piero-manzoni

La obra Después del fin del Arte de Arthur C. Danto, gira alrededor de una idea principal: la aparente muerte de los movimientos artísticos y de los grandes relatos tal y como los habíamos concebido tradicionalmente.

A lo largo de la obra defiende la idea de que esta supuesta muerte del arte no sería tal, sino que más bien se trataría de una renovación: la desaparición de los estilos progresivos del pasado en pro de un relato plural contemporáneo.

La evolución de los estilos artísticos

Se trata, en realidad, de una crítica a la teoría de la evolución darwinista de los estilos. Danto nos explica cómo esta transformación del arte fue tomada por muchos pensadores y críticos como una destrucción, pero para él, sin embargo, el nuevo arte ha de entenderse desvinculado de los viejos relatos: hay que abrir la mente a un contexto totalmente novedoso, ya que este arte al que nos referimos, efectivamente no tendría cabida si nos seguimos situando en una concepción histórica (como es la teoría de Clement Greenberg). Arthur C. Danto quiso demostrar que se había cerrado el desarrollo histórico del arte, dando el calificativo de posthistórico a todo lo que se había desarrollado a continuación. Se trataría, por tanto, de un juicio histórico y no de un juicio crítico.

El arte posthistórico

La clave para entender y aceptar este arte posthistórico radica en la concepción misma del arte. Todo arte tiene en el fondo una esencia universal que lo define como tal, el problema es que aún no hemos conseguido definir bien el arte o, mejor dicho, su esencia universal. La estética, tradicionalmente considerada parte de esta esencia, en realidad no forma parte de la misma, ya que los estilos y movimientos artísticos son meras marcas o etiquetas temporales que utilizan los historiadores y estudiosos. Y es precisamente esa carencia de un relato legitimador y universal (o por llamarlo de otro modo, oficial) lo que define este arte posthistórico, ya que el momento artístico actual se caracteriza por la total libertad creativa -siempre sujeta a un mercado y su demanda- y el pluralismo.

El concepto de Arte Contemporáneo

Por otro lado, Danto insiste en que contemporáneo y moderno no son conceptos temporales: “Contemporáneo no designa un período, sino lo que pasa después de terminado un relato legitimador del arte, y menos aún un estilo artístico, sería un modo de utilizar los estilos”, de disponer libremente del arte que ya se ha hecho para utilizarlo mediante el apropiacionismo, las citas… No se trata de un rechazo al arte del pasado, todo lo contrario, ya que los artistas pueden disponer libremente del arte del pasado utilizándolo en sus obras, realizando citas a otros estilos o también mediante la apropiación de imágenes.

Contemporáneo no designa un período, sino lo que pasa después de terminado un relato legitimador del arte, y menos aún un estilo artístico, sería un modo de utilizar los estilos

Por todo esto, y por la ausencia de un relato central legitimador, Greenberg critica el arte contemporáneo, que considera impuro y que no ha seguido una evolución vasariana (“si el discurso vasariano ha durado 600 años, el neoyorquino habría de durar otros tantos”), de la que considera que la pintura abstracta es la meta a la que, tras tantos siglos de evolución pictórica y esfuerzos intelectuales, se había llegado constituyendo la perfección y el objetivo último de la pintura.

La Era del Arte

Según Greenberg, la Era del Arte comenzaría hacia el 1400. Esto no quiere decir que antes de esta fecha no hubiese arte, sino que la concepción cambia, ya que es en esta época cuando surge una consciencia de sí mismo y una consideración de la figura del artista, comenzando a valorarse el trabajo intelectual y pudiendo encontrar aquí el origen de las preocupaciones estéticas.

Esto cambiará en el Modernismo, que marca un punto de inflexión en el arte. Con él las condiciones de la representación pasan a ser centrales y el arte se vuelve su propio tema, habla de sí mismo. El cambio desde el arte premodernista al arte del modernismo fue la transición desde la pintura mimética a la no mimética, es decir, fue el momento de la desaparición de la función mimético – representativa en el arte. Esto se debe en parte a que esta finalidad venía a ser satisfecha por un novedoso invento: la fotografía.

En el Modernismo los rasgos representacionales fueron secundarios, importaba más otro tipo de reflexión sobre los sentidos y los métodos de representación. Para Danto, los primeros pintores modernistas en este sentido son Van Gogh y Gauguin. El fin del Modernismo, entendido como una unidad estilística o relato, aconteció cuando se produjo “una legitimación de aquello que ha permanecido más allá de los límites”.

La llegada del Surrealismo, según esta teoría, no fue relevante, no supuso un paso hacia delante en el camino hacia el objetivo abstracto de la pintura. Lo considera como una broma, “una vuelta a la infancia del arte” sin trascendencia ninguna. La pintura realista no parecía tener cabida en el progreso histórico del arte.

Esta teoría esencialista y kantiana de evolución histórica de Greenberg fue aniquilada con la llegada del Pop Art. Este tipo de pintura logró vencer la todopoderosa abstracción, pues se trata de un estilo extraordinariamente realista, que toma elementos de lo cotidiano, del mundo de la publicidad, del diseño… imágenes de la banalidad de la sociedad del capitalismo triunfante.

El Pop Art y los Readymades

La Fuente - Duchamp

La Fuente, Marcel Duchamp, 1917. (*)

El problema de este arte contemporáneo, el iniciado por el Pop Art, es que hizo surgir la pregunta de qué es lo que diferencia una obra de arte de algo que no lo es si, de hecho, parecen iguales. Este debate se inició con las revolucionarias Brillo Box de Warhol: con el hecho de exponer en un museo o galería cualquier objeto cotidiano -una simple caja de jabón, por ejemplo- se puede hacer que este pase a ser considerado arte. (Personalmente, considero mucho más importantes en este sentido los Readymades de Duchamp, iniciador de esta revolución y cuestionamiento del arte).

Esto demuestra que la diferencia entre el objeto artístico y el que no lo es no está relacionada con el objeto en sí, sino con la intención con que es expuesto, con que se le haya dado una significación que vaya más allá de la de simple objeto de consumo. Incluso, aunque su nueva categoría sea la de objeto de consumo artístico, su significado, su alma -más allá de la formalidad-, ha variado totalmente. Así se ha convertido algo banal en una obra de arte.

La pérdida de rumbo discernible tuvo lugar posteriormente, en los años 60-70. A partir de entonces surge lo que llamaríamos arte posthistórico, que implica una desaparición del límite de la historia: “Todo está permitido” (liberación de la historia y la filosofía para lograr su total libertad; el arte sólo es arte).

En Conclusión

Como conclusión podemos afirmar que el arte actual carece de rumbo fijo. Toma autoconciencia de su propia formalidad, se convierte en el medio de expresión de ideas sociales y políticas, se convierte en objeto de mercado. No es ni más ni menos que el arte que la sociedad plural de hoy necesita, lejos de utopías, un arte real que, como hizo el Pop, logró encumbrar a objeto artístico los elementos de la vida cotidiana. Un arte de la imagen para la sociedad de la imagen y la información. Por lo tanto, todos los discursos artísticos tienen cabida y son aceptados. Lo mismo sucede con los museos, que evolucionan dejando de ser templos de la belleza cuya finalidad, como planteó Ruskin, era conseguir elevar al espectador a la sublimidad estética a través del arte bueno.

(*) Imágenes: Wikimedia Commons. Creative Commons License.