En torno a 1914 De Chirico empieza a introducir numerosos objetos de diferente tipo. Antes fue la fruta, ahora son:

  • Útiles de medición como reglas y escuadras.
  • Cajitas.
  • Peces.
  • Bizcochos.
  • Huevos.
  • Tableros de ajedrez…

En definitiva, todo un surtido de objetos insignificantes que los adivinos y los magos (personajes admirados por el pintor) utilizaban para tener respuestas a su disposición o para realizar improbables sortilegios.

Los juguetes

Nos interesa mencionar los juguetes porque pueden tener una doble lectura, ya anunciada en las obras de Nietzsche, y que anteriormente vimos en otras obras. Se trata de la mirada del niño en tanto que sujeto contemplador menos condicionado culturalmente y capaz de ver los objetos como si fuera la primera vez. Esa es la mirada que quería tener el pintor de la realidad, de ahí quizás la inserción de los juguetes en su obra. Pero también podemos establecer otro estudio del fenómeno, consistente en la visión de la realidad como un juego y, por supuesto, concibiendo el arte mismo como parte de ese juego.

Al ver el mundo reducido a juguetes se incide en la idea del hombre-dios derivado de Nietzsche, en el hombre como creador, en el artista como gran artífice de la creación.

De Chirico decía:

Vivir en el mundo como en un inmenso museo de extrañezas y de curiosos juguetes variopintos.

Con los juguetes se experimenta e incluso se llegan a romper cuando se busca lo que hay dentro, que es la esencia. Es una búsqueda ontológica, de las extrañezas que nos muestra la naturaleza, es una experimentación hecha a través de la pintura. En este sentido, el huevo es el enigma mismo, que tanto aparece en las pinturas de De Chirico. Un huevo es un misterio, es habitáculo de la vida en cuyo interior tiene lugar el misterio de la creación, es un verdadero enigma.

El juego tiene reglas que se aceptan libremente y en ese sentido la pintura de De Chirico es una muestra bastante elocuente de la concepción del arte como una práctica lúdica. Hay que adentrarse en ese juego que nos propone De Chirico, un juego de formas, de asociaciones, de nueva iconografía, de perspectivas infinitas y de lecciones nietzschianas. El juego es un elemento constante en su obra, aunque lo vemos tematizado aproximadamente desde 1914, año del que disponemos varios ejemplos como Los cuarteles de los marineros.

Los cuarteles de los marineros

Giorgio de Chirico, El Cuartel de los marineros, 1914.

Giorgio de Chirico, El Cuartel de los marineros, Norton Museum of Art, Florida, 1914.

Esta obra adelanta las composiciones posteriores. En ella se nos muestra una ventana que separa dos espacios, uno interior y otro exterior. El interior está en penumbra y el exterior está mejor iluminado. El alféizar de la ventana, una vez más es el mostrador de objetos, antes de frutas y esculturas, ahora de juguetes, cajitas, reglas… Una especie de naturalezas muertas que al menos por su colocación y por su vinculación al marco en que se representan recuerdan a las del Siglo de Oro español. Se trata, como decimos, de objetos con formas geométricas claramente definidas, círculos, óvalos, esferas, cuadrados, rectángulos, triángulos, etc., es una muestra de cómo ve De Chirico el mundo, como un museo de extrañezas pero, además, son objetos descontextualizados, desordenados en un ámbito que no es el propio, sustraídos de su uso cotidiano. Los juguetes colocados aquí son enigmáticos, no sabemos el por qué de su colocación, si acaso podemos interpretarlos como objetos para prácticas adivinatorias, como si fueran elementos de una receta para obtener respuestas. Respuestas existenciales de un mundo que se muestra a nuestros ojos como una suerte de formas extrañas que nos inquietan y que nunca llegamos a conocer en su totalidad.

El mal genio de un rey

Giorgio de Chirico, El Mal genio de un rey, 1914-15, MoMA, Nueva York.

Giorgio de Chirico, El mal genio de un rey, 1914-15, MoMA, Nueva York.

El mal genio de un rey es también de esta misma época y su significación es equivalente a la obra anterior. El lienzo se compone de los mismos elementos: los juguetes en primer plano y la arquitectura clasicista con el muro de ladrillo como telón de fondo. En esta obra se ha querido ver una vuelta del pintor a su infancia en Grecia. Ha traído su cuarto de juegos a la superficie pictórica, como un niño que ve desde su ventana todo su mundo conocido, interrumpido por el muro perimetral de su parcela. Los juguetes están en primer plano, en una especie de tabla que se alza y que se inclina hacia el margen superior derecho de la representación. Es una perspectiva angustiosa sugerida por el marco de la ventana que se viene hacia nosotros y que parece que se nos cae encima junto con todos los juguetes.

No podemos interpretar, desde luego, esta obra basándonos en la simple proyección de la infancia del artista en la obra, sino que debemos retrotraernos a la interpretación que hicimos con la obra precedente, es decir, con Los cuarteles de los marineros, donde ya habíamos visto cómo se mezclaban algunas de las grandes ideas de Giorgio:

  1. La descontextualización.
  2. El mundo como extrañeza.
  3. La mirada infantil.
  4. El hombre-dios de Nietzsche.

(*) Imágenes: Ayay.co.uk, Norton Museum of Art. Fair Use License.