Los criterios de restauración de Viollet-le-Duc

Retrato de Viollet Le Duc

Restaurar un edificio significa restablecerlo en un grado de integridad que pudo no haber tenido jamás.
Viollet-le-Duc

Con esta cita, podemos entender perfectamente el criterio de restauración propuesto por le-Duc. Un tipo de reconstrucción sui generis, donde la libertad y la invención tienen especial presencia y donde lo que importa es la unidad formal, la unidad estilística y, sobre todo, la forma ideal que tuvo o no el edificio.

Legitima e impone reconstrucciones, sustituciones, adiciones o eliminaciones basadas únicamente en analogías tipológicas y de estilo. Es un criterio que no se limita a la simple manutención, reparación o reconstrucción como en el pasado, pues basándose en un concepto de estilo como algo científicamente definible, trata de restituir en una arquitectura alterada por el tiempo, degradada en sus materiales y sobre la que se ha actuado con “errores” estilísticos, su condición primitiva, la pureza del estilo.

Significa esto, incluso, completar en el estilo correspondiente un edificio que hubiera quedado inconcluso con una actitud típicamente decimonónica, que ve en el estudio del pasado el descubrimiento y recuperación de una identidad nacional. En la Francia de este periodo, el estilo que mejor cumple tales cometidos no puede ser otro que el gótico, ya que muestra su estructura como fundamento lógico de la invención, es la máxima exaltación de la capacidad artesanal y es el arte en el que el espíritu francés tiene la supremacía.

Los criterios de restauración de John Ruskin

Retrato de John Ruskin

Contar las piedras como se haría con las joyas de una corona; poner centinelas a su alrededor, como se haría con las puertas de una ciudad asediada; zuncharlo por donde empezara a debilitarse; estabilizarlo con puntales por donde se inclina sin considerar en la fealdad del soporte, pues ello es preferible a un elemento o miembro perdido hacerlo permanecer en pie reverentemente y continuamente y muchas generaciones nacerán y pasarán bajo su sombra. Al final llegará su hora y que ningún deshonroso y falso añadido lo prive del oficio fúnebre del recuerdo.
John Ruskin

Como vemos, el pensamiento de este crítico, sociólogo y literato londinense es totalmente antitético al de Viollet-le-Duc, ya que no concibe la libertad como un factor a la hora de restaurar. De hecho, convierte la obra de arte en algo místico que hay que respetar de forma casi religiosa, lo cual se traduce en la no intervención.

Es una posición de contemplación del monumento. Ya no es la actuación decidida a la francesa, sino una espera sin intervención alguna. Según este criterio, la obra de arte es una creación que pertenece sólo a su creador. Nosotros podemos disfrutarla, contemplar su decadencia, admirar su estado de ruina, pero no tenemos derecho a tocarla porque no nos pertenece.

La obra de arte sólo es válida en su forma originaria y, por consiguiente, cualquier intervención en ella es siempre arbitraria y contraria a su esencia. Puesto que, como cualquier criatura, el monumento tiene su ciclo vital completo: nacimiento, juventud, madurez, decadencia y muerte.

Podrá durar más o menos, pero al final morirá y lo más inteligente es aceptarlo así. Incluso en la ruina existe una dignidad, advirtiéndose en su aspecto pintoresco un valor artístico. Además, es en este estado de ruina como los monumentos se acercan más a las obras de la naturaleza.

Los criterios de restauración de Camillo Boito

Retrato de Camillo Boito

Los monumentos documentan toda la historia de la humanidad. Aquéllos deben ser preferentemente consolidados antes que reparados y reparados antes que restaurados evitando las renovaciones y adiciones. En caso de precisar de éstas, se realizarán sobre datos seguros, con caracteres y materiales distintos y distinguibles, llevando un signo de identificación o la fecha de restauración. Todos los añadidos de cualquier época deben respetarse y las adiciones modernas no deberán interferir la unidad de la imagen, respetándose la forma del edificio.
Camillo Boito

Italia, el país de la ruina por excelencia, merecía una alternativa diferente a las ya enunciadas por Viollet-le-Duc y John Ruskin. Fue precisamente Camillo Boito quien divulgó los preceptos que, desde su parecer, eran los más adecuados para la restauración del patrimonio artístico, siendo éstos tremendamente novedosos.

Podemos resumir los diferentes puntos de su teoría gracias a una conferencia dictada en Turín en torno a 1884, cuya publicación por escrito recibió el nombre de Los restauradores y que estaba centrada en las operaciones de restauración de escultura y pintura.

Como digo, estos puntos son:

  • Diferencia de estilo entre lo nuevo y lo antiguo.
  • Diferencia de materiales de fábrica.
  • Supresión de ornamentos.
  • Exposición con los elementos trastocados, junto al monumento.
  • Signo convencional o grabado con la fecha de la restauración.
  • Inscripción explicativa sobre el monumento restaurado.
  • Descripciones y fotografía de las diversas etapas del trabajo situadas en el mismo edificio o en su cercanías.
  • Publicación de los trabajos.
  • Notoriedad.

Por primera vez hay un intento de legislación reguladora para la práctica de la restauración. He aquí la novedad: frente al intervencionismo libre de le-Duc y la contemplación relgioso-mística de Ruskin, las leyes de Boito.

Bibliografía

Morales, Alfredo J.: Patrimonio histórico-artístico, Historia 16, Madrid, 1996. pp. (111-123).