Las ideas de César Manrique en relación a la restauración de edificios históricos se asemejan en mayor medida a las de Camilo Boito y Giovannoni, ya que si bien Manrique era partidario de la conservación de éstos, también es cierto que nunca tuvo reparos es intervenir a conciencia en los mismos.

De hecho, algunas de sus obras espaciales más emblemáticas son en este sentido muy polémicas, sobre todo por lo que respecta a su casa-fundación “Taro de Tahiche”, una construcción emplazada en medio de un mar de lava volcánica que ninguna ley de conservación del medio ambiente permitiría hoy en día.

Fachada principal del Castillo de San José

Fachada principal del Castillo de San José.

De esta forma, según este proceder, la restauración del Castillo de San José consistió en la adecuación de los espacios circundantes del edificio, que se encontraban en el momento de inicio de los trabajo en la década de los años setenta en muy mal estado.

Así, Manrique allanó el camino que daba acceso al castillo y lo convirtió en un espacio limpio, ordenado y ajardinado con flora autóctona y piedra volcánica. Dicho acceso, cumpliría la función de lugar de estacionamiento de vehículos y de distribución del flujo de visitantes hacia el castillo o hacia el restaurante, situado en la planta inferior del edificio.

Acceso exterior al restaurante

Acceso exterior al restaurante.

Por lo que respecta al edificio propiamente dicho, las intervenciones se centraron en el remozado de los elementos originales, desde la cubierta superior con sus garitas de vigilancia hasta las salas de la planta inferior. Sin embargo, donde más se hace notar la intervención del artista es en la escalera helicoidal que conduce a la planta inferior, con el característico uso de los callaos y la pintura acrílica blanca y, sobre todo, en el restaurante.

Escalera interior de acceso al restaurante

Escalera interior de acceso al restaurante.

Se trata de espacios completamente diáfanos en los que la luz solar penetra al interior creando una atmósfera cálida, agradable y luminosa; esto se consigue mediante el uso de cristales que ocupan completamente los vanos, dejando que el paisaje exterior con vistas al puerto se funda perfectamente con el gran salón interior.

Por otra parte, el uso de madera y el cuero para los elementos decorativos generan una sensación de confort y bienestar pocas veces logrado en otras intervenciones arquitectónicas. Incluso los aseos del restaurante constituyen una verdadera obra de arte, realizados con exquisito gusto decorativo.

Por último, cabe destacar también el acondicionamiento de la rampa que conduce desde el espacio de estacionamiento de vehículos hasta el restaurante, construida como una “alfombra de callaos” y rodeada de espacios ajardinados y motivos decorativos que recuerdan al mundo de la navegación por su cercanía al puerto de la ciudad.

Restaurante del Castillo de San José

Restaurante del Castillo de San José.

Hasta ahora, hemos hablado de la restauración del edificio, ahora nos centraremos en la adaptación de los espacios interiores del mismo a espacios museísticos. En primer lugar, cabe destacar que la museografía a la que se ha recurrido es muy poco agresiva con el edificio y cumple perfectamente su función. Se trata de una museografía sugestiva que apenas se deja notar y que ayuda a resaltar las obras de arte contemporáneo expuestas.

Sala de exposiciones de la colección permanente

Sala de exposiciones de la colección permanente.

Así, encontramos la mayoría de las pinturas suspendidas en el aire mediante un sistema de cables flotantes anclados en la bóveda del espacio central de la planta superior, un número reducido de vitrinas en la sala adyacente y algunos elementos de madera de contrachapado en la planta inferior que han sido añadidos posteriormente.

Cubierta del Castillo San José

Cubierta mirador del Castillo.

En el exterior del edificio encontramos varias esculturas y en la cubierta mirador descansan algunas obras de Martín Chirino. Por tanto, podríamos decir que forma y contenido se adaptan perfectamente pero estableciendo un juego de contrastes muy interesante entre el tradicional edificio de factura dieciochesca y las obras de arte contemporáneo allí expuestas. De esta forma, pinturas de Antoni Tàpies, Eduardo Úrculo, Manolo Millares, Fernando Zóbel, Martín Chirino o el propio César Manrique cohabitan con un edificio que antaño sirvió para fines militares y que ahora es visitado por miles de turistas y amantes del arte.

Conclusiones

La restauración y adaptación del Castillo de San José en Lanzarote constituye un modelo a seguir para futuras intervenciones arquitectónicas en las fortalezas que se encuentran repartidas por toda España, ya que se trata de un modelo de éxito exportable tanto por su buen hacer en cuanto a la praxis de las labores de restauración como por su atractivo visual y estético de los novedosos elementos que lo componen.