Aidez a l´Espagne, Joan Miró, 1937. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

Aidez a l´Espagne, Joan Miró, 1937. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Josep Renau, Arturo Ballester, Manuel Monleón, Pedrero, Cañabate o el polaco Mauricio Amster, fueron algunos de los más insignes artistas que concedieron el don de la palabra a las paredes de las calles. El golpe de Estado de 1936 y por consecuencia del mismo, la Guerra Civil posterior, obligó al gobierno de la República a prepararse y organizarse para una larga contienda en el que todos los medios disponibles eran pocos para poder combatir eficazmente lo que terminó siendo la defensa de la legalidad del poder constituido contra el advenimiento del fascismo, no sólo en España, sino también en Europa.

Como cualquier ciudadano, los artistas tuvieron que tomar parte, y de forma mayoritaria decidieron apoyar la causa republicana, dando lo mejor que tenían, su arte, a favor de las ideas democráticas y de progreso que aquella representaba. Durante los tres años que duró la guerra, se fusionó la vanguardia política con la artística, y los mejores grafistas de la época, a modo de batallón de guerra, combatieron con sus diseños, creaciones y lemas.

El primer tercio del siglo XX constituyó un avance en la cultura española, denominándose como la Edad de Plata, que culmina con el período de gobierno de la II República, caracterizado por la participación de intelectuales y otras instituciones culturales en materias de estado. Uno de los mejores ejemplos se dio en la cartelería, tanto durante el periodo republicano como durante la guerra, empujando a sus creadores a dar lo mejor de sí, produciéndose de forma excepcional una gran colección de carteles, en torno a unos 1.500 sólo durante la contienda. No es casualidad que Josep Renau, Director General de Bellas Artes entre 1936 y 1938, fuera un reconocido publicista, prestando sus conocimientos en la materia y reflejándose en sus directrices y estrategias en todo momento. Esta cuantitativa y cualitativa producción recoge sin lugar a dudas el tradicional espíritu republicano de labor educativa y pedagógica, así como su también tradicional apoyo a las artes y las letras.

El primer tercio del siglo XX constituyó un avance en la cultura española, denominándose como la Edad de Plata

Los carteles reflejan no solamente el momento dramático por el cual estaba pasando el país, sino un resumen del mosaico político que se daba en aquel momento, comprendiendo los ejes ideológicos que vertebraban a la II República, y los estímulos que lanzaban para la guerra recalcando sus principios e ideas como la principal causa de defensa. El compromiso ético de los artistas con la república se reflejó en sus reivindicativos lemas, recordando a la población los avances obtenidos durante el periodo republicano (sistemas de enseñanza, escuelas públicas, obras e infraestructuras de modernización, derechos ciudadanos, lucha contra el analfabetismo…), manteniendo la moral elevada y enalteciendo los valores por los que estaban luchando y sufriendo la población y los combatientes.

La cultura se convirtió en un arma más para combatir al fascismo, ridiculizando al enemigo (la caricatura como género desarrollado) y mostrando la barbarie que traía consigo. Se llamaba también a la disciplina, obediencia y unión, atendiendo al contexto bélico, pero también esperanza para lo cual se glorificaban batallas ganadas o aniversarios históricos vinculados con el espíritu de la II República, así como se dulcificaba, dentro de lo posible, las penurias del frente con la asistencia sanitaria o la accesibilidad a revistas y correspondencia.

Líderes y partidos políticos utilizaron las artes como medio de propaganda de masas (como el cine) para configurar una imagen de poder durante la guerra, fomentándose de forma oficial y sistemática por medio de sus respectivas secciones o gabinetes destinados a tales cometidos. Los carteles fueron fundamentales, difundidos hasta la extenuación, repitiéndose los lemas y símbolos de forma obsesiva para asegurarse que llegaba a la mayor parte de la población, y asimilaban y memorizaban las consignas de forma rápida y fácil, uniendo eficazmente imagen y valores.

En definitiva un arte al servicio de ambos bandos según las necesidades de la guerra

La cartelería no fue un fenómeno de reciente aparición en ese momento, todo lo contrario, sus raíces nutrían a los carteles de la República de fuentes variadas. La I Guerra Mundial ya lo desarrolló entonces de forma efectiva, con la aparición de carteles que se han repetido hasta la extenuación como el famoso “Te quiero a ti para el ejército estadounidense” con el Tío Sam señalando de forma imperativa o el “No pasarán” que utilizó la República para la defensa de Madrid, basado en un cartel elaborado para la Batalla de Verdún.

Pero más allá de los precedentes históricos que podemos rastrear, los artistas de la II República volcaron sus grandes conocimientos sobre los movimientos artísticos como el Cubismo, el arte Abstracto, el Realismo, el Expresionismo o el Surrealismo, aplicados a los carteles, con fuertes vínculos a la escuela alemana de la Bauhaus o el Constructivismo ruso, que por cierto también aplicaron sus vanguardias artísticas al servicio de la revolución. Si Picasso creó el Guernica, no es menos el cartel solicitando ayuda que pintó Joan Miró, “Aidez l’ Espagne”.

Con el fin de la Guerra Civil y el principio del régimen franquista se cierra una época de gran calidad artística y de protagonismo cultural en la sociedad. Respecto a los carteles de la II República, estuvieron ocultos hasta la llamada Transición, iniciando un camino para su justo reconocimiento que está resultando largo y costoso, aún asiendo uno de los ejemplos que mejor nos pueden recordar hasta que punto España fue una vanguardia artística y cultural.

Colaboración

Pedro Reig Ruiz