Banksy

Banksy, Guard with Koons Balloon Dog.

Quién me lo iba a decir, cuando empecé la carrera de Historia del Arte, que algún día llegaría a decir algo así: «Trabajo en un museo, sí, pero no trabajo de lo mío». Es algo que, además, parece que a la gente le cuesta entender: «Pues si has hecho Historia del Arte y estás en un museo, algo tendrá que ver», deben de pensar.

Pero no, no tiene nada que ver.

Es posible haber estudiado Historia del Arte y trabajar en un museo y no trabajar de lo tuyo. Y lo que es peor, haber estudiado Historia del Arte es lo que seguramente abre las puertas para conseguir esos trabajos que se desarrollan rodeados de cuadros pero tan alejados del arte. Alguien en los departamentos de recursos humanos también debe de pensar que tiene algo que ver.

Me da igual lo que me digan: vigilantes de sala o personal de taquilla y de consigna no son profesiones que tengan que ver con la historia del arte, aunque tristemente estén llenas de licenciados en este campo. A veces no sé cómo explicárselo a la gente. Pienso que quizás es como un ingeniero que se especializa en el diseño de aspiradoras y lo contratan como asistente en una casa porque sabe usar las aspiradoras. Algo así es haber estudiado Historia del Arte y que tu trabajo consista en decirle a la gente que no toque los cuadros.

El nefasto mercado laboral

No sé por dónde empezar, ya que este hecho es reflejo de muchas y tristes realidades. Podemos comenzar por lo que dice del mercado laboral de este país. En este sentido, vemos a gente demasiado formada para los puestos que ocupa, a gente que, en definitiva, se ha pasado años estudiando y esforzándose para que al final le ofrezcan un trabajo que no requiere de ninguna formación. Son puestos que, si la cosa fuera bien, serían ideales para estudiantes que quieren sacarse un dinero para pagarse los estudios o quizás para aquellos que en su momento decidieron abandonar su formación. Ahora están ocupados por licenciados y padres de familia que, forzados por la situación, se aferran a lo que les sale para poder pagar el alquiler.

Además, yo no creo que sea casualidad que las empresas, teniendo personal de sobra donde elegir, acaben escogiendo siempre a la gente más formada. Jamás reconocerán que valoran tu formación, porque entonces tendrían que pagártelo (ya que la ley no les obliga), pero ellas bien saben que están contratando a gente formada, cultivada, con buenos modales, que sabe hablar y expresarse, que sabe idiomas, que si alguien le pregunta algo sabrá ayudarlo y responder sus dudas… Todo esto es lo que ofrecemos, aunque nadie nos lo diga y aunque nadie nos lo pague a final de mes. En el fondo, es un poco culpa nuestra por no reivindicarlo: si sé más, si tengo más habilidades y más capacidades, si, en definitiva, te ofrezco más, me pagas más. ¿A que nunca conseguirás comprar un Ferrari a precio de Seat? Pues es lo mismo: si en este mundo capitalista todo se compra y se vende y todo tiene un precio, mis capacidades también.

La frustración

Y esto me lleva al segundo punto que quería tratar: la frustación. Desde luego nadie se ha pasado sus años de estudios de Historia del Arte deseando licenciarse para acabar de vigilante de sala. Todos pensábamos en otras salidas, salidas que sí tenían que ver con lo nuestro, como conservadores de museos, investigadores, docentes, guías turísticos, galeristas… Todas ellas profesiones en las que no es nada fácil entrar, porque hacen falta oposiciones y exámenes que no se convocan, porque ya están saturadas y hay mucha competencia o porque hacen falta buenos, pero que muy buenos contactos. Es un panorama realemente desolador pensar en los museos y su personal de esta forma; es como una especie de invasión zombie con uniforme. Es algo en lo que, además, no piensan los visitantes cuando entran ni las empresas cuando te contratan ni tus amigos cuando te dicen que trabajas de lo tuyo porque trabajas en un museo.

¿Cuál es la solución?

Sin embargo, resignarse no es la solución. Aunque la sociedad te diga que tienes que estar agradecido porque al menos tienes un trabajo, no es verdad. No puedes estar agradecido con una sociedad que te forma, te genera expectativas y te da esperanzas para que, llegado el momento de la verdad, te dé una patada donde la espalda pierde su casto nombre. Así que menos resignación y menos agradecimientos y más seguir hacia delante. Yo, personalmente, ya he dejado dos trabajos (confieso que mi situación personal me lo permitía, no voy a engañar a nadie) y he rechazado un contrato fijo de un tercero…

¿Por qué?

Porque estos trabajos tienen dos peligros muy grandes: el apalancamiento y la pérdida de confianza en uno mismo. Es muy fácil acomodarse en una rutina pensando que algún día saldrás de ella, pero sin tiempo ni energía para ello nunca lo harás. Aunque a mí lo que más miedo me da de estos trabajos es que al final, no sé muy bien cómo, te hacen creer que no sirves para nada más. Sin tiempo y sin confianza en uno mismo no se llega a ningún sitio. Si tengo que dejar un trabajo para poder pasar al siguiente escalón de mis ascenso, lo dejo.

Hay muchos que ven este difícil periodo actual como una crisis pasajera y simplemente están esperando, mientras se conforman con cualquier trabajo, a que pase para continuar su camino. Pero, si algún dia pasara eso, habrá gente más joven, más formada y con más energía que te pasará por delante. Yo, personalmente, pienso que estamos en un cambio de ciclo y que nada volverá a ser a como antes, por lo que creo que hay que desapegarse a los viejos modelos y mirar hacia delante. Si realmente el capitalismo está agotado y estamos empezando algo nuevo, de nosotros depende que eso que empieza sea mejor y ahí haya un hueco para nosotros y para la cultura. La pasividad no sirve para nada. ¿Qué mejor oportunidad te puede brindar la vida que empezar de cero?

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