Hace unos años leí en una revista online, creo recordar que fue en XLSemanal, uno de esos suplementos que antes venían con el periódico de los domingos (ahora supongo que también, ¿pero quién compra un periódico en papel hoy en día?), una entrevista a la actriz estadounidense Scarlett Johansson.

En ella, el entrevistador le preguntaba por el estreno de su reciente película, Avengers: Infinity War, una de esas sagas de Marvel Studios que tanto gustan a Hollywood (porque recaudan mucho, evidentemente) y, específicamente le decía que por qué ella, que había participado en películas como Lost in Translation dirigida por Sofía Coppola o Match Point de Woody Allen, se “rebajaba” a participar en este tipo de bodrios comerciales.

Pues bien, la respuesta fue brillante: porque para poder actuar en las películas de Sofía Coppola, Woody Allen o Noah Baumbach (nótese la excelente actuación que hizo, ya en 2019, en Historia de un matrimonio), tenía que combinarlo con esas apariciones estelares en los blockbusters de moda. 

Es más, dijo literalmente, que ella también quería llevarse “su parte del pastel”.

Y es lógico, porque todos queremos lo mismo: dedicarnos a aquello que nos gusta. Así que a veces no queda más remedio que actuar en películas insustanciales, como hace Scarlett, porque pagan las facturas y dan la tranquilidad para luego participar en las obras en las que realmente, de corazón y de espíritu, quiere estar.

A nosotros, en Croma, salvando mucho las distancias, nos ha pasado lo mismo. Viéndolo en retrospectiva y, tras 10 años escribiendo en el blog, debemos entonar el mea culpa (hablo especialmente por mí) y hacer una confesión: sí, a veces hemos utilizado el clickbait, hemos polemizado a sabiendas de que eso nos iba a reportar unos beneficios publicitarios… pero a cambio, luego hemos podido escribir dos libros y cientos de artículos para una selecta minoría que valora los trabajos de investigación que se redactan en una semana y no en cinco minutos.

Lo reconozco, soy culpable, pero había que pagar las facturas, porque al contrario de lo que podrías pensar, esto de la divulgación cultural, realizada con medios propios, es un negocio ruinoso, pero si lo combinas con algunas polémicas y lo salpimentas con un par de titulares amarillistas por aquí y por allá, pues da sus resultados.

Ahora bien, igual que yo reconozco mis errores, dejo ahora para tí, querido lector, unas preguntas para que reflexiones:

  • ¿Leerías este mismo artículo si yo no hubiera utilizado un titular llamativo?
  • ¿Estarías dispuesto a pagar una suscripción por artículos culturales de calidad añadiendo un cargo adicional a las cuotas de Netflix, HBO, Filmin o Spotify? 

Si la respuesta es que no, entonces no quedará más remedio que seguir escribiendo de “estupideces” que atraigan publicidad para poder pagar las facturas y, con ello, de vez en cuando, escribir algún artículo interesante que cueste una o dos semanas escribir pero que eleve el espíritu tanto de aquel que lo escribe como de aquel que lo lee.