Otras dos artistas que aportaron su impronta a la escena impresionista, al igual que Berthe Morisot o Eva Gonzalès, fueron Marie Bracquemond y Mary Cassatt, dos mujeres con distintas circunstancias que les determinará su devenir como pintoras.

Marie Bracquemond

Al contrario que Mary Cassatt, la carrera de Marie Bracquemond, cuyo verdadero nombre era Marie Anne Caroline Quivorone (1840-1916), estuvo truncada por su condición de casada. Su marido Félix Bracquemond, era un grabador de prestigio e impulsor de los grabados japoneses que se pusieron de moda en el París de esta época. Al mismo tiempo que era amigo de los impresionistas rechazaba esta nueva estética. Defendía que la línea era más importante que el color, y que la disciplina de estudio era muy superior a la espontaneidad del aire libre. La situación de casada de Marie Bracquemond y la visión de su marido respecto al impresionismo, mermaron las posibilidades de desarrollarse como pintora y acabó abandonando la pintura.

Marie Bracquemond, En la terraza de Sévres, 1880.

Marie Bracquemond, En la terraza de Sévres, 1880.

Su hijo Pierre comentó posteriormente, que para esta obra –En la terraza de Sévres– su madre realizó diversos dibujos y bocetos. Y ciertamente se nota, sin embargo es una de las obras que más se acerca al impresionismo, pero que al mismo tiempo conserva todavía una factura académica, tanto en la figuración como en la atmósfera. Bracquemond realiza aquí una pintura bastante contenida, en donde no hay esa libertad con el pincel como sucede en otras pintoras. Es una obra que intenta ser vaporosa, pero le falta la espontaneidad del aquí y ahora.

Mary Cassatt

La norteamericana Mary Cassatt (1844-1926) llegó a París acompañada de una amiga cuando solo tenía 19 años, atraída por su gran pasión por la pintura, ya que era en esta ciudad donde se encontraba la vanguardia artística del momento. Su carácter independiente fue una constante en su vida, vivía en un apartamento en París y nunca se casó; comprometiéndose con su trabajo de pintora y con la organización de diversas ediciones de los Salones impresionistas junto a los pintores. Esta actitud ante la vida, era algo totalmente transgresor para una mujer burguesa de la segunda mitad del siglo XIX. De joven viajó a Parma donde copió a Correggio por encargo, y visitó el Museo del Prado en donde conoció de primera mano la pintura de Velázquez, Goya y Murillo.

Mary Cassatt, Autorretrato, 1880-1884

Mary Cassatt, Autorretrato, 1880-1884.

Su formación como pintora la fue adquiriendo a través de profesores particulares tanto en Pittsburgh (Pennsylvania) como en París. Al tiempo, sintió que estos estudios la encorsetaban, y decidió dejarlos orientando su pintura en busca de los principios de la escuela paisajística de Barbizon; hasta que un día paseando por el Boulevard de Haussmann, vio en un escaparate unos pasteles del pintor Edgar Degas. Mary Cassatt describe así este hallazgo:

Solía pegar mi nariz contra aquel escaparate. Esto cambió mi vida. A partir de entonces, vi el arte como yo quería verlo.

Este descubrimiento reafirmó su visión vanguardista que tenía del arte, rechazando el arte academicista en el que se había formado, con el que ella no se sentía cómoda. Su nueva opción iba a ser el lenguaje moderno del impresionismo, al que terminó suscribiéndose.

La maternidad es una temática que aparece mucho en su pintura, aunque ella no fue madre, sin embargo tiene una gran sicología para realizar este tipo de representaciones. Desayuno en la cama es una representación muy enternecedora, que inspira ese momento íntimo del amor maternal.

Mary Cassatt, Desayuno en la cama, 1897

Mary Cassatt, Desayuno en la cama, 1897.

Todas las pintoras se movieron siempre en el ámbito burgués, y todas representaron escenas burguesas de la época, como es el caso de la obra La taza de té.

Mary Cassatt, La taza de té, 1879

Mary Cassatt, La taza de té, 1879.

El elegante diseño del vestido junto con sus modales nos indica que se trata de una mujer de clase alta, con tiempo libre para acudir a la cita del té. Al margen de la situación, lo que hace esta pintura interesante, es el ajustado encuadre y que la pintora corta por sus piernas, una clara influencia de los encuadres de Degas.

Mary Cassatt, Mujer con collar de perlas en un palco, 1879

Mary Cassatt, Mujer con collar de perlas en un palco, 1879.

El teatro y la ópera eran dos lugares de la vida pública en donde las mujeres podían participar; era un lugar para ver, pero también para dejarse ver. Este interés de Cassatt por el teatro fue influencia de Degas, Mujer con collar de perlas en un palco, es un trabajo de investigación de los efectos de la luz artificial, es un cuadro que está muy iluminado por la luz de las lámparas del techo, hay que tener en cuenta, que el invento del alumbrado de gas es reciente, y esto causa fascinación en ella. Cassat inteligentemente aprovecha el espejo posterior para recoger una visión más amplia del teatro, con los palcos y el público. El ambiente del cuadro es de expectación y entusiasmo, sensaciones que se podían disfrutar en una noche de teatro, ya que era una actividad muy de moda, y por tanto un lugar de encuentro y de relación.

Alentada por Degas, Cassatt cultivó también la técnica del grabado, que en estos momentos estaba muy influenciado por las estampas japonesas –ukiyo-e-. Esta influencia del arte oriental llegó a Europa a través de la Exposición Universal de Londres de 1862, en donde el arte y la artesanía nipona fueron uno de los principales atractivos de esta exposición. Esto motivó el coleccionismo de estampas y objetos artesanales y artísticos japoneses, lo que se conoce con el nombre de japonismo. Cassatt se sintió atraída por esta forma de expresión, sobre todo por la del maestro japonés del siglo XVIII, Kitagawa Utumaro. En estos grabados se representaban a cortesanas lavándose, vistiéndose, peinándose, tomando el té, o bañando a los niños; temáticas que también eran tratadas por las pintoras impresionistas.

Kitagawa Utumaro, grabado del siglo XVIII.

Kitagawa Utumaro, grabado del siglo XVIII.

Mary Cassatt, El beso de la madre, 1891. Técnica del grabado

Mary Cassatt, El beso de la madre, 1891. Técnica del grabado.

Cassatt en sus grabados investigó la línea como forma de crear volúmenes, en El beso de la madre podemos apreciar como imita el trazo orgánico del maestro japonés. Pero también podemos ver las influencias en su elección por un fondo neutro, la posición sedente, o la similitud en los volúmenes del vestido, así como, en la inspiración de los motivos que lo decoran.

Para finalizar, quisiera señalar que se han reseñado distintos reconocimientos que los pintores impresionistas hacen a las artistas de su época. Y aunque pienso que este reconocimiento no es indispensable, ya que las pintoras y su pintura se valen por sí mismas, la intención de estas reseñas es dar a conocer el respeto y la admiración que sus amigos los impresionistas tenían por ellas, en donde se miraban de igual a igual, aunque la sociedad del momento no se comportase de la misma forma.

En relación con esta igualdad Morisot reivindicaba:

No creo que haya habido nunca un hombre que haya tratado a la mujer como su igual, y eso es todo lo que pediría, porque sé que valgo tanto como ellos.

En este sentido, Berthe Morisot, que en mi opinión es la más sobresaliente de todas ellas, se encuentra a la altura del resto de los pintores impresionistas. La diferencia está en el escenario en el que se desarrollaron sus pinturas; el de Morisot es doméstico e íntimo, por lo tanto menos atractivo; en cambio el de sus amigos es el París de la calle y del ocio. Pero mi pregunta es: ¿Adónde hubiesen llegado Berthe Morisot, Marie Bracquemond, Eva Gonzalès o Mary Cassatt, si su ámbito natural para pintar hubiese sido el de los cafés, el de los boulevards, el del teatro, o el de los paisajes fluviales y rurales de los alrededores de París?

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