En los últimos tiempos (¿o quizás desde siempre?) hemos asistido a una ideologización de las propuestas expositivas de los museos y, por supuesto, de las diferentes lecturas que se hacen de las colecciones permanentes.

Esto, hasta cierto punto, es lógico.

Entiendo perfectamente que somos seres humanos con opiniones y reflexiones previas sobre política, educación, religión, sexualidad, etc.

Sin embargo, lo que no es de recibo es que los museos públicos tengan una línea ideológica muy marcada porque precisamente son instituciones públicas que se financian por medio de impuestos. Esto significa que obligatoriamente se detrae dinero de las personas por la fuerza (por eso se llaman impuestos) para que financien desde las exposiciones temporales hasta el gasto corriente. 

Estas personas pueden estar de acuerdo con la línea ideológica de un museo determinado o puede que no. Sea cual sea el caso, no importa, porque si quieren ser verdaderamente representativos de todos los contribuyentes, no pueden decantarse por una determinada corriente de pensamiento.

De hecho, los museos deberían ser entidades independientes y de la máxima neutralidad ideológica si quieren de verdad ser creíbles en el ejercicio de sus funciones.

Sé que es una tarea compleja y que existen temas de interés público pero ello no obliga en absoluto a tomar partido sino que, precisamente, deberían mostrar dudas sobre por qué esos temas están en el candelero, quiénes los están promocionando, por qué y para qué.

De lo contrario, estaremos actuando de voceros del poder y no siendo críticos con aquellos que tratan de guiar nuestros pensamientos en aras de obtener un mayor números de votos.

Es más, la agenda informativa de los medios de comunicación o de los partidos políticos no debería afectar en lo más mínimo a los museos.

Ejemplo: veganismo sí, veganismo no

Rembrandt, El Buey Desollado, 1643, Art Gallery and Museum Glasgow, Escocia.

Dicho de otra forma y para ser más claro: si el tema estrella de este mes es el veganismo (yo mismo he sido vegano) porque así lo determinan los medios de comunicación, la ONU, PETA o las empresas que venden productos veganos, ello no obliga en absoluto a hacer una relectura de las colecciones de un museo en clave vegana para acabar quitando, por ejemplo, el “buey desollado” de Rembrandt del Museo del Louvre por considerar que promueve el maltrato animal.

Igual estás pensando que esto es correctísimo, ético y todo lo que tú quieras. Siempre y cuando seas capaz de mirarme a la cara y defender con uñas y dientes esta misma posición si de repente los medios empiezan a promocionar la caza como actividad ecológica que ayuda a mantener una número idóneo de ejemplares de animales y, con ello, a preservar el medio ambiente.

Porque a continuación, verás cómo el Museo del Prado, por decir algo, organiza una muestra sobre la importancia de la práctica cinegética en las pinturas de las colecciones reales y su vinculación con las avanzadas artes de la guerra en época del Imperio español.

¿Se entiende la idea? 

Te lo digo porque observo en esta sociedad hiper polarizada una tendencia a sacar las antorchas a las primeras de cambio para manifestarse encendidamente en contra o a favor de una postura determinada.

Y, ¿sabes qué?, que tomando este mismo ejemplo, ambas visiones pueden tener una parte de verdad pero no son la verdad absoluta y, como tal, deben ser tratadas por un historiador del arte si quiere ser ecuánime en sus juicios.

Voy a ser todavía más claro porque me encanta andarme sin rodeos: el historiador del arte debería ayudar a mostrar las distintas versiones de la realidad y no solo una parte de ella, porque solo mostrar una parte es manipular.

Por tanto, no se lo pongamos fácil al poder, no dejemos que utilicen prácticas gramscianas o goebbelianas (por poner a un comunista y a un nazi de ejemplos) para imponer su voluntad.

Tratemos de pensar por nosotros mismos, tratemos de tener una mente libre y abierta.

Propuestas concretas

Como sabes, no me gusta emitir una opinión sin dar una solución concreta a los problemas. Así que propongo estas 3 prácticas para que se apliquen a los museos públicos:

  1. Garantizar la independencia de los directores de los museos evitando que pertenezcan a partidos políticos.
  2. Siempre que se quiera mostrar un determinado pensamiento debería ofrecerse también la visión contraria.
  3. El objetivo debe ser siempre fomentar el espíritu crítico y, por tanto, una exposición de tipo polarizadora debería llevar acompañada siempre una mesa de debate posterior.

Aquí queda dicho: ¡Políticos, sacad vuestras sucias manos de los museos!