Centre Georges Pompidou

La obra Después del fin del arte de Arthur C. Danto gira alrededor de una idea principal: la aparente muerte de los movimientos artísticos y de los grandes relatos tal y como los habíamos concebido tradicionalmente. Pero en realidad esta supuesta muerte del arte no sería tal, sino que se trataría de una renovación, de la aparición de un relato plural frente a los relatos o estilos progresivos. Danto critica así la teoría de la evolución Darwinista de los estilos.

Según Danto, el arte contemporáneo no tiene un relato legitimador (uno universal o, por llamarlo de otro modo, oficial), ya que el momento artístico actual se caracteriza por la total libertad creativa -siempre sujeta a un mercado y su demanda- y el pluralismo.

Pero este fin del relato no supone el fin del tema que provoca ese relato, por lo que no hablaríamos de un final del arte como tal. Todo arte tiene en el fondo una esencia universal que lo define como arte, el problema es que aún no hemos conseguido definir bien el arte o, mejor dicho, la esencia universal del arte. La estética no formaría parte de esta esencia, ya que los estilos y movimientos artísticos son meras marcas o etiquetas temporales que utilizan los historiadores y estudiosos.

Danto nos explica cómo esta transformación del arte fue tomada por muchos pensadores y críticos de arte como una destrucción. Pero para él el nuevo arte ha de entenderse desvinculado de los viejos relatos, hemos de abrir la mente a un contexto totalmente novedoso, ya que este arte al que nos referimos efectivamente no tendría cabida si nos seguimos situando en una concepción histórica (como es el caso de Greenberg). Además, esta desvinculación no hay que entenderla como un rechazo al arte del pasado, todo lo contrario, ya que los artistas pueden disponer libremente del arte del pasado utilizándolo en sus obras, realizando citas a otros estilos o también mediante la apropiación de imágenes. Arthur Danto quiso demostrar que simplemente se había cerrado el desarrollo histórico del arte y asignó el nombre de posthistórico a todo lo que viene después. Esto hay que entenderlo como un juicio de carácter histórico y no de un juicio crítico.

Arthur Danto quiso demostrar que simplemente se había cerrado el desarrollo histórico del arte y asignó el nombre de posthistórico a todo lo que viene después.

La era del arte

Según este juicio histórico, la era del arte comenzaría hacia el 1400 con el Renacimiento italiano. Esto no quiere decir que antes de esta fecha no hubiese arte, sino que en ese momento la concepción cambia. Es en esta época cuando el arte toma conciencia de sí mismo, se empieza a tener en consideración la figura del artista y comienza a valorarse el trabajo intelectual. Podemos encontrar aquí el origen de las preocupaciones estéticas.

Posteriormente, la modernidad marca un punto de inflexión. Con ella las condiciones de la representación se convierten en algo central y el arte se vuelve su propio tema, habla de sí mismo. Este cambio desde el arte premoderno al arte moderno fue la transición desde la pintura mimética a la no mimética. Estamos, por tanto, ante la desaparición de la función representativa en el arte. Esto se debe en parte a que esta finalidad venía a ser satisfecha por un novedoso invento: la fotografía. En la modernidad los rasgos representativos fueron secundarios, lo importante era otro tipo de reflexión sobre los sentidos y los métodos de representación. Para Danto los primeros pintores modernos en este sentido son Van Gogh y Gauguin.

Vincent van Gogh La salle de danse a Arles, 1888

Van Gogh, La sala de baile de Arles, 1888.

El arte posthistórico

El fin de la modernidad, definido como una unidad estilística (relato), aconteció cuando se produce “una legitimación de aquello que ha permanecido más allá de los límites”. La pérdida de rumbo tuvo lugar en los años sesenta – setenta. A partir de entonces nos encontraríamos con el arte posthistórico, que implica una liberación de la historia y la filosofía para lograr una total libertad: el arte sólo es arte y “todo está permitido”. Danto insiste en que contemporáneo y moderno no son conceptos temporales: “Contemporáneo no designa un período, sino lo que pasa después de terminado un relato legitimador del arte, y menos aún un estilo artístico, sería un modo de utilizar los estilos”, de disponer libremente del arte que ya se ha hecho para utilizarlo mediante el apropiacionismo, las citas…

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Por todo esto y por la ausencia de un relato central legitimador, Greenberg critica el arte contemporáneo, que considera impuro y que no ha seguido una evolución vasariana en la que considera que la pintura abstracta es la meta a la que, tras tantos siglos de evolución pictórica y esfuerzos intelectuales, se había llegado constituyendo la perfección y el objetivo último de la pintura. “Si el discurso vasariano ha durado 600 años, el neoyorquino habría de durar otros tantos.” Según su teoría, el Surrealismo no fue relevante, no supuso un paso hacia delante en el camino hacia el objetivo abstracto de la pintura. Lo considera como una broma, “una vuelta a la infancia del arte” sin trascendencia ninguna. La pintura realista no parecía tener cabida en el progreso histórico del arte.

Andy Warhol, Brillo Box, 1964.

Andy Warhol, Brillo Box, 1964.

Esta teoría de la evolución histórica de Greenberg fue aniquilada con la llegada del Pop Art. Este tipo de pintura logró vencer a la todopoderosa abstracción, un estilo extraordinariamente realista, que toma elementos de lo cotidiano, del mundo de la publicidad, del diseño… imágenes de la banalidad de la sociedad del capitalismo triunfante. El problema del arte contemporáneo iniciado por el Pop Art es descubrir qué diferencia una obra de arte de algo que no lo es si, de hecho, parecen iguales. Este debate se inicia con las revolucionarias Brillo Box de Warhol, que supusieron el hecho de exponer en un museo o galería una simple caja de jabón, un mero objeto cotidiano que pasa a ser considerado arte. En mi opinión me parecen mucho más importantes en este sentido los Readymakes de Duchamp (iniciador de esta revolución y cuestionamiento del arte, su producción…).

La Fuente - Duchamp

Marcel Duchamp, La Fuente, 1917.

La diferencia entre el objeto artístico y el que no lo es no está relacionada con el objeto en sí, sino con la intención con que es expuesto, con que se le haya dado una significación que vaya más allá de la de simple objeto de consumo. Incluso, aunque su nueva categoría sea la de objeto de consumo artístico, su significado -su “alma” más allá de la formalidad- ha variado totalmente. Así se ha convertido algo banal en una obra de arte.

Lo mismo sucede con los museos, que evolucionan y dejan de ser templos de la belleza cuya finalidad, como planteó Ruskin, era conseguir elevar al espectador a la sublimidad estética a través del arte bueno.

El arte contemporáneo, por tanto, se caracteriza por la ausencia de un rumbo fijo. El arte toma autoconciencia de su propia formalidad, se convierte en el medio de expresión de ideas sociales y políticas y pasa a ser un objeto de mercado. No es ni más ni menos que el arte que la sociedad plural de hoy necesita, alejado de utopías, un arte real que, como hizo el Pop, encumbra a objeto artístico los elementos de la vida cotidiana. Un arte de la imagen para la sociedad de la imagen y la información. Todos los discursos artísticos tienen cabida y son aceptados. Lo mismo sucede con los museos, que evolucionan y dejan de ser templos de la belleza cuya finalidad, como planteó Ruskin, era conseguir elevar al espectador a la sublimidad estética a través del “arte bueno”.

(*) Imágenes: Rocor, Cristian Bortes y MACBA. Flickr Commons. Creative Commons License.