Traigo a colación dos noticias bien diferentes, aunque ambas tienen como resultado que alguien, con su mano, ha roto un cuadro. Tal cual. Sin embargo, en una de ellas se consoló y eximió de culpa al infractor y en la otra, fue condenado a seis años de cárcel.

¿Dónde está la diferencia?

Por supuesto, en la intencionalidad, una palabra tan relacionada con el mundo del arte (¿quién a estas alturas nunca ha oído decir que algo es arte porque tiene intencionalidad artística? Pero eso es otra cuestión).

Los dos casos son para examinarlos detenidamente.

Caso 1: Un niño de doce años se tropieza y como acto reflejo, apoya sus manos y una lata de refresco en una pintura.

El primero es un accidente que se podría haber evitado con una barrera que cumpliera su función, porque si para algo sirve precisamente es para proteger la obra, ser la barrera que contenga los descuidos y accidentes, no que los potencie, y si aun así ocurren, ella debería asumirlos, no agravarlos. En el video queda claro, el chico con lo que se tropieza es con la supuesta protección. El museógrafo de esa exposición debe de estar consternado por su error, porque es el culpable indirecto del accidente. Y, La otra cuestión que creo que nos asalta a todos, ¿por qué lleva un refresco? ¿en qué museo o galería se permite llevar bebida?

Caso 2: Un hombre está observando un Monet y de repente le da un puñetazo.

El segundo caso es muy difícil de evitar. En general y salvo muy contadas ocasiones en las que el individuo actúa de forma sospechosa, es imprevisible saber si la persona que observa una pintura de pronto, sin venir a cuento, le va a dar un puñetazo. Porque no hay escáner y control de seguridad que valga, si alguien quiere hacer daño puede hacerlo, con la mano, con un bolígrafo o con lo que sea, que ante todo somos una especie muy imaginativa. Es cierto que se puede solucionar bastante con un cristal de seguridad, al menos en este caso, y con más vigilantes de sala, que a veces hay uno o dos en todo el recorrido, pero es lamentable que haya que estar siempre previendo que pueda aparecer un degenerado que quiera hacer algún tipo de mal (esto es extrapolable a un millón de situaciones, como no dejar a los niños solos fuera de casa ni un segundo, atención a cómo sujetas el bolso si vas por la calle de noche y un largo etcétera).

Aquí la cuestión que no se me va es por qué. Quiero decir, qué se te tiene que pasar por la cabeza, que falta de respeto al trabajo ajeno, a la historia, a las generaciones presentes y futuras. Está claro que no soy la única que piensa así porque las sentencias son claras: en el accidente paga el seguro, que para eso está, y en el ataque hay una condena de seis años de prisión.

Me llama la atención que el caso evitable sea precisamente el que exime de culpa al autor del destrozo, y es aquí de donde creo que se puede sacar la lección. Porque, repito, el que quiere hacer daño (a una obra de arte o a lo que sea) ya encontrará el medio para lograrlo, hay que intentar ponérselo lo más difícil posible pero tampoco podemos llegar a la obsesión ni criminalizar a toda la sociedad porque existan algunos energúmenos. Como ejemplo, la Gioconda, un cuadro que nadie puede ver entre cristales y barreras excesivamente distantes, aun cuando estuviéramos solos en la sala.

Más me interesa prevenir los errores que se pueden evitar, como dejar entrar con latas de refrescos y obstaculizar el recorrido con elementos que cumplen la función contraria para la que fueron colocados. Es decir, intentar que no haya accidentes y, cuando los haya, haber puesto medidas para que no sean demasiado graves.

¿Habéis visto alguna vez un accidente o vandalismo relacionados con una obra de arte? ¿Y medidas de seguridad que no son seguras?

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