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No soy, ni de lejos, un experto en pedagogía ni en educación, ni en Instrucción Pública, como se decía en tiempos de Francisco Silvela. Apenas recuerdo algunas líneas de la teoría del Emilio de Jean Jacques Rousseau, pero lo que sí puedo asegurar es que habiendo pasado más de veinticinco años en aulas, con sus consiguientes planes educativos (EGB, LOGSE, LOE…), al menos a un nivel práctico, conozco el funcionamiento general del sistema.

Sin embargo, no es mi intención aburrir al lector con dosis de pedantería y Conceptismo, simplemente me propongo compartir contigo el argumento de una película canadiense que pude contemplar unos días atrás. La película se titula Profesor Lazhar y en ella se resumen algunos de los problemas de la educación occidental:

  • Deshumanización.
  • Industrialización.
  • Desintegración.
  • Violencia.

Es una película altamente recomendable por su verosimilitud, su análisis certero de la realidad educativa y su increíble capacidad para centrarse en la esencia. La obra (utilizo esta palabra porque está basada en una obra de teatro) comienza con un inquietante ahorcamiento de una profesora en un aula de un colegio de Quebec. Al principio no se sabe a qué se debe el macabro acto y el espectador prejuicioso comienza a pensar que se trata de una cuestión de agotamiento físico y mental de una profesora que es incapaz de controlar las vejaciones de sus alumnos.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad, los alumnos no pertenecen a un colegio de los suburbios de la ciudad, es un colegio normal, de clase media. Los niños, que tienen sólo once años, no son malvados, de hecho parecen incluso bastante disciplinados y civilizados, respetan el turno de palabra, conocen a la perfección el reglamento escolar (que no dudan en citar de memoria) y parecen tener respeto al profesor.

A todas estas, el alumnado recibe la visita de un nuevo profesor, un refugiado argelino que llega a la ciudad tras sufrir un atentado que le cuesta la vida al resto de su familia. Ni siquiera es profesor y, en realidad, no tiene el visado obligatorio para residir allí. Sin embargo, con su impecable presencia y su correcta vestimenta consigue convencer a la directora del centro para que acepte un contrato de docencia. La idea de introducir en la obra un personaje proveniente de otra cultura es un acierto total, porque permite comparar la visión ortodoxa y occidental de la educación con la mirada ex colonial de la Argelia actual.

Lo primero que llama la atención del profesor Lazhar cuando se incorpora a dar clases de gramática y literatura francesa es que no puede increpar a sus alumnos si le faltan al respeto, ni dar un toque de atención a ninguna de ellos y mucho menos tocar a sus pupilos. Has leído bien, en este colegio está prohibido tocar a los alumnos, porque puede ser interpretado como acto de pederastia. Tiene que cumplirse a raja tabla el reglamento, que aboga por una educación aséptica, de guantes blancos de látex que eviten el contacto entre los humanos.

«En este colegio está prohibido tocar a los alumnos, porque puede ser interpretado como acto de pederastia»

Visto desde la perspectiva árabe, la nuestra es una escuela al estilo fábrica, industrializada, concebida para las masas y de bajo nivel. Tampoco es que Argelia sea ejemplo de nada y en nada, pero invita a reflexionar el hecho de que en vez de una atención personalizada del profesor con cada uno de los educandos, se persiga una educación encorsetada en normas y reglas, pero revestida de una falsa libertad, en la que debe encajar el individuo. No obstante, el profesor Lazhar peca de ingenuidad cuando pretende realizar una prueba de dictado a sus alumnos y utiliza para ello La Piel de Zapa de Honoré Balzac.

Quizás en su país la educación todavía esté reservada a las altas esferas de la sociedad y en esos ambientes sea común que niños de once años entiendan la complejidad de la obra del literato francés. En nuestra cultura, en cambio, la masificación de la educación (lo digo sin prejuicios negativos), nos ha llevado indefectiblemente a una disminución del nivel en los contenidos.

«Lo que más preocupa al profesor no es tanto la carga lectiva, sino la completa desestructuración de las familias y la violencia latente que se respira en el aula»

Sin embargo, lo que más preocupa al profesor no es tanto la carga lectiva, sino la completa desestructuración de las familias y la violencia latente que se respira en el aula. Padres que no prestan atención a sus hijos, que apenas les dedican tiempo debido a sus apretadas agendas de trabajo, alumnos con déficit de atención y que desatan la violencia en las clases por haber sido abrazados por una profesora que intentó consolarlos en los momentos bajos, y que decidió ahorcarse por no soportar las miradas de padres, profesores y alumnos, que veían en ella actos pecaminosos.

Este es un retrato de la educación actual, no el único ni el más verdadero, pero sí uno verosímil. Quizás debemos repensar la educación, volver a las raíces y construir una sociedad humanizada, estructurada, integrada y sin violencia.

Recordemos las palabras de uno de los principales gurús de la educación: Sir Ken Robinson que, en el libro El Elemento, propone desarrollar las capacidades creativas de los más pequeños superando el academicismo y abandonando los preceptos de la educación de la era industrial.

(*) Imagen de Portada: morguefile.com. Creative Commons License.