Banksy, Caveman, c. 2008.

Banksy, Caveman, c. 2008.

Todos estamos hartos de escuchar, cada vez que alguien se entera de que nos dedicamos a alguna rama de las humanidades, la pregunta «Y eso, ¿para qué sirve?». También estamos hartos de soportar comentarios tan despectivos como «El que vale, vale y el que no, a letras» o simplemente ver esa actitud hacia nosotros en nuestro día a día. Vivimos en un mundo volcado hacia la tecnología y la ciencia, pero sobre todo vivimos en un mundo capitalista en el que si algo no tiene un beneficio económico directo no es valorado. Desde luego, las humanidades no dan ese beneficio cuantificable en monedas y por eso son minusvaloradas constantemente.

Sin embargo, yo considero que muchas ramas del saber humanístico están en la base misma de todo ese conocimiento científico tan valorado y forman parte de los cimientos sobre los que se ha construido. Creo, asimismo, que como elementos tan fundamentales en la construcción del saber merecen más respeto y valoración social.

Así, por ejemplo, en el caso filosofía estamos hablando de una rama del saber que no es que esté en la base de la ciencia, sino que se sitúa en su origen. En efecto, la filosofía es la primera de las ciencias y como tal merece la mayor de las consideraciones. Idolatramos a Edison por inventar la primera bombilla, pero no lo hacemos con los primeros pensadores. Ellos fueron los primeros en estudiar la realidad de un modo analítico y en observar el mundo con otros ojos. Fueron los que crearon un modo de pensar que, con el transcurso de los siglos, acabó transformándose en nuestra mentalidad científica actual.

Otra rama del saber humanístico que considero fundamental es la lengua y la literatura. En la era de la comunicación infravaloramos nuestro metódo de comunicación más eficaz, antiguo y utilizado: el idioma y su escritura. Pero no solo eso, sino que la correcta comunicación hablada o por escrito también es la base del conocimiento científico, ya que para que la ciencia avance es necesario transmitir de un modo claro y ordenado los sucesivos descubrimientos. El idioma es la base de la comunicación científica, pero no se valora a quienes velan por él y se preocupan por revisar y corregir cada texto publicado. Peor aún, su conocimiento se va abandonando poco a poco en unas escuelas fuertemente dirigidas hacia las disciplinas más técnicas, de modo que en el futuro tendremos estupendos especialistas incapaces de transmitir sus conocimientos.

Siguiendo con las filologías, el estudio de las lenguas antiguas también ha sido algo fundamental en desarrollo del saber. Sin la posibilidad de leer e interpretar los textos antiguos no podríamos haber accedido a nuestro pasado en general y al pasado de las ramas científicas en particular. Si ahora los matemáticos conocen el pensamiento pitagórico -que está en el origen de su disciplina- es gracias a que alguien se ha preocupado por no dejar morir las lenguas del pasado en las que ese pensamiento era transmitido.

Por último, el arte ha permitido la creación de otro modo de comunicación: la imagen. Vivimos en una época en la que la comunicación a través de imágenes (también dentro de los ámbitos científicos) está a la orden del día y no nos damos cuenta de que, si los primeros hombres no hubieran empezado a pintar en las paredes de las cuevas, no tendríamos imágenes. Desde esas pinturas rupestres hasta las imágenes por ordenador ha habido una larguísima evolución que ha pasado por infinidad de técnicas y estéticas, una evolución impulsada por los artistas del pasado y que sigue su curso gracias a los artistas del presente. Además, como medio de comunicación, la imagen guarda un conocimiento que es necesario extraer a través de una correcta interpretación.

Y no creo que la defensa de las humanidades pase por su justificación como herramientas eficaces para los campos científicos, ya que considero que tienen valor en sí mismas. Tan solo pretendo demostrar esa utilidad para que sean vistas con otros ojos y quizás, algún día, conseguir que nadie pregunte «Y eso, ¿para qué sirve?».

(*) Imagen: Lord Jim. Creative Commons License.