradicionalmente se ha asociado con los museos de arte, pero no exclusivamente ya que, aunque es cierto que la vista es para la mayoría de las personas el sentido más completo, no podemos olvidarnos de los otros cuatro: oído, tacto, gusto y olfato. Ni tampoco debemos pasar por alto a aquellas personas que presentan alguna discapacidad y que viven el museo con ciertas limitaciones.

Aunque, como dijimos anteriormente, el disfrute visual no es exclusivo de los museos de arte, lo que se conoce como placer estético está íntimamente relacionado con esta tipología de museos. Por eso, te ofrecemos, sin ser exhaustivos, algunos consejos para disfrutar y comprender qué razones pueden producir esos estímulos visuales.

Los placeres de la vista

La primera percepción de las piezas que están en la exposición del museo es a través del sentido de la vista. Nos fijamos en las características plásticas del objeto, percibimos su belleza, y experimentamos sensaciones que se acercan a lo sublime y lo pintoresco.

El primer consejo es que te fijes en las características plásticas del objeto expuesto, ya que es uno de los elementos clave del disfrute de los sentidos: el color, la forma, la calidad de los materiales o la combinación de los mismos puede provocar en cada individuo distintas reacciones. Si no te resulta indiferente es que has logrado conectar
de alguna manera con el objeto porque reconoces en el mismo unas formas que imitan la naturaleza, formas abstractas, colores que no se corresponden con la realidad, una representación de escenas muy transgresoras o muy novedosas, composiciones perfectamente ejecutadas, juegos ópticos, etc.

El siguiente consejo es que reflexiones sobre si consideras que el objeto que se muestra ante tus ojos es bello. La percepción de la belleza es subjetiva (depende de cada sujeto), pero también cultural e histórica y, por tanto, lo que se ha entendido por bello hace un siglo, puede no considerarse como tal en la actualidad. En cualquier caso, por darte algunas pistas, la contemplación de obras de arte que reflejan el concepto de belleza más clásico, es decir, aquel basado en el orden, la simetría, la armonía o la mímesis (imitación de la naturaleza) suelen tener una mayor aceptación por parte del público y, más aún, aquellas obras que presentan un gran realismo. De todas formas,
como te indicamos al principio, te corresponde a ti valorar si se trata de un objeto bello o no.

Por último, si no reconoces en un objeto determinado las cualidades de lo bello que te he sugerido anteriormente, puede que sí percibas otras sensaciones diferentes. Aquí te ofrecemos dos categorías que pueden ser de utilidad para comprender ciertas obras de arte: lo sublime y lo pintoresco. Los conceptos de sublime y pintoresco
están muy relacionados con el arte del Romanticismo de los siglos XVIII y XIX. Si, por ejemplo, observas un paisaje grandioso o una tempestad con la mar embravecida, estás ante un típico ejemplo de la representación de lo sublime.

Si, por ejemplo, contemplas una escena muy singular, novedosa y original, puedes asimilar esa sensación a lo pintoresco. Nuestro consejo no es tanto que conozcas el léxico que se maneja en la historia del arte, que también es recomendable, sino que reflexiones sobre las sensaciones que te producen las obras que estás viendo para que logres un mayor disfrute de la experiencia.

Por otro lado, tienes que saber que cuando asistes a un museo no solo usas la vista sino que usas otros sentidos (oído, tacto, gusto y olfato) de los que es preciso ser consciente, ya que el disfrute también depende de estos factores. Más que una recomendación o consejo, te ofrecemos algunas claves sobre cómo pueden afectar el resto de sentidos en la apreciación de las obras.

Los placeres del oído

El oído es el sentido menos presente en los museos, junto con el olfato, debido a su carácter inmaterial, pero esto no significa que no sea importante y que no tenga una incidencia directa en el disfrute de las obras. No todos los museos son lugares silenciosos, es más, aquellos que reciben una gran afluencia de público pueden llegar a ser bastante ruidosos y molestos, lo cual llega incluso a dificultar la contemplación de las obras. En el otro extremo, están aquellos museos que fomentan un cierto ambiente de recogimiento, como es el caso de los museos que se encuentran en el interior de las iglesias y, por supuesto, aquellos museos que prácticamente no se visitan. Sin embargo, también existen museos que buscan generar un ambiente específico mediante grabaciones de audio, como un recurso didáctico más; este es el caso del Museo de Badalona, en el que entre los restos musealizados de la Baetulo romana se emiten efectos sonoros que buscan recrear el ambiente de la ciudad en época romana, con el fin de que el visitante entienda mejor la vida en el pasado.

Los placeres del tacto

El cuanto al tacto, ten cuenta que en muchos museos está prohibido tocar las piezas por motivos de conservación y en ese caso está totalmente justificado. Sin embargo, algunos museos, como es el caso de los de ciencias, sí permiten una mayor interacción con los elementos expositivos. Así es frecuente encontrar botones, palancas y piezas móviles que manipular en estos sitios.

Los placeres del gusto y el olfato

El gusto y el olfato son dos sentidos que están íntimamente ligados a los museos de alimentación como, por ejemplo, museos del pan, museos del vino, del agua, del café, etc. En estos casos sí está presente el sentido del gusto y en menor medida el del olfato, cuando se pretende potenciar diferentes sabores o aromas. En otros museos solo es posible estimular estos sentidos cuando se visitan las cafeterías, que pueden parecer un elemento menor, pero que no falta en ningún museo.

Sin embargo, existen museos (o centros de interpretación) que lo que buscan precisamente es potenciar todos los sentidos a la vez, y no solo la vista. Este es el caso, por ejemplo, de Historium (Bélgica), que a lo largo de sus siete salas recrea la vida en la Brujas medieval mediante proyecciones de audiovisuales acompañadas de efectos que buscan estimular otros sentidos: creación de corrientes de aire, emisión de olores,…

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