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El conjunto de edificios que actualmente albergan las colecciones artísticas del Museo de Bellas Artes San Pío V es el resultado de una larga cadena de intervenciones que se remontan a 1939, momento en el que los arquitectos Ricardo Macarrón y Francisco Mora Berenguer remodelaron el antiguo Colegio Seminario San Pío V para adaptarlo a su uso como museo.

A partir de ese momento, las intervenciones, reconstrucciones y ampliaciones han sido constantes, abarcando un arco cronológico de setenta años sin que todavía se hayan concluido las obras de la quinta fase del proyecto Nou Museu Sant Pius V, iniciado en 1984. No obstante, pese a esa sucesión continua de obras, pueden diferenciarse con claridad dos periodos constructivos. El primero se iniciaría con las obras de remodelación del edificio original en 1939 y concluiría en el año 1973 con las reformas de las salas destinadas a albergar las exposiciones temporales. El segundo, comenzaría con la redacción del Plan de 1984 y aún sigue vigente.

Esta división coincide además con dos periodos claves en la historia reciente de España, es decir, la dictadura franquista y, posteriormente, la época monárquica. Cada una de las etapas tendrá sus características particulares en lo que se refiere a la concepción museística del Pio V, pero en general, existirá un denominador común a todas las intervenciones: el estar dirigidas a lograr una correcta adaptación del edificio original a un uso museístico y, por otra parte, la obtención de un mayor espacio expositivo.

Primeras Intervenciones (1939-1973)

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La planta del edificio contaba en 1939 con dos edificaciones principales: La iglesia y el seminario. La iglesia consistía en una construcción de planta octogonal sin cúpula que estaba prácticamente en estado de ruina, y el segundo edificio era un seminario de planta cuadrada que albergaba un patio claustral en su interior.

De esta forma, el espacio destinado a cobijar las colecciones de pintura se reducían a un único lugar que, por otra parte, no estaba acondicionado adecuadamente para servir como museo. Es lógico entender entonces por qué las primeras actuaciones estuvieron encaminadas a suplir estas carencias. Así, los arquitectos Ricardo Macarrón y Francisco Mora Berenguer limpiaron la fachada y las dos torres, respetando la traza original y tratando de recuperar los antiguos materiales. Se colocó sobre la puerta principal un balcón con el escudo de la Academia de San Carlos, se recuperaron las arquerías clasicistas del claustro, la piedra de las cornisas, así como la sillería del zócalo de los pilares de la galería baja.

Al margen de esta operación de limpieza, era necesario disponer de un buen espacio expositivo, pero las estancias del seminario eran muy estrechas y de escasa altura, con lo que la posibilidad de exhibir un buen número de obras quedó desde el primer momento muy limitado por estas condiciones. Por este motivo, se construyó un edificio de nueva planta hacia el noroeste, un cuerpo añadido en sentido oblicuo que rompió la primitiva ortogonalidad del conjunto.

Sin embargo, el material artístico a exponer era tan amplio que obligó a los arquitectos a un continuo acondicionamiento de salas en los años siguientes. En mayo de 1947 se inauguraron las salas de escultura en un pabellón aparte. En 1948 se abrió la galería del segundo piso del claustro. En 1949 Ramón Laporta Girón, gobernador civil de la provincia costeó las salas destinadas a las tablas de los primitivos valencianos.

Posteriormente, en 1950 se terminaron de abrir las galerías del segundo piso y en 1952 las salas dedicadas al legado Muñoz Degraín, así como la sección arqueológica en la planta baja. En 1960 se realizó la sala dedicada a Jerónimo Jacinto de Espinosa, por el arquitecto Francisco Javier Goerlich, quien a su vez costeó en 1963 la instalación de cuatro salas más para exhibir la colección artística que el propio Goerlich y su esposa Trinidad Miquel donaron al Museo a través de la Academia.

Entre 1968 y 1973 la Caja de Ahorros de Valencia sufragó reformas para crear salas de exposiciones temporales en la planta baja, así como la restructuración de las salas de Ignacio Pinazo y Muñóz de Graín.

Últimas intervenciones (1984-2013)

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Tras un breve periodo en el que el Museo no experimentó reformas, en torno al año 1979 y una vez restituidas las instituciones, el Pio V pasó a ser un museo administrado por la Comunidad Autónoma de Valencia a través de la Generalitat Valenciana.

Con estas nuevas circunstancias, el principal museo de bellas artes de la ciudad se convirtió en el eje de las todas las decisiones culturales, con la intención de convertir a la pinacoteca en un lugar emblemático de Valencia, un museo que fuera el reflejo de la identidad valenciana.

Por este motivo, en el año 1984 se redactó un texto que recibió el nombre de El Nou Museu Sant Pius V, cuya finalidad era la de elaborar un proyecto de intervenciones arquitectónicas para, una vez más, mejorar el edificio existente y ampliar el espacio expositivo. No obstante, como novedad se incorporaron áreas destinadas a cubrir toda una serie de necesidades que hasta el momento no habían estado asociadas a los museos pero que cada vez más se estaban convirtiendo en uno de los servicios habituales. Hablamos, claro está, de los espacios de cafetería, tiendas, librerías, salas de conferencias, etc.

El plan de 1984 fue elaborado por los arquitectos Manuel Portaceli y Álvaro Gómez-Ferrer y estaba diseñado para ejecutarse por fases dada su gran complejidad. En cualquier caso, el plan se fue modificando a lo largo del tiempo, máxime cuando el periodo de ejecución lleva en activo hasta el momento actual y ya han transcurrido veintinueve años desde su publicación.

Fase I

Las obras de la primera fase comenzaron en 1986 y concluyeron en 1990. Permitieron modernizar las instalaciones del lado este del edificio, situando en la planta baja un salón de actos y en las plantas superiores unas salas de exposiciones temporales. Además, se realizó una intervención en la antigua sala Espinosa intercalando un forjado con dos alturas para ubicar allí el departamento de restauración y los almacenes.

Fase II

En una segunda fase, realizada entre 1992 y 1994 se reconstruyó la antigua iglesia de planta octogonal con su cúpula, convirtiéndola en un zaguán del museo, con la finalidad de distribuir a los visitantes en el espacio y dar una imagen más moderna de la institución. Además, el proyecto fue profundamente respetuoso con la iglesia original, tratando de recuperar los arcos de tres capillas con pilastras, los capiteles, las cornisas, tribunas y adornos barrocos, pero sobre todo la cúpula, que había sido derribada en 1925. Con todas estas obras se consiguió también habilitar la tribuna que rodeaba la cúpula como espacio útil, para albergar allí la biblioteca.

Fase III

La tercera fase se concluyó en 1997 y no fue sólo una intervención en los edificios preexistentes sino que se construyeron dos pabellones de nueva planta para albergar las exposiciones temporales, un salón de actos, almacenes y muelle de carga. Todo ello en la zona este del solar en el que se inserta el museo, incorporando un edificio rehabilitado del siglo XVIII para establecer allí las oficinas, la tienda, una librería y una cafetería.

Fase IV

Más reciente ha sido la profunda intervención para ampliar la vieja fábrica del edificio por su parte trasera. A través de la construcción anexa se ha aumentado el área del museo a 14.000 metros cuadrados, dotándolo de nuevas salas expositivas con modernas instalaciones para alojar la colección permanente. Una gran novedad si tenemos en cuenta que una situación así no se producía desde la década de los sesenta, cuando el arquitecto Goerlich fue abriendo nuevas salas para exponer obras de arte.

Con esta expansión del museo, se incorporó también un edificio emblemático a la pinacoteca mediante la reconstrucción del claustro del Palacio del Embajador Vich. Un conjunto que permanecía fragmentado por diversos edificios de la ciudad y que por primera vez podía apreciarse de forma unitaria. Se instaló en la zona norte del museo entre la zona antigua y la nueva, encajando perfectamente en este espacio y suavizando así el contraste que se daba entre ellas.

Esta nueva pieza se convirtió, desde ese momento, en el centro del museo para cumplir la función de espacio distribuidor de los visitantes y aunque no es preciso cruzarlo, sus llamativas formas renacentistas se han convertido en un atractivo lugar de descanso y contemplación estética. Pero además, este espacio tiene un sentido en el museo, ya que el Embajador Jerónimo Vich y Valterra es considerado el introductor de la pintura italiana del XVI en Valencia, que acabaría siendo enormemente influyente en el devenir artístico español.

Fase V

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Pese a la gran cantidad de remodelaciones que ha sufrido el edificio, las noticias periodísticas más recientes nos acercan a un panorama bastante negativo del museo, ya que se han detectado grietas en los edificios que han dado lugar a goteras que están dañando las obras de arte expuestas. Por este motivo, el Patronato del Museo convocó una reunión extraordinaria para tratar de arreglar estas deficiencias y evitar que algunas de las obras acabasen perdiéndose.

Así, en 2009 aprobó la realización de la quinta y última fase del proyecto, que comenzaría a realizarse en el año 2010 pero que finalmente empezará en 2013 y que supuestamente incluiría actuaciones de rehabilitación integral del edificio histórico del San Pío V, junto con su patio claustral y su fachada dieciochesca, y que supondría la finalización de la ampliación y la mejora de este gran conjunto museístico, con la incorporación de los terrenos del Jardín de Vivero del antiguo Palacio Real y la creación de una nueva entrada lateral. Sin embargo, recientemente hemos conocido la noticia de que las reformas no serán tan profundas sino que por el contrario serán mucho más limitadas.

Más información sobre el nuevo proyecto: Arranca la ampliación del San Pío V con seis millones de euros menos

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